37; Era la ruina de su existencia y el objeto de todos sus deseos.

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El mes de junio se voló como las hojas de los arboles en medio de un huracán.
Rápido, con prisa y sin mirar atrás.

No querían seguir allí. 

Hasta los mas mínimos recovecos los llevaban a aquella noche en que parecía que todo se apagaría. 

Las infecciones por el embarazo de Rena estaban curadas, y del tajo de la cesárea solo quedaba una, no tan pequeña, cicatriz dolorosa, que, para bien, si le permitía moverse.

Lorenzo, Lolo o Loli, como Emi le decía, tuvo una falla en su pulmón izquierdo que atrasó su recuperación, por eso tuvo que permanecer mas tiempo en la incubadora que su hermana.
Y resistió.
Resultó ser que el nene era mas fuerte de lo que pensaban.

Constanza, o Coco, — a Emi le encantaba poner apodos— nació con un muy bajo peso para lo que habitualmente un recién nacido necesitaba, además de lo poco que tenía por ser prematura. De todas formas, tal como su hermano, lo superó, y ambos recibieron el alta medica.

Emiliano no se había separado ni un solo día de su familia, y si volvía a su casa, era para bañarse, cambiarse de ropa, o llevar a Santi al colegio, pero después regresaba al hospital.

Y para Santi era lo mismo.
A diferencia de su papá, a el si le gustaba estar ahí, porque, ademas de compartir momentos con Rena, las enfermeras le regalaban peluches diferentes y chocolatitos de distintos sabores todos los días.

Decir que tuvieron suerte no tenía sentido.
Fue mucho mas que suerte.
¿Una fuerza mayor, quizás? 

Por todo lo que pasaron y salir ilesos, no tenía explicación.
No sabían que era, pero estaban completamente agradecidos.

Rena retomaba su camino a casa otra vez.

A pesar de que Emiliano todavía estaba en problemas, no existía ningún tipo de incomodidad entre ellos. Los bebés llevaba consigo algo bueno, un nuevo comienzo.

Y querían hacerlo bien, por sus tres hijos.

El arquero argentino necesitaba mas manos para poder bajar del auto.
Rena debía cuidarse el doble que antes, así que era el quien cargaba las dos sillas portabebés en sus manos.

Renata agarró las llaves de Emiliano para poder abrir la puerta, mientras Santi se abrazaba de su pierna.

Entraron despacito, sin hacer mucho escandalo.

Y cuando prendió la luz... 

Diminutos papeles de colores volaron por todo el living. Había un cartel colgado de una pared que decía Welcome, varios globos, banderas argentinas, y tiras brillosas que caían del techo.

Tenía que admitir que aquel alboroto la asusto. Las semanas anteriores todo fue pura paz y tranquilidad, y eso de repente; como una bomba de sorpresa.

Las personas, que no eran demasiadas, comenzaron a gritar diferentes palabras, parecía que no se habían puesto de acuerdo en que decir cuando entraran.

Emiliano los mando a callar a todos en el momento en que elevaron la voz. Lo miraron confundido, y luego entendieron; lo difícil que fue hacer dormir a esos dos bebes, literalmente, una odisea.

En el mismo instante que Coco empezó a llorar, Rena se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. Puso las dos manos sobre su boca y comenzó a reír.
Sentía sus ojos aguarse de la emoción.

Con prisa, y olvidando sus dolores, los atrapó entre sus brazos.
No los veía hace tanto tiempo.
No solo por sus trabajos. El hecho de que vivían todos en países diferentes, solo les permitió verla los primeros dias de internacion, y luego, todos, por exigencia de sus clubes, tomaron el primer avión devuelta a sus casas.

red thread!    d.martinez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora