Habían pasado ya ocho meses de aquella noche en la playa y ese día estaban celebrando a lo grande pero esta vez no se trataba de ella ni de Carlo, se trataba de Fiorella y Enzo quienes habían decidido casarse meses atrás y sentar cabeza ambos.
Esos dos se amaban con locura y no podían estar separados uno del otro. Eran tan apasionados que había sido casi imposible separarlos por una noche para poder hacer la despedida de solteros como era correcto.
Después de confesarle a Carlo que estaba embarazada nuevamente los meses pasaron con rapidez pero los disfruto como si fuera el primero. Las primeras patadas, sus primeros movimientos y el día que supieron que serían niños fue de los momentos más especiales que había vivido.
Ahora estaba ahí en el cuarto de la novia acompañada de sus dos bebés Matteo y Massimo que recién cumplían un mes de nacidos. No quería perderse aquel momento en el que arreglaban a Fiorella y le ponían su vestido, uno que había demorado en escoger meses porque ninguno le parecía.— ¿Estás lista? — preguntó su tía entrando a la habitación — el novio está por infartarse esperando.
— Déjalo, no le pasará nada es un exagerado, el sabe que valdrá la pena la espera — replicó su prima encogiéndose de hombros — Estos hombres De Luca son unos desesperados.
— No negare aquella afirmación — replicó ella riendo.
— Tu maridito es igual, por suerte Enzo es mucho más relajado en otros aspectos.
— Ustedes son el uno para el otro — la abrazó por los hombros y se vieron reflejadas en el espejo que estaba frente a ellas — espero que seas muy feliz como yo lo soy.
— Ya lo soy cugina, ya lo soy.
— Por cierto Gianna y Mía están preparadas para lanzar las flores, ayer estuvieron practicando.
— Mis bebés en que momento crecieron — chilló Fiorella haciendo un puchero.
— Lo mismo me preguntó yo cada que las veo tratando de desarmar mi casa.
— No te metas con ellas son mis ahijadas — la señalo con el dedo.
— No me meto con ellas, si son mis propias hijas Fiorella pero tengo que decir la verdad aunque las ame — rió — mejor vamos a ponerte ya el vestido.
— Yo las ayudo — dijo su tía.
— Y yo — replicó su madre que tampoco podía permitirse perderse ni un segundo de los preparativos de su sobrina favorita.
Todas quedaron con la boca abierta cuando Fiorella se quitó la bata blanca de seda y quedó en lencería. Esa mujer pretendía matar a Enzo en su noche de bodas definitivamente, había escogido lo más atrevido que podía y dejaba muy poco a la imaginación.
— En mis tiempos no se usaban estas cosas niña — dijo su tía tapándose los ojos.
— Si quieres tener nietos tengo que usar de estos desde el primer día — replicó muy fresca su querida cugina.
— ¡Fiorella por favor!
No podía evitar reírse al ver a su tía y a su madre negando con la cabeza ante el desparpajo e indolencia de su prima frente a sus quejas por la lencería.
— Mejor saquemos el vestido — dijo tomándolo del espejo aprovechando que tenía las manos desocupadas porque sus hijos dormían sobre la cama.
El vestido tenía los hombros descubiertos y un escote en v, una larga y amplia cola con una abertura en la pierna dándole un toque extremadamente sexy, justo como ella lo quería. Subió la corredera con cuidado y luego dejo que se mirara en el espejo quedando ella detrás.
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Regalo de Amor
RomansaGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...