- ¿Qué tal ayer?
Mi madre no ve que yo por las mañanas no soy funcional, y que preferiría un tiro en la sien a hablar con alguien. Pero no, aún así, sigue hablándome. Y lleva ya 20 años comprobando que lo mío por las mañanas no es mantener una conversación, sino bostezar y quejarme de la vida.
- Bien.
- ¿Y ya está? ¿Bien y ya está?
La miro con cara de querer morirme, pero ella sigue insistiendo. Para las indirectas ella es como los hombres, no pilla ni una.
- Mamá, es que no sé qué quieres que te diga. Estuvo bien.
- ¿Con quién estuviste? - pregunta distraídamente mientras recoge el tostador de la encimera.
- Mamá, llevo toda mi vida saliendo con los mismos amigos -parece que eso no es suficiente, porque me mira esperando más información. Yo rechisto-. Con Rebeca, Luís y Andrés.
- Ah, sí. ¿Y qué tal? ¿Cómo están?
- Pues muy bien, no sé.
- ¿Cómo han salido de la universidad? ¿Han aprobado todas?
- Sí, menos Luís, que lleva una para septiembre.
- Bueno, pero ese chico es muy inteligente, seguro que la saca. El otro día me encontré a la prima Inma, y le estuve preguntando por el curso. Me dijo que este año ha estado complicado, pero le ha gustado más que el anterior. Y que el año que viene empieza con las prácticas.
- ¿En serio? ¿Tan rápido?
- ¡Eso mismo le dije yo! Cómo pasa el tiempo...
- Pues sí, pasa muy rápido... Oye mamá, me voy para arriba. Me voy a duchar.
No me gusta cortar a mi madre, porque sé la ilusión que le hace hablar todo el tiempo, pero a veces puede llegar a ser muy agobiante, y por las mañanas más aún.
Por la mañana no hago nada, más allá de ordenar mi habitación y ducharme. Y por la tarde me dedico a ver una serie que dejé estancada en invierno debido a los exámenes. Qué bonito es el verano (cuando no hace mucha calor).
Después de cenar, me preparo para bajar a la playa. Tengo la maravillosa suerte de vivir en un pueblo costero, así que no tenemos que coger el coche para ir a la orilla, porque solo tenemos que coger una calle hacia abajo para llegar a ella.
Me pongo un pantalón largo de chándal y una camiseta, pero me llevo una sudadera porque por las noches refresca bastante y no quiero coger ningún resfriado en verano, gracias. Busco entre las mantas para poder tirar a la arena, y cojo dos. Creo que Rebeca lleva las otras dos. También pillo el altavoz y un paquete de pipas que tenía en la despensa. Espero que los demás lleven lo que falta.
A medida que voy bajando por la calle medio iluminada por las farolas (algunas de ellas medio apagadas, de verdad hay que empezar a invertir en las luces de las calles), ya empiezo a ver el sitio donde hemos quedado. Es justo en las escaleras que dan a la orilla. Cuando llego, solo está Rebeca, para variar, la más puntual. Así que decidimos bajar y decirle a Andrés y Luís que estamos en la orilla, para que no nos esperen.
Ponemos las mantas, enciendo el altavoz, y abro el paquete de pipas. A los cinco minutos llegan los chicos con las bebidas.
- Buenas, buenas. Traemos tintito, y ginebra.
- Anda que vaya mezcla, chicos.
- Bueno Rebe, es lo que teníamos.
- No pasa nada, nos apañamos con esto. Acerca la ginebra -le pido a Andrés.
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El bar de la esquina
RomanceCamila es espontánea, dramática y le encanta observar todo como si fuera la primera vez que lo ve. Le gusta imaginar que en un futuro logrará cumplir su sueño: ser cantante. No obstante, terminar la carrera de Filología Inglesa también podría estar...