Juan Pablo.

115 15 0
                                    

Su esposa tenía un amante. Esa era la única explicación por la que a pesar de que las cosas volverían a ser como antes o incluso mejores, ella siguiera saliendo todas las noches.

Aunque, claro, ya no llegaba tan tarde y su ropa no resultaba tan provocativa como antes. Y su relación ciertamente había mejorado. 

Ahora Juan llegaba temprano a casa, almorzaban juntos todos los días, paseaban y charlaban, casi como antes. Todo había mejorado, pero Ava seguía saliendo todas las noches. 


Estaban juntos en la cama viendo la tele, cuando ella le dijo que tenía que salir.

—¿Salir? Pero, ¿Por qué? Está haciendo frío y la película está buena. Todos los días sales, ¿por qué simplemente no llamas a tus amigos hoy y les dices que no vas? —Juan quería darle su espacio, no quería presionarla, si ella realmente tenía un amante, probablemente lo botaría si él se pusiera a acosarla ahora.

—Lo siento, no puedo. —por su cara podía decir que realmente lo sentía. Pero le resultaba increíblemente molesto vivir con aquella duda.

—Entonces, ¿por qué no me llevas? —la siguió, mientras ella se terminaba de maquillar. —Puedo acompañarte, estaríamos juntos, no faltarías a tu compromiso y podríamos venirnos temprano. —su esposa le hizo un gesto al espejo y luego tomando su bolso se acercó a él.

—Realmente quisiera que fuera posible, pero hoy no se puede. Se me está haciendo tarde. —se acercó y besó sus labios. Tenía una expresión, casi de dolor en su cara. —Te prometo que apenas me desocupe, vuelvo. —salió de la habitación dejándolo allí, pensando que podría hacer.

Después de dudar unos segundos, tomó su chaqueta, la cartera y sus llaves y salió por la puerta, dispuesto a seguirla. Tenía que saber, de una vez por todas, que era lo que hacía su esposa todas las noches y lo más importante, con quién.

Acababa de entrar en el taxi, cuando su teléfono sonó. Al ver el número en la pantalla, dudo si debía contestar. Hacía semanas que no hablaba con Andrea, pero ella tampoco había vuelto a llamarlo, quizá fuese una emergencia.

—¿Hola?... Claro, ya voy para allá. —quizá fuese una mala idea, pero no perdía nada con intentar. Le dio al taxista la dirección del apartamento de ella y respiro profundamente.



Los tacones la estaban matando, ni siquiera cuando estaba en la universidad le gustaba usarlos demasiado. Estaba totalmente agotada y ahora lo único que quería era ir a casa, con su esposo. 

Las últimas semanas habían sido total y completamente, perfectas. Juan era de nuevo aquel esposo dulce y encantador que siempre estaba preocupado por ella y con el cual podía compartir todo, sin importar que fuera.

No había habido llegadas tarde, excusas para evitar almuerzos o cenas. Nada de llamadas, ni actitud sospechosa. Parecía que el episodio de la castaña, había quedado totalmente en el pasado. 

En algunos momentos, sobre todo cuando estaba sola, Ava recordaba aquellos días y sentía la rabia fluir en su interior, pero con el pasar del tiempo, la rabia y el rencor fueron desvaneciéndose, hasta desparecer totalmente.

Lo único en lo que podía pensara ahora era en Juan, su amado Isa. Él que la abrazaba y besaba dulcemente en las noches, él mismo que también la despertaba de forma apasionada y ardiente en las mañanas, el mismo, que sin importar que ella no hubiese vuelto a pronunciar frases de amor hacia él, le decía una y otra vez que la amaba, no solo con palabras, también con su cuerpo, con pequeños detalles, como dejarle notitas en el tocador o la cocina, o con las rosas, que iba a robar cada mañana, al jardín de las vecinas.

El mismo, que la había hecho la mujer más feliz de la tierra durante ocho años y ahora volvió a hacerlo de nuevo. Contaba los minutos para verlo de nuevo. Había pensado organizar una cena romántica y darle la noticia, pero estaba tan emocionada, que no podía esperar. Se lo diría esta noche. 

Le diría que sabía de Andrea y su aventura, le diría que eso ya no le importaba, que lo perdonaba y volvería a decirle, te amo. 

Luego le daría la noticia del bebé. Cuando el doctor se lo había dicho en la mañana, casi que no lo podía creer. Un bebé.


Estaba montándose en el coche, cuando le llegó la llamada de Mir. No le había dicho nada de la reconciliación con Juan, ni de lo que había pasado. Le hizo creer que ella seguía con el plan de venganza, porque creía que su amiga no la apoyaría, pero con el bebé en camino, las cosas eran diferentes. 

Además, Mir era su mejor amiga desde el colegio, por su felicidad haría lo que fuera.

Llegó al edificio de su amiga y se detuvo en el estacionamiento, habían quedado de encontrarse en la cafetería de la esquina. 

Ava tomó sus cosas, pero antes de salir del carro, se fijó en una castaña que salía en pijama, de espaldas a la puerta del edificio, se quedó mirándola porque le parecía familiar. Sus ojos se ampliaron y luego se llenaron de lágrimas al reconocer al hombre que salía detrás de la castaña. Era su marido. Se quedó observando mientras él se despedía de ella con un beso en la mejilla y luego paraba un taxi para irse. Un golpe en la ventana de su carro, hizo que diera un salto. Giró la cabeza y vio a su amiga mirándola con cara de lástima.



—Es que... No puedo creerlo. —estaban sentadas en un bar. Luego de que Mir llegara, habían conducido por una hora, hasta frenar allí. Hera sentía su corazón destrozado. No podía creer que después de cómo habían sido las últimas semanas, Juan Pablo siguiera con su amante.

—Realmente lo siento, Ava. Si hubiese sabido que esa zorra vivía en el mismo edificio que yo, jamás te hubiera dicho que fueras. Después de todo, el mundo es un pañuelo, mira que la amante de tu marido vivir en el mismo edificio que yo. —Mir la abrazó, pero eso no era suficiente consuelo para su corazón roto. —Igual era de esperarse que siguieran juntos, parece que después de todo, tu venganza no funcionó. Creo que lo mejor ahora, es que le pidas el divorcio y lo dejes. Si quieres, ahora mismo vamos a tu casa y te ayudo a empacar. Puedes quedarte en un hotel. O nos vamos de vacaciones, a alguna parte, donde tú quieras.

¿Irse lejos? ¿Dejar a su marido? ¿Justo ahora, que estaba embarazada? No. No, no podía hacerlo. 

No sabía porque estaba Juan Pablo con aquella mujer, pero lo averiguaría. Haría lo que debió haber hecho desde un principio. Enfrentarse a él, con la verdad.

—No, Miranda. No me voy a ir a ninguna parte. Voy a hablar con Juan Pablo. —la cara de su amiga, le decía que creía que se había vuelto loca de remate. Eso no tenía importancia. —Le diré que sé que él tiene una... Aventura. Y luego, le pediré que me lo explique. Debí habértelo contado antes, pero Juan y yo hemos estado mejor que nunca luego de que él llegara borracho a casa hace un mes. Las cosas han sido mejor, que cuando éramos recién casados. Yo... Sigo amando a mi marido. Y no puedo creer que él me siga siendo infiel. Así que, voy a ir hablar con él y pedirle una explicación. Tal vez todo sea un malentendido y haya ido a terminar con ella. —le rezaba a Dios porque así fuera. —Voy a hacer lo que debí haber hecho desde un principio. Darle la oportunidad de defenderse a mi marido. —se agachó a besar la mejilla de su amiga y salió.

El aire frío de la noche la ayudo a despejar su mente. Mientras conducía camino a casa, pensó en todas las formas que podía encontrar de hablar con Juan, en todo lo que le diría. 

Aparcó el coche en el camino de entrada y se bajó, no tenía tiempo de parquear dentro del garaje, tenía que hablar con su marido, ahora. Las luces de la casa estaban apagadas y todo en la calle estaba bastante silencioso. No importaba, despertaría a Juan y hablarían. Estaba buscando las llaves en su bolso cuando sintió un golpe en la parte trasera de la cabeza. Trato de agarrarse del pomo de la puerta, pero el mundo comenzó a dar vueltas y se desvaneció. Antes de perder el conocimiento pudo ver la figura borrosa, de una mujer que se agachó junto a ella.

—Lo siento, pero no puedo permitir que vuelvas con él. —la oscuridad la absorbió por completo y lo último en lo que pudo pensar, fue en Juan Pablo.

Infiel || Juan Pablo IsazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora