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-Abre la boca, Hwanie-chan –me maldije mentalmente por obedecer. Pero es que la comida preparada por la mamá de Cocona era tan rica, y yo tenía tanta hambre, que simplemente no podía negarme.

Sin embargo, aquella mañana, pese a abrir la boca, la comida no llegó. Cocona había ya dirigido los palillos a mi boca, pero parecía ser que una idea había cruzado por su mente, y se apuró a retirarlos, antes de que yo pudiese alcanzar a comer ni un solo grano de arroz.

-¿Qué pasa? –pregunté impaciente, y ligeramente ofendido.

-Espera –dijo, al tiempo que se ponía de pie, y aun sujetando el bento y los palillos, se detenía frente a mí.

Yo me encontraba aun sentado en aquella banca del patio escolar, y ahora la tenía justo delante, con su pecho plano a la altura de mis ojos. Me apuré a mirar arriba, a su rostro, intentando no sonrojarme, y preguntándome que estaba planeando en aquella maquiavélica cabecita suya.

-Si quieres que te de mi almuerzo, tienes que abrazarme, y pedírmelo por favor.

-¿Q-qué? –tartamudeé, al tiempo que se me coloreaban las mejillas.

-Se un buen novio, Hwanie-chan. Vamos, abrázame.

-N-no –respondí. Ella frunció ligeramente el entrecejo, e hizo un puchero. Se veía linda, pero aquello no era suficiente para convencerme de hacer lo que me pedía. Especialmente a medio patio de la escuela, y con la mitad del colegio mirándonos.

-Abrázame –insistió.

-¡No! –seguí firme.

Sin avisar, Cocona se dejó caer sobre mí, y para cuidar que no fuese a resbalar hasta el piso (y el bento terminase tirado igualmente) mis reflejos me obligaron a abrazarla de la cintura, con lo que la presioné contra mi torso, y nuestros rostros quedaron a un palmo de distancia. Cocona me sonrió, esa sonrisa inocente, pero al mismo tiempo pícara que la volvía tan peligrosa...

-Que romántico eres, Hwanie-chan –me dijo al tiempo que clavaba sus ojos en mi boca, y yo luchaba por no sonrojarme más de lo que ya estaba-. Ahora abre la boca y di "aaaah".

Se había olvidado de que le dijese por favor, así que antes de que lo recordase y volviese a quitarme los palillos de mi alcance, aproveché e hice como me pidió.

Pensando que ya había tenido suficiente, intenté soltarla. Sin embargo, la diabilla se volvió espagueti, y dejándose caer, resbaló un par de centímetros. No me quedó de otra más que volver a sujetarla con firmeza, pero con cuidado de no lastimarla, y hacer que se incorporase, con lo que ella, en "agradecimiento", volvió a alimentarme.

Aquel arreglo continuó durante toda la semana. Cualquier otro chico se hubiese acostumbrado enseguida a tener comida gratis, y una chica preciosa entre los brazos. Pero yo no podía dejar de sentirme observado y por lo tanto me sonrojaba al menor movimiento que Cocona hacía en mis brazos, por ejemplo, cuando baja el bento para darme de tomar agua, o cuando tenía que tomar una servilleta para limpiarme la boca.

~-*-*-*-*-~

Un par de semanas más tarde, Cocona me dijo que ya no iba a traerme el almuerzo.

-Tengo más vida aparte de ti –dijo esa mañana después de sentarse junto a mí en clase-. Y quiero empezar a comer el almuerzo con mis amigas. Juria y yo vamos a intercambiar almuerzos, porque su mamá prepara el mejor kimchi del mundo, y a ella no le gusta. Y no estás invitado porque es una reunión solo para chicas.

No pude evitar sentirme abatido, pero al instante no pude evitar preguntarme porqué sentía eso, si en realidad debería sentirme aliviado de no tener que pasar todos mis almuerzos con ella, y poder volver a reunirme con Jeongwoo y Haruto. Sin embargo, con Cocona se iba mi almuerzo gratis, ese almuerzo rico, rico al cual ya me había acostumbrado tanto.

Bento [A Junghwan x Cocona story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora