Elizabeth Potter y Regulus Black han sido amigos desde su primer año en Hogwarts a pesar de la oposición de James y Sirius. Para ellos, todo ha sido tranquilo, sin embargo, todo cambia en su quinto año cuando el poder de Voldemort comienza a crecer...
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Elizabeth Potter miró su uniforme, en el cual ahora descansaba su banda de prefecta. A decir verdad, estaba orgullosa. Pero la más feliz con esa noticia había sido su madre, mientras que James siempre le decía que se ablandara un poco y rompiera las reglas, pues a veces deseaba que su hermana le ayudara con las bromas, sin embargo, eso era algo que nunca vería por parte de la pequeña Lizzie.
Elizabeth era un año menor que James, y era todo lo contrario a él. Ella seguía las reglas al pie de la letra, sus calificaciones eran espectaculares y era la alumna que más puntos recaudaba para Gryffindor todos los años. Mientras que James era el bromista de la escuela junto a sus amigos y vivían en detención. A pesar de sus diferencias ambos se adoraban y James siempre se encargaría de proteger a su hermana.
El mejor amigo de Elizabeth era Remus Lupin, mientras que sus mejores amigas eran Lily Evans y Millicent Weasley. Debido a que Elizabeth vivía con su cabeza enterrada en los libros, no había tenido la oportunidad de hacer muchos amigos, es por ello que su círculo social se basaba en los amigos de James y los amigos de Regulus Black, quienes le agradaban bastante, pero una parte de ella no se sentía completamente cómoda con las serpientes, pues ella era una Gryffindor a morir. O al menos eso quería creer pues nunca olvidaría que el sombrero seleccionador estuvo al borde de ponerla en Slytherin. Sin embargo, nadie tenía porque saber eso.
Por otro lado, Regulus y Elizabeth se habían conocido en primer año durante una clase de encantamientos donde tuvieron que trabajar juntos, al inicio, a ninguno le agradó la idea finalmente terminaron llevándose de maravilla, tanto que Regulus terminó incluyendo a la pequeña Potter en su grupo de amigos.
Los primeros cinco años de Elizabeth en Hogwarts habían sido tranquilos, claro, cuando no estaba su hermano de por medio, pues él y sus amigos siempre encontraban la manera de incluir a Elizabeth en sus bromas y de vez en cuando meterla en problemas. Sin embargo, Elizabeth los adoraba, eran como una pequeña familia para ella. Poco sabía la chica que todo estaba por cambiar.
Era tan solo el primer día y Elizabeth Potter ya había sido solicitada en la oficina de Albus Dumbledore. Los merodeadores se habían encargado de burlarse lo suficiente de la chica por ello. Ni siquiera ellos eran capaces de meterse en problemas en el primer día o mejor dicho, antes de que el primer día iniciara.
Elizabeth tragó en seco al ver cómo la puerta de la oficina se abría lentamente. La habían nombrado prefecta, no podía estar en problemas, ¿o si?
Con pasos lentos la chica se acercó al escritorio donde estaba Dumbledore, quien levantó la vista y sonrió al verla.
—Señorita Potter. Debo admitir que es un honor tenerla en mi oficina, tengo entendido que su desempeño en pociones es prácticamente nivel NEWT a pesar de que a penas rendirá los TIMOS. Sin embargo no está aquí para que la felicite por ser prefecta y posiblemente headgirl.—Dijo Dumbledore con una sonrisa y Elizabeth se relajó.
—Pensé que estaba en problemas profesor.
Dumbledore rio antes de negar con la cabeza.
—Sí eso fuera así, habría llamado al Potter equivocado. Tome asiento por favor.—Indicó Dumbledore mientras la chica reía gracias a su primer comentario.
Una vez que Elizabeth tomó asiento, Dumbledore le brindó una taza de thé negro, el cual era el favorito de la chica. Ella sonrió mientras fruncía el ceño, ¿cómo Dumbledore sabía aquello?, a veces a la chica se le olvida quien era aquel hombre.
—Señorita Potter, debo imaginar que tiene conocimiento sobre la fortaleza que las artes oscuras y cierto mago han tomado durante los últimos días, ¿es correcto?
Elizabeth sintió un escalofrío ante aquella mención, ella odiaba cualquier tema relacionado con las artes oscuras, pero sobre todo, con sus consecuencias.
—Así es señor, he leído sobre algunos ataques en el diario el profeta.
—Es correcto. Y es por ello que me llevo a pedirle algo que si bien no será sencillo, llevará al mundo mágico a la salvación. Hace unos años un estudiante recorrió estos pasillos y estuvo en esta misma oficina, sin embargo su camino se tornó...oscuro. Y yo necesito entender el tipo de magia oscura que está ocupando para tomar tanto poder en sus manos. Es por ello que le otorgó esto a usted.—Explicó Dumbledore antes de tenderle un papel a Elizabeth, quien lo miró con los ojos abiertos como platos.
—Señor...yo...eh...no entiendo lo que usted quiere que haga con esto.
—Confío en que su conocimiento en pociones y runas antiguas ayudara a comprender un poco. Quiero que piense en el tipo de magia que usaría si quisiera estar en la pirámide de este mundo. Pero, sobre todo, que piense en como...contrarrestarlas.
Elizabeth frunció el ceño ante las indicaciones del mago, pues realmente no entendía porque a ella le otorgaba un trabajo tan importante.
—Yo no sé que decir señor, pero, lo haré.—Afirmó Elizabeth con un par de dudas, el hombre sonrió.
—Es un placer escuchar eso...la llamaré de vez en cuando para saber que ha aprendido. Y quizás pronto conozca más de la sala que viene y va, así como de la magia.—Dijo Dumbledore, dejando a la joven completamente confundida.
Elizabeth sonrió antes de despedirse amablemente del hombre y salir de su oficina con su corazón latiendo a mil por hora, ¿qué acababa de hacer?
La chica ingresó al comedor tronando sus dedos lentamente, cosa que hacía cuando estaba nerviosa. La primera en verla fue Millicent Weasley, quien le sonrió antes de que Elizabeth se sentara a su lado.
—Pequeña Potter, ¿cuántos meses de detención tendrás?—Preguntó Sirius con una sonrisa divertida.
—¿Por qué?—Continuó James, suprimiendo una carcajada.
—¿Y con quién?—Preguntó Remus antes de que los tres amigos comenzaran a reír, mientras que Remus miraba a su amiga con preocupación. Lily rodó los ojos mientras que Millicent rodeaba con la cabeza, los chicos a veces podían ser insoportables.
—No estoy en problemas, no soy James, además solo son encargos de prefecta. Necesitaré la capa James y no está a discusión.—Dijo la chica antes de comenzar a desayunar, provocando que todos la miraran con una ceja alzada, aquello no sonaba bien y algo dentro de Elizabeth sentía que no saldría para nada bien.