Capítulo |22| -Niña mía.-

861 79 5
                                    


Eres toda mi vida, muchachita.

No, la verdad es que no, no quería saber qué pasaría si le daba una niña, no, ahora sólo de pensarlo me daba miedo, así que por eso, cada vez que estaba a solas con mi bebé, -que era mucho, últimamente.- se lo decía, le decía que por nada, por nada debía de ser hembra, una niña, porque sino, a las dos nos iría mal, ¿Qué mal era ser una niña?, pero en verdad no quería saber, y menos si yo tuviera una.

Los días pasaban rápido, y mi barriga cada vez dejaba de crecer, seguía estando pequeña, casi invisible, si no supiera que estaba embarazada, pensaría que dentro de mí, no había nada. Y a veces duraba mucho sin moverse, tanto que me preocupaba, ¿Qué le pasaba?, todo el día me acariciana la barriga, buscando tener alguna respuesta de mi bebé pero nada, ¿será como su padre que por todo se enojaba?, ¿y si mi bebé se enojó conmigo por no querer que fuera niña?, me sentía mal por eso, pero... era por nuestro bien, solo por eso, no me gustaría que él le hiciera algo solo por ser niña, que él la lastimara. No podía, yo solo quería amar tanto, como se le veía en los ojos a la Reina.

Mi esposo de cabello amarillo casi ni me miraba, y me sentía mal, como una mala esposa, y como una mala madre. Todos los días lloraba, lo hacia mucho; antes de dormir, algunas lágrimas salían de mis ojos sin poder detenerlas, mi esposo no me hablaba al menos que no fuera para tener esas tontas relaciones de esposos, también lloraba mucho al cocinar, ya que muchas veces, cocinaba para nadie, ya que ellos no llegaban a la hora de comer, y cuando al fin lo hacian, no comían, a la hora de limpiar lloraba, porque es que me sentía tan impotente, todo es mi culpa, lo sabía, y al bañarme también lloraba, lloraba porque me sentía muy sola en esa gran casa, no había nadie, solo yo, y mis llantos, siempre lloraba, lloraba, lloraba y más lloraba, ¡que mal me sentía!

Pero es que no podía dejar de hacerlo, no podía dejar de llorar, lloraba mucho más de lo que yo comía, y lloraba mucho más de lo que sonreía, y las veces que no lloraba, dormía, porque si, últimamente dormía mucho, si no me daban ganas de llorar, entonces me daban ganas de dormir. Mi bebé no se movía, mi esposo de cabello amarillo me ignoraba todo el tiempo, y por si no fuera poco, mi esposo de cabello rojo salía muy de día y volvía muy de noche, así pasaba todo el día, sola, sola con mi bebé que no se movía.

|

-¿Te pasa algo?- dijo mi esposo de cabello rojo mientras yo servía la primera comida del día, el desayuno, estaban mis dos esposos en la mesa, esperando para desayunar, me pareció raro, y me hizo sentir extraña, porque sino faltaba uno, faltaba el otro, el caso era, que últimamente, faltaban mucho, ya sea a la comida o al desayuno, y verlos a los dos juntos como antes, me hizo también sentir confundida, triste.

-No, no pasa nada,- susurré, él nunca estaba, y él otro no me hablaba todo esto me daba muchas ganas de llorar.- no pasa nada,- volví a susurrar.

-No parece, siempre haces esas caras cuando no estás bien.- dijo de vuelta, y yo ya no supe que decir -¿Qué caras hacía yo?-, terminé de servir el desayuno y fui hacia mi esquina, como siempre, sola y apartada. La comida pasó amena, tranquila y eso era bueno, si, eso era bueno.

Después de la comida, simplemente salieron, y ya, no se despidieron, no habían amenazas, no hubo gritos, ni tampoco besos en la frente, o en los labios, ni un solo abrazo, ni tan siquiera acariciaron mi barriga, a mi bebé, a su bebé, a nuestro bebé. Y ya no aguante, salte un gritó de frustración, de dolor, de ira, y me deje caer pegada a la pared, me sentía derrotada, sola, y triste, y lloré, si, lloré mucho, ni siquiera me había preocupado de recoger la mesa, limpiar los trastes o hacer la comida. ¿Para qué ya?, ¿Para qué?, si ellos no volvían, ya ellos nunca volvían, me sentía tan mal, tan triste, tan pequeña.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora