Dan
Sentía mi corazón latir con fuerza, mis pensamientos se llenaban de temor a cada paso que daba. ¿Alguien más podía causar esta sensación de pánico cómo él? Mi vista fallar, mis piernas temblar, mi cuerpo entero no responder al intentar tirar de la puerta de mármol que se imponía frente a mi. La habitación de Klein, la única a la que temía en toda la gran mansión. Aunque, no fui yo quién jalé de la puerta para que se abriese, si no mi pesadilla, aquél al que alguna vez amé, Klein, o cómo solía decirle hacía mucho tiempo, Lino.
Observé su siempre cuidada figura, sus ojos atravesarme con severidad, mirándome despectivo. Odié su mirada desde el día en que me la dedicó de tal forma tan cruel y acepté que verme temeroso solo debía ser objeto de burla para él. Recobré con dificultad una postura decente, sonriendo sarcástico aún cuando todos mis pensamientos valientes se esfumaban con su presencia. Siempre alto, impotente y burlesco, así es cómo desde aquellos días comenzó a ser. Y después llegamos a ésto.
- Por fin has llegado, Dan.-pronunció con voz alta, asustándome. Sentí las ganas de echarme a correr cuando su mano rozó la mía.
Te tengo miedo, Klein. Observé sus ojos resentidos, mirándome frío. Acepté que nunca volvería a ser el Lino que amaba, ese al que siempre podía abrazar cuando lo necesitase.
- ¿Esperas ser traído dentro? Apresúrate.-su voz me advirtió, a lo que corrí dentro, obedeciendo cada una de sus órdenes.
Esa era mi única opción. Obedecerlo, complacerlo, cumplir cada una de los deseos que él quisiera, ese fue el trabajo que para mi desgano, él destino para mí. Ser su juguete, su complaciente, su forma de satisfacerse. Mi cabeza daba vueltas en que era un forma vil de ser usado, una mala pasada que siempre que era forzado, deseaba que solo fuese un sueño más, uno de tantos, uno en el que me despertase para saber que estaba a salvo, en otro lugar, cuidándome de personas como Klein.
- Comienza, o me temerás más, Dan.-lo escuché, mientras sonreía al dejarse caer sobre la cama.
Sabía que mi respuesta lo haría enfurecer, pero no podía guardar aquellas palabras que quemaban mi garganta;
- Ya no puedo temerte más, Klein. Te odio.-acabé declarándolo, mirando fijamente su figura que rápidamente se colocó de pie como amenaza. Me quedé inmóvil, ahí, esperando su golpiza que sin duda llegó a mi mejilla. Después, dejé que él hiciera cómo quería conmigo. Como siempre.
A la mañana siguiente, mis párpados pesaban, pero me levanté por la voz aguda de la que era mi amiga y hermana, Lis, llamándome. Ella era mi compañera en la pesadilla, aquella que cómo yo soportaba este encierro, esta injusticia, pero la consideraba mi pequeña consentida, aceptando ser el único que recibiese el castigo por parte de Klein, que sin duda utilizaría sin dudar a Lis si no yo estuviese presente.
¿Adivináis? Somos los cautivos de la familia adinerada y acaudala de la cuidad, que por mucho que se sepa su relación sucia con los trabajos bajos y afiliación con la mafia, nadie haría nada por enfrentarse a alguien que en menos de un segundo, te pegaría un tiro a ti y a tu familia sin dudarlo siquiera. Llegué aquí de niño, me mintieron por años, me trataron bien diciendo que podría vivir feliz aquí, hasta que el suelo de niño se acabó cuándo Klein comenzó su tortura y me reveló el porqué estaba aquí. Lis ya lo sabía, puesto que a mi pequeña la habían traído más de grande, pero aceptaba con una sonrisa esta decadente situación. El viejo Le Grandi no nos haría nada mientras sirviésemos para su hijo y para ver sufrir a nuestras familias, después de todo, podía mantener a todo un país con su dinero, así que vivíamos de regalo aquí.
- ¡Que vamos tarde al Instituto, grandísimo idiota!-me gritó cerca del oído. Observándola, ella ya estaba vestida con el uniforme, obligatorio los primeros días de clase, después, como se te pegase la gana.
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Flee Love {Yaoi/Gay}
RomanceUn amor enfermizo nacido de un enredo de niños causó un trastorno en el heredero joven, Klein Bitterlich por su más íntimo amor, Dan Dashner. Viviendo entre mentiras, engaños e ilusiones, Dan había creído toda su vida que la razón de que viviese en...