La noción de la muerte es una de las realidades más difíciles de afrontar para los seres humanos.
Desde una edad temprana, Addison comenzó a ser consciente acerca del famoso ciclo de la vida. Experimentó en carne propia el fenómeno del paso del tiempo, aquel que no se puede detener ni retroceder. Aquel que no espera. Aquel que solo avanza y avanza sin piedad alguna.
Aprendió a reconocer el tiempo en las estaciones del año. Cada vez que caminaba por su jardín, veía como los árboles cambiaban a un color cálido y perdían sus hojas en otoño, para luego volver a florecer una vez que el manto blanco del invierno se derritiera en primavera.
Comenzó a notar cómo sus zapatos del verano pasado se habían quedado pequeños para sus pies, o cómo su pantalón favorito se había convertido en unos pantalones cortos, o cómo su camiseta ya no cubría por completo su barriga. Notaba cómo cada vez era más fácil alcanzar los objetos de la alacena, o cómo subir los escalones de la escalera ya no agotaba tanto, o cómo la piscina del jardín comenzaba a ser menos profunda cada año.
Vio cómo sus dientes de leche se cayeron, y aquel espacio que había entre las paletas delanteras se borró cuando bajaron sus dientes definitivos. También vio cómo su cabello cada vez se tornaba más oscuro a medida que crecía, y aquellos rizos que tenía de bebé desaparecían.
Pero Addison no solo notaba los efectos del paso del tiempo en ella misma, sino en todo su entorno familiar. Su primo bebé James, que había nacido la primavera pasada, un día comenzó a caminar, y al otro a hablar. Su prima segunda Anne, que antes solía jugar con ella en el jardín un día se marchó para comenzar la universidad y no volvió a ser la misma desde entonces.
Ella observaba con curiosidad a las personas mayores, notando las arrugas que adornaban sus rostros y la blancura reluciente de sus cabellos. Sus manos, surcadas por el tiempo, eran un testimonio silencioso de la larga travesía que habían recorrido. Intrigada por lo que sus inocentes ojos veían, no tardó en inundar a sus abuelos con preguntas cargadas de ingenio infantil. ¿Por qué ya no podían correr como antes? ¿Por qué la abuela necesitaba una dentadura postiza? ¿Por qué algunos de sus amigos ya no tenían a sus abuelos? ¿Por qué la tía Agnes ya no estaría presente en las próximas navidades?
—La gente envejece, Addison. Es descortés hablar o preguntarles acerca de ello —le había dicho Bizzy ese día.
—¿Por qué? —preguntó la pequeña niña de cuatro años en ese entonces, arqueando una ceja con extrañeza.
—Porque nadie quiere escuchar tus comentarios acerca de cómo han envejecido. Son conscientes de ello. Tu abuelo sabe que tiene más arrugas que el año pasado, al igual que tu abuela sabe que tiene cabellos grises. Es lo que ocurre cuando envejeces, cuando te haces mayor. Es el ciclo de la vida, a todos nos ocurrirá.
—¿A ti también?
—Por supuesto, querida. A todos, incluso a ti.
A todos les ocurriría, todos envejecerían. Está bien. Envejecer no era tan malo. ¿Arrugas? ¿Canas? ¿Dentaduras postizas y pastillas? ¿Dieta reducida en grasas, sodio y azúcares? No era tan terrible. El verdadero problema era que, en este resumido ciclo de la vida que enseñan en la escuela primaria, el siguiente paso era la muerte.
Y Addison la había experimentado por primera vez con su abuelo Joseph, a los seis años. El hombre de 82 años había fallecido abruptamente por un ataque cardíaco y esa fue la primera vez que ella tuvo que vestirse de negro.
—¿No va a regresar el abuelo? ¿A dónde se fue? —le había preguntado a Archer después del velorio.
—Se murió, Addison.
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God Laughs
FanfictionTras casi seis años divorciados, Addison y Derek se reencuentran en el funeral de Bizzy. Estar juntos nuevamente en Connecticut podría despertar en ellos sentimientos que creían olvidados. Addek • Addison Montgomery • Derek Shepherd • Sam Bennett •...