Prólogo

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A su hermano pronto lo iban a internar.

«Va a cumplir la mayoría de edad en unas semanas» se dijo Tony avanzando por los pasillos sin muchas ganas.

Se había escapado de sus papás y sus hermanos para vagabundear por el lugar.

El fuerte aroma a lejía y otros productos de limpieza aturdían su nariz. Sin embargo, se sentía extrañamente tranquilo cuando visitaba el hospital, ya no habían más clases extracurriculares que asistir, ni eventos a los que tenía ir, tampoco debía portarse como el genio y carismático Tony Stark ante los demás.

Era el hijo menor de la familia, pero era el único que había cumplido con las expectativas de su estricto padre.

El rumor a voces de que sería el futuro heredero de Industrias Stark era cada vez más fuerte.

—El viejo está loco. —bufó Tony soltándose el nudo de la corbata del uniforme escolar—. Mis hermanos son capaces de matarme si me dan el puesto de papá.

No iba a negar que sentía un poco de miedo.

Sin embargo, no iba a pensar en más. Tenía un par de minutos más antes que su familia se dieran cuenta que no estaba con ellos.

Los odiaba.

Aún cuando en una de las salas, Arno estaba siendo atendido de emergencia por una recaída. Tony no sintió alguna empatía por los gritos desesperados que se oían de su familia a la lejanía, ellos mismos habían provocado que su hermano se encuentre en ese estado, otra vez.

Al ser un Omega como él y encima, uno más débil que cualquier otro.

Arno Stark era víctima de innumerables malos tratos.

¿Acaso, se merecía vivir siendo humillado por sus padres y hermanos? ¿Cuál era la diferencia entre ellos dos? No entendía porque Arno siempre agachaba la cabeza ante cualquier cosa y jamás se iba en contra de ellos.

Siempre había deseado ayudarlo, pero Arno no se lo permitía. ¿Por qué?

No lo entendía en lo absoluto.

—Estoy harto de esta mierda. —maldijo en voz baja, pateando una silla vacía—. Desearía poder parar todo esto.

Había estado ideando un pequeño plan.

En el momento que su hermano cumpla la mayoría de edad iba a darle el mejor de los regalos. Quizás, podría animarlo un poco, sabía que amaría irse de viaje unos días y relajarse de todo el estrés familiar.

Había estado juntando un poco de dinero con los premios que ganaba.

Arno siempre se quejaba que no tenía libertad y lloraba mucho en su habitación.

«A mi edad todavía no puedo hacer más por él» se dijo Tony mirando sus manos callosas y lastimadas, últimamente había esforzándose en las convenciones dónde iba a participar.

Todo el mundo le decía que tendría un futuro exitoso.

Quería crecer lo más pronto posible y tener una gran empresa bajo su nombre, quizás más grande de la que había fundado Howard Stark. Era alguien ambicioso, soñador, siempre lo había sido y sus sueños eran tan imparables que haría hasta lo imposible para cumplirlos.

Uno de ellos, era proteger a su hermano.

Estuvo tan perdido en sus pensamientos que no se dió cuenta que se chocó contra alguien.

—Discúlpame. —dijo de inmediato un chico que parecía de la edad de Arno—. Pensé que me ibas a esquivar, pero no fue así.

Tony observó al joven rubio que estaba al frente suyo. Parecía ser un Alfa.

Sus ojos celestes eran como el agua cristalina, tan pura y transparente mientras que veía de forma apacible como si no hubiera sido un gran problema el haber chocado con él. Por un instante, sintió tranquilidad a su lado.

Era el tipo de chico que no acostumbraba a conocer.

—No te preocupes, también fue mi culpa. —respondió con una sonrisa marcada de forma automática.

No quería ser grosero con él.

No obtuvo respuesta alguna, pero pudo notar como aquel desconocido seguía viéndolo por unos segundos más. Tony no dejó de sonreír, aunque tenía intenciones de irse.

«No tengo tiempo para esto» se dijo Tony dando un paso al lado para irse.

Tenía que volver con su familia.

—Oh, perdona. ¿Cómo te llam-...

Tony había voltado por el mismo lugar que vino cuando escuchó la frase a medias. ¿Quería iniciar una conversación con él? Era una lástima porque no tenía las ganas ni el interés de conversar con alguien.

—Tengo que irme, adiós. —se despidió Tony viendo de reojo y por última vez al chico que seguía mirándolo desde su mismo lugar.

Sus ojos conectaron por un instante.

—A-Adiós. —respondió apenas el rubio con las mejillas rojas.

Tony sonrió y asintió.

«Es lindo» pensó.

Quizás, si hubiera sido en otro lugar, en un día diferente y no tuviera que regresar con su caótica familia, le habría pedido su número para conversar como los chicos de su edad solían hacer.

Sin embargo, sus pies se dirigieron nuevamente hacia la habitación de Arno.

—A mí hermano le gustan los rubios, a él le hubiera encantado muchísimo. —murmuró Tony para sí mismo con diversión.

Que retorcida coincidencia, ¿no?















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⏰ Última actualización: Jul 27, 2023 ⏰

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