AMANCAES - larry stylinson

Prólogo

Desde la catedral del centro se escuchaban las voces peculiares de las coristas limeñas. Para divertir al niño de Eustaquio Franco Rebollo. Probablemente no la mejor opción para iniciar el día, especialmente en una ciudad tan ocupada y demandante como la capital virreinal del Perú. El chico de cinco años tirado en el suelo debido a una caída por susto parecía compartir dicha opinión. Se levantó despacio, siguiendo sus movimientos al mismo compás de la canción, como un delicado bailarín de teatro adueñándose del escenario. El hombre de treinta y cuatro años lo observaba desde la puerta con la panciencia ausente dibujada en su ceño fruncido.

¿Cuántas personas podrían tener la sensibilidad para entender composiciones? En aquella época y por las experiencias vividas a su corta edad, la respuesta variaba entre "al menos uno" y "absolutamente nadie". Pero Harry se palmeaba la espalda por aquel talento.

Harry nació un 1 de febrero de 1791 en alguna parte escondida de Jauja. Sobre sus padres biológicos, no tenía más información que la contada por su tío: ambos fallecieron camino a Lima en un accidente en la carretera. Desde que cumplió los dos meses de edad, Harry pasó a cuidados del codiciado joven Manuel de Villanueva y Oyague. Un soltero soñado por las mujeres y respetado por los hombres debido a su arduo trabajo en la política y su próspera e insistente apariencia en cada una de las actividades y eventos de la realeza como organizador principal de los Onces. Una celebración anual festejada el primer día de la primavera en donde, a partir del cumpleaños número 14 de Harry, el objetivo pasó de realizar campañas a conseguirle esposa al sobrino del por-siempre-libre-de-ataduras, Manuel.

Esa mañana en particular, Harry observó el frenesí y la angustia con la que recorrían los sirvientes los pasillos de la hacienda. Aunque no entendiera en ese momento, el 4 de marzo de 1796 era el despliegue del periodo más rico del Imperio Español. Y todo empezaba en un par de horas más tarde, con el nombramiento de un tal Ambrosio O'Higgins como nuevo virrey del Perú. Lo único que invadía la pequeña cabeza del niño de cinco años, sin embargo, era lo que lo esperaba para almorzar.

Harry amaba la comida tanto como adoraba la música. Era habitual para él desde que tiene uso de razón pasar el día entero en la cocina, ayudando a los sirvientes en todo lo que pudiera para lograr el arroz con leche perfecto. En especial disfrutaba de la compañia de Carmen, una adorable mestiza que provenía de una extensa línea de mujeres que laboraban sin descanso en esa misma hacienda para la familia de Villanueva y Oyague. Ese hecho disgustaba infinitamente a su tío -por angustiantes razones-, quien con un solo grito lograba arrebatarlo de las morenas manos de doña Carmen y lo encerraba en el estudio para adoctrinarlo en aquellas intensas clases de música, literatura y caza. Así avanzaron los años en una inestable Lima después de la Guerra de 1797; Harry crecía, y con él, la agridulce sensación que el aprender le causaba.

Con la lenta, pero irremediable, decadencia del sistema comercial colonial de su país, el tío Manuel pasaba más tiempo fuera de la hacienda que dentro. Harry contaba las horas y aprovechaba cada segundo de ausencia para hacer, lo que el creía, la mayor rebeldía posible hasta el momento: apoyar a Carmen y los demás con las funciones hogareñas. Eso y escaparse de vez en cuando a cabalgar alrededor de la hacienda solo para vigilar que los jardines fueran vistos tan hermosos por los demás limeños en las calles como él los admiraba desde la cercanía de un par de metros. Aparte de aquellas acciones de desacato de Harry, no había mucho aconteciendo en su vida. Y eso le gustaba al joven heredero de la hacienda. La clase media y el pueblo no le prestaban atención en lo absoluto, estaban correctamente más ocupados luchando día a día con la insuficiencia económica y los estragos de la guerra. La nobleza, por otro lado, tenía problemas más graves; por ejemplo, averiguar cómo y cuándo alguna de las hijas de marqueses conseguiría casarse con su tan afanado tío Manuel.