El día esperado del viaje a Avelara había llegado. La princesa de Lumaria, con el corazón pesaroso, se preparaba para abandonar su amado reino y adentrarse en tierras desconocidas para encontrarse con el príncipe. Aunque su espíritu estaba turbado por la incertidumbre y el descontento, sabía que debía mostrar una buena cara en presencia de su padre y mantener las apariencias. En el gran carruaje real, adornado con los colores y el escudo de Lumaria, la princesa y su padre se acomodaron, rodeados de un séquito de guardias y sirvientes. El rey, con gesto grave pero decidido, buscó calmar a su hija.
– Hija mía, entiendo tus preocupaciones y descontento, pero te ruego que te muestres respetuosa y abierta durante nuestra estancia en Avelara. Es esencial para el éxito de esta alianza
La princesa asintió con resignación, pero su mirada perdida en el paisaje que dejaban atrás evidenciaba su desasosiego interior.
– Padre, me duele abandonar Lumaria, mi hogar, mi tierra amada. ¿Cómo podré encontrar la felicidad en un lugar desconocido, en un matrimonio que no deseo?
El rey tomó la mano de su hija, buscando consolarla en medio de la tormenta que la envolvía.
– Comprendo tu dolor, mi querida. Pero recuerda que este sacrificio es por el bien de nuestro reino. La paz y la prosperidad que podremos brindar a nuestro pueblo son un legado invaluable. Espero que algún día encuentres la paz en tu corazón y la comprensión en tus actos.
La princesa anhelaba desesperadamente la libertad para elegir su propio destino, pero sabía que su papel como princesa y heredera implicaba renuncias. A medida que avanzaban por caminos desconocidos hacia Avelara, su mente se llenaba de preguntas y temores. ¿Qué sería de ella en ese reino extranjero? ¿Cómo sería el príncipe al que estaba destinada? Temía que el descontento y la infelicidad se convirtieran en sus compañeros constantes. Días más tarde, el carruaje llegó finalmente a las imponentes puertas del reino de Avelara. La princesa contempló maravillada las majestuosas torres y los coloridos jardines que se extendían ante sus ojos. Pero en lo profundo de su corazón, persistía una sensación de inquietud y malestar. Al ser recibidos en el palacio por el príncipe y su corte, la princesa se esforzó por ocultar su disgusto y mostrar una sonrisa educada. El príncipe, un hombre apuesto y distinguido, la saludó con cortesía y amabilidad, pero su presencia no logró encender ninguna chispa en el corazón de la princesa.
Durante los días que siguieron, la princesa se encontraba inmersa en un mar de formalidades y eventos sociales. Los bailes y banquetes ofrecidos en su honor eran opulentos y llenos de pompa, pero ella se sentía como una marioneta atrapada en un juego que no había elegido. Aunque su padre esperaba que la princesa mostrara interés en el príncipe y en su reino, sus encuentros no lograban despertar en ella ningún sentimiento más allá de la indiferencia. Entre suspiros silenciosos, la princesa buscaba momentos de soledad en los jardines del palacio, donde el perfume de las flores y el murmullo del viento le brindaban un respiro fugaz de la realidad. En su intimidad, permitía que las lágrimas brotaran, dejando que su tristeza se fundiera con el susurro de las hojas. A medida que los días pasaban, la princesa se daba cuenta de que estaba sumergida en un mar de descontento y desesperanza. Sentía que su espíritu se apagaba lentamente en un futuro matrimonio sin amor, en un reino ajeno a su corazón. Sin embargo, en el silencio de la noche, sus pensamientos se dirigían hacia el futuro incierto, buscando una chispa de esperanza, una oportunidad de encontrar su propio camino y, tal vez, un amor que le brindara la felicidad que tanto anhelaba.
Un día, mientras paseaba por los exquisitos jardines del palacio, la princesa se detuvo frente a un rosal en plena floración. Sus ojos se encontraron con la delicadeza de los pétalos rosados y la fragancia embriagadora que emanaban. En medio de su ensimismamiento, una joven doncella se acercó tímidamente.
– Princesa, he notado su tristeza y melancolía. Permítame ofrecerle un poco de consuelo en este momento difícil – susurró la doncella con una voz suave y reconfortante.
La princesa levantó la mirada, encontrando en aquellos ojos compasión y entendimiento.
– ¿Cómo podrías entender mi dolor? ¿Acaso también te ves atrapada en un destino que no elegiste? – preguntó la princesa con curiosidad.
La doncella bajó la mirada por un instante, como si llevara en su corazón una historia secreta.
– Es cierto que los caminos de nuestras vidas pueden parecer predeterminados, pero también hay espacio para la esperanza y la valentía. A veces, en los lugares más inesperados, encontramos la fuerza para desafiar los dictados impuestos por otros.
La princesa sintió una chispa de intriga y curiosidad despertar dentro de ella.
– ¿Qué quieres decir con eso? ¿Hay alguna forma de escapar de este matrimonio que me han impuesto?
La doncella sonrió de manera enigmática.
– La libertad y el amor verdadero a menudo se encuentran en los rincones más oscuros de nuestra realidad. A veces, hay aliados inesperados y oportunidades que se presentan ante nosotros. No puedo prometerle un final feliz, pero puedo asegurarle que siempre hay un atisbo de esperanza si nos atrevemos a buscarlo.
Las palabras de la doncella resonaron en el alma de la princesa, despertando en ella un anhelo y una valentía hasta entonces desconocidos. Decidió que no permitiría que su vida fuera dictada por otros, y que buscaría su propia felicidad, incluso si eso significaba desafiar las expectativas y las normas establecidas.
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Coronas entrelazadas
Romance"Coronas Entrelazadas" es una cautivadora novela que nos sumerge en un mundo medieval lleno de intrigas, pasiones prohibidas y valientes luchas por el amor y la libertad. Ambientada en un reino donde los deberes y las convenciones sociales gobiernan...