1. BEA

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Aún tenía los ojos cerrados cuando sentí algo vibrar junto a una suave melodía que poco apoco iba incrementando su sonido. Estiré el brazo y busqué mi móvil por toda la cama. Nome quedó más remedio que despertarme. Error. En cuanto la luz me llegó a la cara, elalcohol que tomé anoche empezó a hacerse presente en un molesto dolor de cabeza.Me senté y vi lo que parecía mi móvil en el suelo de mi habitación, sobre un montón de ropasucia. Me estiré y alcancé mis gafas de la mesita de noche. Había una aspirina encima deesta. La cogí y, con la botella de agua que siempre dejo junto a mi cama, me la tomé.Me levanté y me puse una sudadera por encima. Aún era verano y pese a que llevabaviviendo en Estados Unidos más de media vida, seguía sin acostumbrarme a las bajastemperaturas de Manhattan. 

Nací en España y pasé allí la mayor parte de mi infancia, hasta que con siete años mifamilia se mudó a Boston por trabajo. Mi padre nació en Texas, pero se mudó a Boston parapoder asistir a Harvard y estudiar derecho. Fue cuando pasó un semestre en España porestudios que conoció a mi madre y se enamoraron. 

Al principio tuvieron una relación a distancia pero tras dos años juntos, mi madre se quedóembarazada, decidieron casarse y mudarse a Nueva York para criar a sus hijos y formaruna familia. 

Fuí hacia el salón pero no ví nada, todo estaba oscuro; tampoco se escuchaba a nadie porlo que pensé que mis compañeros de piso aún dormían. Apoyé la mano en la pared yguiándome por el frío ladrillo logré darle al interruptor y encender la luz. 

En el momento que mis ojos recorrieron la sala, vi a Luca, mi mejor amigo, durmiendo en elsuelo en una posición que parecía bastante incómoda y sin nada que le cubriera su cuerpodesnudo. 

Menos mal que ya estaba acostumbrada a esos escenarios porque si no hubiera salidocorriendo espantada. Al lado de mi amigo se encontraba un chico, el cual no recordabahaber visto en mi vida, con un cojín estratégicamente colocado en su trasero, como únicaprenda. Negué con la cabeza y me dirigí a la cocina a preparar el desayuno.Ayer llegué más tarde de lo habitual del bar en el que trabajaba y mi amigo decidió que lamejor forma de pasar el tiempo era invitando a un desconocido. 

Miré la hora en mi reloj de muñeca. Eran las 8 de la mañana. Teníamos que salir en menosde veinte minutos si queríamos llegar a tiempo a la universidad. Había una conferencia deasistencia obligatoria sobre el mundo empresarial y yo le había pedido a Luca que meacompañara porque no me apetecía pasarme cuatro horas sola escuchando a ricos contarcómo se habían hecho más ricos. 

Luca estudió bellas artes y se había licenciado en fotografía, trabajaba en un pequeñoestudio de arte en Boston. La jefa era su madre, Savana, la cual compartía licenciatura consu hijo y pasión por la pintura. Su otra madre, Emily, era agente inmobiliaria y gracias a ellaconsiguieron comprar el local en el que ahora exponen trabajos propios y de otros artistasque están empezando.

 Yo estaba en el último semestre de derecho, apunto de graduarme y hacer el examen deacceso al colegio de abogados. Tras muchos años de esfuerzo y sacrificio por fin veía la luzal final del túnel, esperaba conseguir unas prácticas remuneradas en el bufete white&royalen el cual poder empezar mi trayectoria profesional y quizá quedarme varios años.Fui a la cocina y preparé un café ya que no podía empezar el día sin uno, mientras hacíaunas tostadas para mi amigo y para mi 

– Me quiero morir – La voz de Luca inundó la cocina- no volveré a beber nunca más.No pude evitar reírme por su comentario. Ambos sabíamos que eso no iba a ser así. 

– Eso dices siempre y no veo que lo hayas dejado – le dije en tono divertido.Él solo me miró molesto y se sentó en uno de los taburetes altos de la pequeña isla queseparaba la cocina del salón. 

– ¿Mucha resaca? – le pregunté. 

Luca solo asintió bebiendo algo de agua para tomarse un paracetamol. 

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⏰ Última actualización: Jul 23, 2023 ⏰

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