Capítulo |21| -¿Qué pasa si tengo una niña?

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¿Qué pecado tiene ser mujer?

No sé quién pasó peor la noche, pero lo que si sabía era que lucían mal, con una manchas negras debajo de los ojos, y se veían cansados, cómo si dormir no les ayudo en nada.

Me había levantado muy temprano, -aunque no dormí nada esa noche.- ya que debía de hacer algunas cosas antes de que ellos se levantarán de la cama.

Había dejado a mi esposo de cabello rojo, sano, limpio y desayunando, le había preparado un desayuno -si, también aprendí la palabra desayunar.- muy cargado, para que así recupere la energía y el ánimo que no pudo recuperar mientras dormía. Y yo, estaba subiendo las escaleras con una sopa bien caliente, sentía mis dedos arder, ya me quemaban, pero me faltaba todavía mucho para llegar al final de la escalera, así que la puse en uno de los escalones, y me pasé los dedos por el vestido tratando de quitar ese ardor y esa incomodidad.

Este desayuno si era muy cargado, tenía de todo lo que encontré en la cocina, pero me lleve una sorpresa al hacerla, tenía carne, pero era raro, porque la carne desde de que no hay luz, y después si, se daña, ya no sirve para cocinar, porque huele mal y aveces tiene unas cositas blancas que se mueven, pero esa, esa no, esa estaba perfecta, cómo si la hubieran traído hoy mismo, -y era casi imposible, porque ninguno de mis esposos habían salido- incluso estaba fría y dura, no sé porque, pero la encontré en el piso, en una esquina, y no sé qué hacía ahí, tal vez por lo ajetreado que fue el día, o de lo preocupada que estaba, la deje ahí. Lo que si no sabía, era como se había puesto así, estaba buscando algunas cosas, y la encontré exactamente igual a como estaba cuando la trajeron, le busque una y otra vez algún desperfecto, pero no pude encontralo, y la hice, en sopa, madre hacía mucha sopa cuando mis hermanos o padre enfermaban, así que yo también lo hice, solo que a diferencia de la sopa de madre, a la mía solo se le veía la carne y el caldo.

Las verduras y los víveres, tenía que tritularlos así casi como le hacía a los granos del café, debían de estar, pero no verse, ya que él era muy mañoso a la hora de comer, y si ve alguna cosa que no le gusta, deja la comida, -y esas cosas que no le gustan son exactamente las verduras.- y eso está mal, ¿no?, él debe de comer siempre todo lo que le hago, y las verduras son buena para su salud, o eso me había dicho madre.

Volví a tomar la sopa, y continúe subiendo los escalones, él ha de tener ya hambre, cuando entré a la habitación, -la puerta la deje abierta porque sabía que venía con algo en las manos.- el se encontraba parado mirando algo en él, pero en el espejo, su cuerpo se veía rojo, ¿y él?, él se veía muy débil, y muy cansado, caminé adentro de la habitación y puse la charola donde estaba la sopa en la mesita que había ahí, y esperé a que él llegara hasta donde estaba yo, y llego, su cabello amarillo, ya no se veía muy sedoso y suave como siempre, estaban muy despeinados, y sus ojos al fijarse en mi, estaban rojos, desorientados y en la barbilla, y en la mejilla, se le veían algunos vellos, -deberia ya de afeitarlo.- tenía sólo unos pantalones de dormir de seda, y nada más, no sé dónde abra puesto el poloche que tenía, así que lo busque por todos lados hasta que lo encontré, y cuando estuvo frente de mi, se lo puse. Si le caía aunque solo una gota de esa sopa caliente, sabía que iba a tener muchos problemas con él, y de esos no quería.

-¿Por qué tardaste tanto?- fue lo primero que dijo,- Muero de hambre.- dijo mientras tomaba asiento en la cama. No dije nada, en cambio tome un pañuelo de los que traje de la cocina, y lo puse en su poloche, y el otro, lo puse de bajo de la charola, así no me quemaba.

Y sin responder a su pregunta, comencé a darle la comida, estaba segura, muy segura, de que esa comida iba a ponerlo mejor, estaba segurísima.

No me sorprendió lo rápido que comió, ni que tuviera que volver a buscar más para él, lo que si me sorprendió es que no hubiera acabado de comer bien, cuando se quedo dormido, menos mal que no fue en la silla, sino que, se trasladó tan rápido a la cama después de la última cucharada de sopa. Cuando baje a buscar más, me había despedido de mi otro esposo, y dijo, no, él juro que llegaría temprano, y yo de verdad lo esperaba, no quería que él, justamente él, llegara enfermo o algo así.

El pecado de ser mujer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora