Artemis despertó de forma brusca cuando oyó la alarma del reloj. Quiso apagarla, sin notar que estaba cerca de la orilla de la cama, terminó cayendo al suelo de forma estrepitosa. Se levantó y miró el reloj de la mesita de noche con furia.
—Maldigo el día en el que los mortales te inventaron —gruñó.
Afuera de su habitación se escucharon pasos apresurados. La puerta se abrió, dejando ver a Nico, que se veía preocupado.
—Hijo, ¿estás bien? —Preguntó—. Escuché un golpe.
—Sí, estoy bien, solo me caí —sonrió con nerviosismo.
Nico se acercó para ayudarlo extendiéndole una mano, Artemis la tomó. Nico le acarició el cabello y le dio un beso en la frente.
Artemis aún no se acostumbraba a sus muestras de cariño, pero no en el mal sentido. Le gustaba sentir que se preocupaban por él, en especial desde que su madre, si así podía llamarla, murió, pero él seguía sintiéndose extraño.
—Ten más cuidado ¿sí? —le pidió.
Artemis asintió con las mejillas sonrojadas.
—Claro, Nico, tendré más cuidado —respondió finalmente, con una sonrisa.
Nico sonrió ligeramente.
—Ve a bañarte. Por cierto, el desayuno está listo. Hoy Will los lleva a ti y Bianca a la escuela —comentó, saliendo de la habitación.
Artemis suspiró un poco. Agarró una toalla y fue al baño, cerrando la puerta con seguro. Se quitó el suéter dorado que le había hecho Will hace unos meses y lo dejó en una mesita que estaba junto a la puerta.
Caminó hacia el espejo de cuerpo entero que estaba en una esquina; vio directamente la cicatriz de la puñalada que le había dejado Kormak hace un año; una enorme cicatriz de casi diez centímetros de largo. Esa parte estaba un poco hundida y aún se veían los puntos que le habían hecho los hijos de Apolo para cerrar la herida. Pasó las yemas de los dedos sobre la cicatriz. Su cuerpo tembló. Apretó un poco los puños y alejó su mano de la cicatriz, luego se fijó en el resto de heridas de su torso, repartidas por todos lados. Sus ojos se cristalizaron. Respiró hondo y se metió a la ducha sin sacarse el pantalón de la pijama.
No pudo evitar sentirse asqueado por el aspecto de su cuerpo. Cerró los ojos con fuerza, queriendo borrar esos pensamientos. Dejó que el agua empapara su cuerpo, lo hacía sentir mejor de alguna forma. Le recordaba a su isla.
Cuando salió de la ducha y se vistió, ocultando sus cicatrices, bajó al comedor de la casa, que era uno muy lindo; un mesón hecho de cerámica oscura; sillas con cojines y con un espaldar blanco; una maseta en centro; con orquídeas dentro. Las paredes de la habitación eran blancas y justo al lado de la mesa, había un enorme ventanal con vista a un lago.
Tres sillas, de la mesa, ya estaban ocupadas; del lado derecho estaban Nico y Will, uno al lado del otro, y, del lado izquierdo, estaba Bianca Solace Di Angelo, la hermana mayor de Artemis, una chica un poco pálida con cabello negro, ojos azules, algo musculosa. Ella sonrió en cuanto vio a Artemis entrar.
—Buenos días, bello durmiente. Al fin decidiste acompañarnos —dijo ella. Agarró la silla que estaba a su lado y la echó hacia atrás, para que su hermano pudiera sentarse.
Artemis sonrió y se sentó. Empezó a devorar unas tostadas que ya estaban servidas en un plato frente a él.
Esto es glorioso – Pensó.
—Deben estar felices de que sea la última semana de clases —Comentó Will, con una sonrisa.
—No tienes idea del alivio que siento. ¡Por fin podré dormir ocho horas! —Bianca se llevó ambas manos al pecho de forma dramática.
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Artemis: Deseo de Vida (2) [En Edición]
FanficHa pasado un año desde la batalla del Campamento Mestizo. Un año desde que Artemis descubrió de donde viene. Ahora intenta adaptarse a su nueva vida lejos de la isla; junto a sus padres y su hermana mayor, pero, la tranquilidad será interrumpida por...