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La vida suele ser inconsistente, a veces puedes estar en lo alto de la cima y sin esperarlo puedes caer hasta lo más bajo de un pozo sin salida, los humanos solemos no considerar la idea de volver a encontrar la salida, nos disgusta aceptar la derrota así es más fácil continuar con nuestro conformismo.

— ¿Que miras? — preguntó Mael.

— Nada.— cerro rápidamente la laptop y se acomodo a su lado.

Pero así somos los humanos, así nos indicaron que fuéramos, no conocemos otro modo que solo negarte a la derrota.

— Estoy emocionado por el viaje.— colocó su brazo por encima de mi cabeza.— Iremos a Londres, se que tú conoces muchos lugares pero es la primera vez que salgo de Francia.— abrió sus brazos y yo me acomodé ahí quedándonos abrazados.

— Mael.— tenía que tomar valor.— Mi tía me ofreció irme con ellos al extranjero.— oculté mi rostro en su pecho, sentía su respiración calmada.— Y realmente... me gustaría ir.

Mael tomó mi rostro entre sus manos besando mi frente, mi nariz, mis mejillas y finalizó en mi boca.

— Okey.— nos mirábamos fijamente.— Si así lo quieres y es tu decisión, hazlo Ricitos.

Adrien pudo respirar tranquilo después de escucharlo, se quitó un gran peso de encima, pero sin pensar en la otra contraparte dio por hecho que Mael también estaba bien.

(...)

— Hahh.— suspiró mientras acomodaba los recipientes con mermelada en el estante.

— ¿Y ese suspiro? — su madre divertida le ayudó con lo demás que faltaba.— Ey eso no va ahí.

— Lo siento mamá.

Volvió a sacar cada uno de los que había acomodado, se mantenía cabizbajo, pensativo, inmerso en su mente.

— Mael cariño.— su madre tocó un par de veces su hombro para llamar su atención.— ¿Sucede algo? Por lo general estas todo contento después de visitar a Adrien.

— Si alguien a quien amas se quiere ir... ¿debo sentirme bien con esa decisión?. No me malinterpretes.— dejo de acomodar los recipientes.— Yo quiero que sea feliz y se nota que eso le haría feliz pero aún así...

— No está mal querer lo contrario hijo.— tomó los últimos recipientes y terminaron el trabajo.— Tú felicidad también es importante.— acaricio su mejilla.— Solo tienen que hablar sobre esto, y vamos que tu hermana estará muy molesta si la dejamos sola con todo.

Las palabras de su madre lo hicieron reconsiderar la idea que esa decisión no le gustaba y no sentirse mal por ser egoísta.

— Oh ese es Felix.— dijo mientras cargaba la caja de frutillas, haciendo que su hermana respingara y se agachara.

— ¿¡Donde!? — tapó su rostro avergonzado al verlo reírse por la broma.— Eres un tonto Mael.

— No entiendo porque de derrepente te comportas así. En la escuela lo evades, afuera igual, ¿te hizo algo?

Ella negó aquella acusación, era verdad, aquel chico rubio no había hecho nada por lastimarla, al contrario era su mismo remordimiento lo que no la dejaba verlo a la cara.

Lo que sucedió es que semanas atrás, ellos estaban de paseo pero por una equivocación pasaron un momento muy incómodo.

— Esa familia es peligrosa.— se echaba aire con sus manos intentando que el calor se esfumara.— Saldré un momento.— abrió la puerta de la cocina saliendo a la panadería pero inmediatamente se metió de nuevo y se escondió detrás de la puerta asomándose por la pequeña ventanilla.— ¡Es Felix!.— se escabulló más al fondo de la cocina.

Nuestra promesa |Adriel| BLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora