Cada mañana se encontraba esperando para coger el tren en la estación de San Fernando, siempre cogía la misma línea 2 aunque tuviera que hacer transbordo después de la parada de Chamartín porque no llegaba a la facultad de diseño y artes en la que estudiaba.
Ya sabía que el tren de esa hora de la línea 3 sí que iba directamente a su universidad, pero ya llevaba demasiados meses yendo en ese vagón y no se imaginaba sus mañanas sin los pasajeros habituales que la acompañaban en su viaje. La señora mayor que se sentaba en frente suya, el matrimonio que casi siempre discutía, el hombre castaño y algo canoso que recordaba que escuchó decir que trabajaba en el hospital 12 de octubre... esa era la excusa que decía a su amiga Raven para explicar su por qué no iba en el otro tren. Pero la verdad que, aunque tal vez les extrañaría, ellos no eran la razón por la que seguía viajando en esa línea, solamente seguía allí sentada todas las mañanas por una chica rubia platina de ojos claros.
Una vez que entraba, se sentaba en su sitio usual al lado de la ventana y esperaba pacientemente durante dos paradas más para verla subir. Cuando llegaba a Vicálvaro su corazón latía rápidamente y su mirada no podía evitar buscarla desde el cristal, aun cuando ni siquiera había parado el tren. Y siempre la encontraba al segundo, esperando en primera fila para entrar mientras la voz que salía por los altavoces anunciaba el nombre de la estación en la que se encontraban.
Pero esa vez, durante su búsqueda de una chica de ojos azules claros, no la encontró allí, esperando ni tampoco en el sitio donde se sentaba a esperar a veces. Se estaba empezando a preocupar, aunque ni siquiera sabía su nombre ni nada de ella, tenía esa necesidad de revisar con la mirada cada uno de los nuevos pasajeros en busca de una cabellera platina.
"¿Buscas a alguien?" La mujer de enfrente de ella preguntó mirándola por encima del periódico que estaba leyendo.
"No" Respondió avergonzada e intentando ocultarlo mirando hacia su libreta cerrada.
La señora le dedicó una sonrisa y siguió leyendo las noticias, seguramente sobre las elecciones de este año, mientras que el tren comenzaba de nuevo moviéndose para llegar a su próxima parada. No quería marcharse de allí hasta que ella hubiera aparecido y subido, pero ya sabía que el tren no esperaba a nadie. Así que se quedó con la mirada buscándola unos segundos más en esa pequeña estación, hasta que se perdió de vista. Y una vez que fue sustituida por vías, su mirada se volvió a dirigir al frente de nuevo, antes de mirar una última vez hacia su sitio donde la podía ver perfectamente desde donde estaba sentada. Y allí estaba como siempre, situado diagonalmente a ella, pero ocupado por otra persona que no era esa chica, suponía que tal vez se había resfriado por como estornudaba ayer y por eso no apareció. Aunque su mirada decayó al no verla esa mañana, ya no sabía qué hacer durante el tiempo que faltaba para que terminara la línea. La había estado contemplando todas las mañanas desde que la vio subir la primera vez: su pelo largo rubio platino aplastado por sus cascos, sus labios rosados moviéndose cantando por lo bajo alegremente la música que estaba escuchando, el brillo de sus ojos claros, el mismo abrigo que siempre llevaba... Así semana tras semana, llevaba observándola en un cómodo silencio.
En esos momentos se estuvo arrepintiendo de no haber hablado alguna vez con ella o sentarse a su lado mientras que su corazón se encogía volviéndola a imaginar ayer por la mañana cuando le preguntó un momento si tenía un pañuelo, después de que hubiera estornudado varias veces antes. Parecía que se paralizó el tiempo y su alrededor mientras ella iba despacio hacia donde estaba para decirla una simple pregunta. Recordaba perfectamente su tono de voz dulce aún en sus tímpanos y como casi se quedaba trabada contestándola y sintiendo como su paquete de pañuelos se resbalaba entre sus manos, mientras que la chica platina le agradecía pronunciando un "gracias" con una seguridad que ella era incapaz de tener al lado suyo. Se seguía sintiendo una idiota porque su boca no pudo responderle "de nada" por su nerviosismo antes de que se hubiera vuelto a sentar en su sitio. Ni siquiera pudo apartar la mirada del suelo y dirigirla a su hermoso rostro durante la mini conversación que tuvieron. Al recordarlo sabía que sus mejillas habían tomado un tono rojizo al pensar en ella, pero llevaba sin poder quitársela de la mente desde mediados de septiembre. Y eso que solo hablaron esa única vez y casi se moría creyendo que fue hacia ella para decirle que parara de observarla, porque cuando se dirigió a donde estaba, fue después de que sus miradas se conectaran y ella desviara la suya al segundo hacia el cristal.
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𝙴𝚕 𝚝𝚛𝚎𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚕í𝚗𝚎𝚊 𝟸
Romance"¿Apple, por qué sigues yendo en esa línea si sabes que tardas más?" Raven insistía de nuevo y aunque tenía razón, no pensaba cambiar de tren.