8. Inesperado, pero deseado

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Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. (Julio Cortázar)


Derek seguía pensando en Aidan, lo que no dejaba de molestarlo. Era inesperado y desagradable no poder sacarlo de sus pensamientos. ¿Por qué? ¿Sólo por una charla insípida en la que no habían intercambiado tantas palabras, pero sí muchas miradas? No parecía razón suficiente.

A ver, sí, había sido inesperado que Aidan respetara su espacio, para empezar, y que aceptara su ayuda copiando ese montón de malditos expedientes innecesarios... Que, sobre eso, si Derek no recordaba mal, ¿Sarah no había dicho que entre los incontables amantes de Aidan estaba su jefe? Era extraño que le pidiera eso, si tenían una relación amorosa. Aunque él había refutado contundentemente tener alguna relación, tanto así que Derek incluso había bromeado con que esa podría ser su propia fobia. Lo cual había sido ridículo porque eso era imposible, ¿quién podría tenerle miedo al amor?

Nadie, porque todos, incluso si nos lo negamos a nosotros mismos, queremos ser amados. Algunos son más independientes que otros, pero incluso ellos al menos durante un breve instante de sus vidas, han sentido las garras de la soledad rasgando su alma y deseado que alguien estuviera ahí con ellos. Y no cualquier “alguien”, sino alguien especial.

Derek definitivamente anhelaba eso. Siempre lo había hecho y ahora que nadie podía abrazarlo, besarlo, tomarlo de la mano o acercarse demasiado, con más razón. Extrañaba eso. A veces las palabras y las miradas no bastaban. Aunque las de Aidan habían sido agradables aquella madrugada. Realmente no habían dicho mucho, pero se había sentido bien. Incluso había habido un par de sonrisas inesperadas que habían provocado, muy a su pesar, un revoloteo en su estómago.

Y la sensación era tan molesta que quizá entendía un poco el rechazo de Aidan hacia el amor, porque cuando abres tu corazón siempre das al otro la oportunidad para herirte.

Pero nada de eso explicaba su molestia por Aidan. Sí, había sido un buen rato, ¿y qué? Eso no quería decir nada, no por eso debió pensar que lo buscaría después, y claro que no lo había hecho. Él no era tan estúpido como para haber esperado que las cosas entre ellos cambiaran. Claro que no.

—¡Agh! —Derek gritó, enterrando el rostro en su almohada y después de un buen rato y con la garganta irritada, salió de la cama sintiéndose un poco mejor.

Eso hasta que estuvo frente a su tocador y notó el ramo con las flores secas. «Espero que tu vida se llene de amarillo». «Es el color de la vida y la esperanza... Nadie da flores amarillas si no te quiere y te desea cosas buenas».  «He notado que tu cabello es cada vez menos amarillo, así que aquí está un poco más para ti». «No pierdas la esperanza, Derek. Estoy seguro que un día podrás regresarme un golpe por nuestro primer encuentro y entonces estaremos a mano». «Espero que aceptes mi indeseable presencia en tu vida».

Mientras Derek miraba sin realmente mirar hacia las flores, las palabras de Aidan y de la pequeña Luz –la niña superviviente del cáncer– llenaron su memoria. Su ceño se frunció al momento que arrancaba un pétalo amarillento ya seco... Espera, ¿le había agradecido a Aidan por esas flores y sus buenos deseos o, al menos, se había disculpado por el malentendido?

—No —se contestó el mismo, llevando su mirada hacia su reflejo. No lo había hecho. ¿Por qué no lo había hecho? ¿Qué estaba mal con él?

Negó con la cabeza y ahora realmente se miró en el espejo. Frunció los labios, dándose cuenta que era cierto: el amarillo de su cabello se había ido casi por completo. Igual que las flores de Aidan habían perdido la intensidad de su color vibrante. Tal vez debería devolverle a su vida un poco de color y esperanza, justo como Aidan había dicho.

Fearless Love (Amor sin miedo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora