La vez que renuncié a mi trabajo para seguir mis sueños...

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Las películas animadas siempre fueron mis favoritas. Siempre están llenas de color, canciones y personajes carismáticos. 

Lo que siempre te dicen es que "los sueños pueden hacerse realidad".  Y un abanico de posibilidades abordan mi cabeza.

Primero, quería ser un super héroe. Combatir el crimen, salvar a las personas, y tener super poderes. ¡Sólo imagínenlo! Poder levantar un auto como si estuviera hecho de cartón; poder correr largas distancias en menos de un segundo (según mi papá, esos son muchos decimales); volar por los cielos; hacerse invisible... ¡Las posibilidades eran infinitas! Sólo había un pequeño problema: yo no tenía ninguno de esos poderes. Claro, podía intentar caer en un barril de desechos tóxicos o buscar ser mordido por una araña radiactiva, pero no tenía nada de eso a la mano... y mi mamá apenas me dejaba salir a la esquina a comprar el pan. 

Descartado.

Lo siguiente que se me ocurrió: ser chef. Mucho más realista que andar en calzoncillos volando por la ciudad. Además, me encanta comer. Mi mamá dice que paso más tiempo en la cocina que en mi cuarto... ¡Eso debía ser una señal! Hasta que supe que los chefs preparan la comida, pero no siempre llegan a comerla... ¡pero esa era la mejor parte! ¿A quién se le ocurriría cocinar algo muy rico pero no llegar a probarlo? No tenía sentido. 

Descartado. 

Luego, retomé mi deseo de volar. No con una capa, pero con un avión. Los pilotos siempre van de un lado a otro, conocen sitios geniales, ¡y encima les pagan! Parecía el camino perfecto... antes de ser diagnosticado con miopía. Claro, podía usar lentes y el asunto se arreglaba, pero, al parecer, necesitas una vista perfecta sin lentes para poder manejar un avión... ¿Por qué? ¿Con qué te podrías chocar en el aire? ¿Con una nube? ¿Con otro avión? ¿Con un alien? ¡Argh!

Descartado...

Sólo parecía haber un camino: la música. A ver, no soy ningún Mozart ni tampoco un Beethoven (el músico, no el perro), pero tampoco se me daba mal. Tenía una buena voz, no me pasaba del tiempo cuando cantábamos karaoke en la casa y siempre me habían dicho que era todo un prodigio... ¿por qué no dedicarme a eso? Además, los músicos siempre llenan estadios, la gente corea sus nombres, siempre tienen buenos carros y buenas casas... aunque sigo sin saber cómo hacen para llegar a casa a tomar lonche después de un concierto. Y parece que seguirá siendo un misterio porque, cuando fui corriendo donde mis papás para decirles... digamos que no saltaban como yo. De hecho, se tuvieron que sentar un momento. No recuerdo los detalles, pero en resumen me dijeron que la música servía más como un "hobbie" (sea lo que sea eso), y que pensara en otra opción; algo más "realista". Podía no saber mucho de la vida pero estaba cien por ciento seguro de que los músicos, a diferencia de los super héroes, son muy reales. ¡Incluso vimos a varios en la Kermesse del colegio! No entendía nada, pero sabía que si insistía me iba a llevar una bronca... y esas cosas no me gustan.

¿Y ahora?

Me siento perdido. Asustado, incluso. Y aún más sabiendo que, dentro de poco, ya no iré al colegio, sino a un sitio llamado "universidad". 

***

Mi papá y yo fuimos un día a esa universidad después de clases. Llevábamos un montón de papeles y fichas con datos y fechas. Sólo quedaba un espacio en blanco que decía:

"Facultad a la que desea postular".

Mi papá me miró, como esperando una respuesta. Yo me encogí de hombros. No sabía qué era una facultad, pero me daba miedo preguntar. Miré por todos lados hasta que vi un estante lleno de folletos. Corrí a todo gas hacia allí y agarré dos al azar. Uno decía "Arquitectura" y otro decía "Derecho". Se los mostré a mi papá y me preguntó:

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2023 ⏰

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Crónicas de un niño vestido de adultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora