Impotencia

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El lugar era un puto desastre.

No había una mejor manera de describir la situación, realmente intentó buscar una pequeña esperanza en su optimista corazón pero ni siquiera él podía ver el lado bueno de este fiasco que en el algún momento le llamaron "misión".

Se escuchaban gritos aterrorizados de los civiles que buscaban un lugar seguro en el cual esconderse.

No lo había.

Y aunque lo hubiera no podrían escapar de su doloroso final.

Todo el universo iba a colapsar. Estaba colapsando. Ya nadie podía hacer nada. Todo ya se había ido al diablo.

Se había quedado paralizado ante el desastre, no sabía que hacer, no sabía que podía hacer, ya no había nada que pudiera hacer...

Fueron unos gritos de dolor los que lo sacaron de su trance.
Conocía a quien estaba llorando, conocía a quien estaba llorando amargamente hasta desgarrar su garganta.

Claro que lo conocía, por supuesto. No es como si conociera a tantos tipos tan altos de todos modos.
Pero ahora mismo Miguel le parecía un completo extraño.

Miguel arrodillado en el piso magullado sosteniendo a una niña en brazos, a su niña.

Tratando inútilmente de detener la fragmentación que estaba padeciendo la pequeña mientras le pedía a su papá que la ayudara mientras lloraba abrazándolo.

—Ayuda, por favor... - escuchó Peter murmurar al más alto.
—¡Peter, ayúdame por favor! - gritó con la garganta ya ronca. Los ojos por igual estaban enrojecidos e irritados por las lágrimas que abundaban en él.

Peter lo miró con lástima y lágrimas amenazando por derramarse sin permiso. El también adoraba a Gabriela, a Gaby. Él había sido una de las pocas personas en saber de la existencia de esa niña, del vínculo que Miguel tenía con ella.

Pero lo hecho hecho está.

No podían hacer nada por ella ni por ese universo. Por primera vez en su vida la impotencia lo carcomía dejándolo inmovilizado y limitándose a solo observar como la niña desaparecía en los brazos de su padre.

—Miguel... Vámonos, ya no hay nada que hacer. - dijo poco después, no supo cuando pero las lágrimas comenzaron a salir sin permiso de sus ojos a la par que un nudo se formaba en su garganta. Mejor hablaba ahora que podía mantener su fachada de la voz de la razón.
—No hay nada que puedas hacer. - dijo Peter sentándose junto al más alto que se había quedado paralizado, en shock, mientras su mundo desaparecía entre sus brazos.

—Déjame aquí. - fue la única respuesta que recibió del moreno.

—¿Estás loco? ¡Por si no lo habías notado todo esto se está llendo a la mierda! - dijo desesperado, se rehusaba en acatar esa orden.
—Si te quedas vas a desaparecer... - murmuró poniendo su mano en los hombros ajenos siendo apartado de golpe.

—¡Pues bien! ¡Me parece perfecto! - gritó en un intento de ahogar sus sollozos con ira desbordante.
Sus manos no habían dejado de temblar mientras permanecían en sus muslos clavándose sus garras perforando el duro músculo dejando un rastro de sangre considerable.
—Solo déjame. - sentenció Miguel casi derrumbándose en el suelo.

Peter se levantó del piso y suspiró pidiéndole a Lyla que abra el portal hacia la base, hablar con Miguel ahora no lo iba a llevar a ningún lado así que lo envolvió entre sus telarañas antes de que el otro tuviera la oportunidad de protestar y literalmente lo arrastró hasta el portal.

La llegada a la base fue tal y cómo lo imaginó: dramática.

No le sorprendió cuando Miguel arremetió violentamente contra él, no le sorprendió cuando le preguntaba en medio de gritos:
"¡¿Por qué no me dejaste ahí?!". Tampoco le sorprendió cuando Miguel se derrumbó ante él, aferrándose a él mientras lloraba.

Peter no estaba sorprendido por ninguna de esas facetas. Simplemente puso sus manos alrededor del moreno consolando su ahora destrozado corazón mientras le murmuraba palabras calmantes con voz suave.

Se quedaron allí en el frío piso de las instalaciones ignorando hábilmente las miradas curiosas de las demás spider-personas. Ahora ellos no importaban, solo le interesaba hacer que su grandote se sintiera seguro.

—Hey, grandulón. Vamos a mi dimensión, puedes quedarte conmigo todo el tiempo que quieras, Mj te extraña. Hace unos días que no te ve. - murmuró calmadamente acariciando los mechones azabaches con cuidado en un intento de relajarlo.
—Además, te hará bien pasar un tiempo alejado del cuartel y todo eso. ¿Quieres venir? - preguntó Peter a un Miguel cansado y hecho bolita contra su pecho.

Bueno... - murmuró el moreno abrazándole con más fuerza mientras que Peter se limpiaba las lágrimas y comenzaba a abrir el portal.

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