II: Niñera

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La madrugada llegó muy pronto y Vía casi había olvidado lo que había ocurrido la noche anterior.

Estaba acostumbrada a levantarse así de temprano, así que su cuerpo comenzó a reaccionar a partir de las dos de la mañana.

Se estiró con normalidad, soltando un suave bostezo para poder aflojar la mandíbula y sin más intentó abrir los ojos.

Y vaya que abrió los ojos.

Encontró a su lado al chico del día anterior, casi muerto, o eso parecía.

Le puso un dedo frente a la nariz para estar segura.

Está respirando...

Pensó después de oír un breve suspiro. Solo estaba dormido.

Vía lo miró de cerca. Parecía una persona normal, casi tanto como cualquiera, de no ser por esa extraña pijama antigua.

Parecía una abuela.

Sanders tomó aire y  Vía retrocedió al ver cómo de su boca se asomaban un par de colmillos afilados, como si fuera un animal salvaje. Mantuvo la vista en el vacío.

Tengo que irme.

Siguió, aturdida por su descubrimiento.

Se levantó rápidamente y caminó a la salida. La bestias podrían ser solo cuentos, pero definitivamente era la única humana en el castillo.

Bajó las escaleras y caminó por los pasillos tratando de recordar las vueltas locas que había dado Sanders la noche anterior.

Trotó sobre la alfombra roja rozando las paredes tapizadas y finalmente algo la detuvo. Había alguien más ahí.

Miró a su lado y en una de las sillas de una mesa larga y rústica estaba uno de los chicos de antes tomando algo de un vaso de cristal.

— Buenas madrugadas. ¿Sanders te sacó a pasear? —preguntó el de mechas naranjas dándole un trago a su bebida.

Vía frunció el ceño. Sacar a pasear sonaba a mascota.

El chico analizó su postura y pertenencias y supuso que trataba de huir.

— Qué raro... —frunció el ceño confuso.

— ¿Qué? —soltó palabra por primera vez.

— Te está dando ventaja. —Vía desenfocó la mirada una vez más.

Todo era confuso, pero trataba de entender. Ambos miraron al vacío algo extrañados y nuevamente el chico habló.

— ¿Tienes sed? —preguntó invitándola a la mesa, dando un trago más a su bebida.

Vía abrió los ojos...

Rojo, espeso, brillante e increíblemente oloroso, no a dulce, si no a metal. Estaba bebiendo sangre.

Miró al vaso y al chico, al chico y al vaso, una y otra vez. Debía ser una broma de mal gusto o solo tenía deficiencia de hierro, aunque estaba segura que existían píldoras para eso.

Tomando en cuenta todo lo que le había ocurrido sonaba más creíble lo del dragón.

Lo volvió a mirar. Con los ojos exorbitantes, esperando que estuviera soñando.

— ¿Qué? —preguntó un tanto asustado por su expresión.

— Eres un v-va...

— ¿Bailarín excelente? ¿Vaquero del viejo oeste? ¿Barco en medio del mar?... —soltó frases casi al azar intentando descifrar lo que trataba de decir Vía.

La Mansión BittDonde viven las historias. Descúbrelo ahora