{Capítulo 42}
SIGH
¿Alguna vez serás capaz de admitir que tienes tanto miedo a que te abandonen que siempre recurres a echar a la gente de tu vida por temor a que te fallen de nuevo?
Maldije una y otra vez golpeando mi cara contra la almohada. Gemí contra esta.
Había sido una cobarde. Una cobarde de los pies a la cabeza por intentar alejar a Thunder de mí solo por sentir que a la mínima saldría huyendo.
Como todos lo hacían.
Por pensar que cuando conociese la historia de mi madre y su forma de ganarse la vida —abandonándome por el camino—, no me vería con los mismos ojos.
Por pensar que cuando este se enterase de quién había sido mi padre —y a causa de qué había muerto—, no podría mirarme de otra forma que no fuese con pena y lástima.
Por pensar que cuando descubriese la gruesa cicatriz que escondía tras mi collar se arrepientese de haberse topado con una chica tan débil.
Por pensar que era una mala influencia para él cuando yo casi dependía del tabaco.
No desde esa promesa, pero había sido adicta durante unos años.
Tenía todo lo malo que una persona podía reunir. Y aun así no sabía qué hacer para que Thunder se presentase al dueto. No podía faltar. Era su sueño. Y si no lo hacía, lo echarían de aquí.
Y yo no...
La simple idea me hacía agitarme. Los nervios comenzaron a aflorar con fuerza.
Thunder se había cruzado conmigo por pura casualidad y se había convertido en alguien mucho más especial de lo que yo misma me permitía asumir en voz alta.
Necesitaba pasar la prueba.
Y no sabía qué hacer para lograr hablar con él. Si de verdad quería cantar... Necesitaría ensayar, y apenas quedaban tres días. Yo sabía cómo seguirle el ritmo con la guitarra, y él había memorizado todas las notas de la canción con una rapidez impresionante. Juntos podríamos hacer un buen dueto a dos guitarras eléctricas. Si quería presentarse allí el mismo día sin... ensayar previamente, que así fuese. Me lo merecía.
Pero la voz... Ese era un tema que no se controlaba de un día para otro. Y no es que Thunder no pudiese hacerlo, pero hacía dos días que no salía de casa. O al menos no escuchamos ruido alguno en la cerradura de su vivienda. Vivíamos al lado, y se escuchaba. Además, Xander también estaba pendiente de cualquier mínimo movimiento.
Estos días yo apenas había ido a ensayar, no estaba centrada. No podía pensar en otra cosa que no fuese el danés. Su persona ocupaba gran parte de mis pensamientos, por no generalizar y englobarlos todos a él.
Me giré en la cama y suspiré con fuerza. Abracé la almohada con fuerza, casi me dieron ganas de estrujarla tanto hasta rasgarla con mis uñas y hacerla pedazos.
Rehusé de esa idea, lo último que necesitaba ahora era ponerme a limpiar todas las miles y miles de plumas blancas que probablemente quedarían esparcidas por mi habitación al completo.
En su lugar, me levanté de la cama, y apoyando mis codos sobre mis rodillas, enterré mi cara entre mis manos.
No podía hacerlo...
No, no podía.
Pero...
Esa vocecita me gritaba algo.
Hazlo, Sigh.
No decía que lo hiciese, sino que... simplemente lo tenía que hacer.
Por lo que, sintiéndome en la obligación de intentarlo, me dispuse a probar algo nuevo.
No es que fuese nuevo como tal, no era mi primera vez. Pero desde luego que siempre se sentía así.
Sin llevar nada conmigo, con muchas ganas, y nervios a su vez, crucé el pasillo del salón y me despedí con rapidez de Xander.
—No me esperes despierto... estos días.
Apenas reparé en la cara que el mismo puso, puesto que salí de casa como alma que lleva el viento.
Las emociones estaban a flor de piel. Mi cuerpo se sentía extraño. Notaba cómo el estómago se revolvía por la mera idea de hacerlo.
Se lo debemos. Me recordé.
Al igual que recordé a la otra persona a la que se lo debía.
No fui consciente de que había comenzado a llorar hasta que unas lágrimas descendieron hasta mi labio y los noté húmedos. Me coloqué el gorro de mi sudadera negra favorita y con rapidez, me limpié las lágrimas derramadas. Sonreí con tristeza, al recordar en "A World of Ashes". Por lo que, haciendo caso omiso a su letra, me dispuse a quemar a quien quiera que se interpusiese en mi camino.
Esta vez no fallaría.
No volvería a huir.
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Eléctricos suspiros
Novela JuvenilThunder, su nombre era Thunder Iversen. Él llegó a Quebec, Canadá, para empezar una nueva vida, un nuevo comienzo. Tenía carisma, y le sobraba talento. El músico decidió no pasar desapercibido y así lo hizo con sus cientos y muy peculiares tatuajes...