IV: Conocerlos Mejor

12 1 2
                                    

El aire se estancó en la habitación y el silencio inundó la casa.

— ¿Qué son las liebres? —los miró curiosa.

Los hermanos se miraron. Debían ser cuidadosos con lo que le dirían.

El pálido se inclinó un poco hacia ella y la miró unos segundos para asegurarse que lo escuchara.

— Son cazadores. Criaturas que cazan humanos para comer. —empezó tranquilidad.

— Siguieron tu olor hasta aquí, por eso Sanders te sacó. —siguió Dereck.

— ¿Eso quiere decir que pueden volver? —abrió los ojos Vía.

— Es probable, pero por ahora estás más segura aquí. Si vuelves al pueblo ahora los atraerás y provocarás una masacre. —advirtió el pálido.

Ya no podría volver ni aunque quisiera. Estaba atrapada junto a ellos y tendría que acostumbrarse porque probablemente nunca saldría.

Era mucha información en poco tiempo y nuevamente su mente estaba hecha nudos. Le costaba procesar tanto.

Los chicos miraron a la ventana de pronto. El sol finalmente había salido y estaba tratando de entrar por sus ventanas. Escurriéndose entre las cortinas de seda.

— Amaneció. —dijo Sanders viendo como la luz avanzaba lentamente por la pared.

— Voy a leer. —se levantó Dereck de la mesa.

— Yo a mi cuarto. —siguió Lenny.

— Yo igual. —se levantó Sanders como si no le importara dejar a Vía sin supervisión.

Puedes explorar si quieres. —le dijo antes de subir las escaleras.

Vía miró frente a ella. Ahí seguía el pálido cara dura, implacable, sin prestarle mucha atención a la chica a pesar de su cercanía.

— ¿Cómo te llamas? —empezó ella esperando al menos que hablara un poco.

— Bunraku. —soltó a secas. No daría más información de la necesaria. Era un tipo bastante reservado.

— Yo Vía. —siguió buscando sentirse más segura en lo que probablemente sería su nueva vida.

Raku la miró rápidamente. Y se preparó para alejarse.

—Me tengo que ir. —se levantó sin más.

No intentes huir. —advirtió una última vez y finalmente desapareció en el pasillo.

Vía miró a su alrededor. Estaba aburrida.

No había dispositivos móviles ni televisión. Prácticamente nada de tecnología actual. Parecía que se había varado en los años 800s  y ni siquiera las historias de terror la habían preparado para convivir con seres fantásticos de su clase.

Vía se levantó y comenzó a caminar. Iba a explorar la mansión. Conocerla mejor.

Deambuló por la primera planta y encontró un par de habitaciones cerradas.

La casa era vieja, pero realmente no había nada lo suficientemente interesante como para llamarle la atención.

El techo era tan alto que un gigante podría caminar tranquilamente por ahí y las paredes tapizadas de un diseño anticuado y rancio como el café de la mañana la hacían sentir como si estuviera atrapada en el tiempo.

Las velas casi nuevas que iban donde se encontraban los restos de quién sabe cuántos juegos de cera más y la alfombra convenientemente roja que recorría cada pasillo, casi tan fría como la nieve.

Vía se miró los pies, había olvidado que llevaba aún sus zapatillas deportivas, pero de todas formas podía distinguir la temperatura de casi todo a su alrededor.

No entendía como ellos soportaban vivir en un lugar tan frío, incluso de día.

Escuchó un silbido a lo lejos. No fuera si no más para adentro, muy en el fondo de un pasillo, al final donde tan solo había una pared.

Frunció el ceño y miró alrededor confundida. Miró al suelo nuevamente y notó un pequeño y casi indistinguible relieve sobre la alfombra.

Se puso de rodillas y levantó el manto escarlata del suelo para encontrar una pequeña puerta sobre el suelo, que probablemente llevaba a otra habitación.

Metió un dedo en la rendija que servía para abrir la compuerta y al levantarla sintió como algo debajo se movió.

Como si una persona o animal se hubiera asustado al oír que abrían la puerta.

— ¿Qué estás haciendo? —soltó Raku a sus espaldas haciéndola saltar del susto. Soltando el cuadro de madera de pronto.

Lo miró sorprendida.

— Yo-

— Sal de aquí. —le ordenó sin dejarla terminar de hablar y ella rápidamente se levantó para volver al pasillo principal.

Realmente la intimidaba.

A sus espaldas una polilla se escapó del sótano por el pequeño espacio que había dejado abierto y la siguió con cuidado por el pasillo. Revoloteando torpemente cerca de ella.

La miraba con curiosidad, preguntándose cómo no se había dado cuenta de que estaba ahí.

Logró ver la luz del sol entre las gruesas cortinas y se detuvo a mitad del pasillo, como si los tibios rayos amarillos lo llamaran hacia la luz.

Voló hacia la ventana casi hipnotizado por el cálido destello amarillento que reflejaba el sol sobre el cristal y entre las cortinas.

Era tan bello ver algo así después de tantos años que no le importó que estuviera tan lejos de su habitación.

— Ash... —le llamó la atención su amigo y rendido se dirigió de vuelta al sótano.

Por una razón no salía. Tenía sus propias reglas, y si quería mantenerlos a salvo debía seguirlas, aunque aún extrañaba el olor del otoño, y caminar por los pasillos del castillo.

























( créditos a los autores de los fotos... )

La Mansión BittDonde viven las historias. Descúbrelo ahora