Al nacer en las cofradías de la desigualdad siempre vivió y vive en mi una ansiada realidad aparente. Podríamos pensarlo como aquellos espacios tumultuosos de hartazgos que buscan socavar el hambre de estas tierras, es que me siento cansado, que he vivido muchos años para decir que la desigualdad que nos trae el hambre es el desencadenante de tantas tragedias.
Y son en los momentos por los cuales vienen recuerdos de mi niñez, en donde mi padre recién graduado de la universidad llenaba las alacenas con alimentos y en aquella inocencia le daba a la persona que por primera vez limpiaba una casa en la cual yo habitaba alimentos para sus siete hijos, quizá no era yo, sino Dios, quizá era mi alma, que es de Dios.
Pero hace algunos pocos días en esas charlas de noche que uno se percata de sus buenas acciones, por aquellas que no, reflexione en que siempre soñé con un mundo que no sea desigual, que no pedimos mucho los que estamos en la humildad, más que respeten nuestras necesidades básicas como un hogar, un alimento de todos los días, salud y tiempo de ocio.
Nos han arrebatado todo por causa de su tirantez y su gula de poder, al extremo que no se han imaginado, ni siquiera han pensado en los niños del ayer y en los de hoy que tienen hambre, que buscan desesperadamente olvidarse de la razón, para no sentir lo que sus estómagos vacíos dicen.
En mi mundo utópico, la tierra es un poco el paraíso, donde el hambre no existe, donde nadie se preocupa por el pan de cada día y donde la solidaridad, el amor y el respeto son parte de nuestro día a día. En un mundo utópico, donde los zombies piensan y las marionetas caen, vive una fantasía, quizá delirante en donde todos somos iguales ante los ojos del poder.
Aun me impresiona como las agendas del 2000 y la actual la de 2030, solo han incrementado y cortado las libertades y han sumergido a mis compatriotas y tantos otros en la hambruna, la desesperanza y la desolación.
Es imposible en nuestros tiempos que corren mirar atrás y observar que hemos sido nosotros los propulsores de todo esto y que es necesario para que ningún niño más muera de hambre que las cosas cambien.
¿No es momento de despertar tu esperanza por el alado?
En mi mundo utópico, Dios me dice, que nos ama.
***
Rostros de mi pueblo:
En aquellas expresiones que suelo observar en los rostros perdidos de la ciudad de las trincheras y entre tantos otros que he recorrido en la vida nómada que Dios me ha puesto, lograba observar con detenimiento los rostros de las personas en aquellas terminales donde los sueños empiezan o terminan.
Me extrañan las ojeras de los ancianos, la mirada perdida de los niños con un pan en su mano, me extrañaba ver jóvenes con la espalda y la dignidad a gachas. Mientras orgullosos, vanidosos otros caminaban con su estómago lleno. No comprendo cual fue el punto: Si ser descendientes Italianos, Españoles y tantos otros, si la educación o algún sueño tirano de algún dictador perdido en la salvia de la empatía con su pueblo, que arruino la educación.
Buscando respuestas de cuál fue el momento exacto y la razón aparente que haya destituido la esperanza y la fe a mi pueblo. Me he criado escuchando informaciones de los medios de comunicación que en su afán de los sobres color amarillo, me enseñaban sus visiones. Con el tiempo, el amor por la comunicación me había llevado a creer que los empresarios iban a salvar la historia de un país tan joven, pero tan olvidado.
Defendí ideas, pensamientos y estructuras que solo me llevaban, al naufragio de la desigualdad, porque la necedad y la soberbia de la edad hacen mecha en la adolescencia y los inicios de la juventud, donde no comprendemos que los zapatos y las agujetas son centavos de los padres.
Había visto todo, Dios me había dotado de una inteligencia, que adormecida y acostumbrada a los maltratos se fue olvidando de la cosmovisión de las cosas y en esos mates rutero, un recuerdo. Mi madre en el trueque, los dolores insoporables de estomago, casi enfermos y adormecidos.
He tratado de comprnder desde aquel recuerdo que es lo que nos mueve como país y como personas, cuales son nuestros valores en un mundo desesperanzado. Donde las fuerzas velan por los poderosos y no por los humildes, donde un celular cuesta una vida para quién no encuentra salida en su realidad.
Con el tiempo había entendido que el hambre provocaba egoísmo, que la corrupción provocaba resignación y que los enemigos del pueblo no existían, simplemente en aquellos barcos que alimentaron aquellas bocas extranjeras, vivía un desarraigo profundo por su tierra, el mismo que heredado construyo, concentro y forjo esté país parido del dolor.
Hoy en los albores de una Argentina vivida de la incertidumbre, entendí que los valores que movían a mi pueblo eran los mismos que aquellos sobres amarillos y que en la guerra nos hemos perdidos en la grieta, despertando mi sueño utópico: Que como hombre cuestione la iglesia por los valores que pregonaban y por las injusticias que en mi pueblo habitaban. Después de haber desnudado mi alma en las calles de las resistencias, comprendí que mis acciones siempre habrían de tener una consecuencia y que no podía Culpar a Javhe o al Dios del Universo sobre los acontecimientos que ocurrían, fue en el mismo instante de la aceptación que sentí. Despertó la necesidad de comprender que la Misericordia de Dios me había salvado, que mi Fe, era el motor de mis días y que la esperanza en la hambruna que vivía, era simplemente el vestigio de los espejos que reflejaba allá arriba y así una idea que quizá mañana tenga fuerza: Que el pueblo que mis pies vio nacer, Crean, que el reino de Dios, es quién salva en los tiempos de cólera, que no importa lo que profese en la privacidad de la casa, es un solo Dios, para todos nosotros.
Porque a mí la vida me deshizo tantas veces y lo busque tantas otras, hasta que en la sutileza de mi realidad encontraba sus abrazos para refugiarme y que la crisis de allá afuera terminara. No les miento si digo que temo por la violencia que puede ejercer la desigualdad, pero aquel que entienda estas letras, comprenda que somos parte de esta realidad y que la Fe, el trabajo y la educación nos sacaran y que somos las consecuencias de nuestras acciones.
"la salvación está en Dios"
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Esencia
SpiritualEsencia es una obra de reflexiones realizadas por mi autoría. Es un espacio de Dios, que cree luego de haber transitado entre tantas cosas, La Subida al Monte Carmelo, en mi búsqueda con el Padre. Aquí no hay prejuicios estamentales, ni religiosos...