¿Para qué se metía en donde no la llamaban? Ahora estaba pagando las crueles consecuencias.
Cada vez que escuchaba los disparos, se le erizaba la piel y se tropezaba por el temblor en las piernas que le provocaba el miedo. Tarde o temprano la encontrarían y la matarían cruelmente en el medio de la nada.
Nashira llevaba tanto tiempo corriendo —o así lo sentía ella— que ya sentía las piernas que se le entumecían, y que sus pulmones ardían como nunca antes en busca de aire. La sensación de pánico y dolor empeoró al escuchar los disparos e insultos de los malhechores cada vez más cerca de donde se encontraba ella.
Tal vez si hubiera mantenido la boca cerrada, no estaría corriendo por el bosque para salvar su vida. La muchacha maldijo otra vez su mal genio e impulsividad.
Nashira no sabía por qué se le había ocurrido la maravillosa idea de defender a esa inocente chica de los dos delincuentes que ahora la perseguían —ya demasiado cerca para su gusto— para matarla. Ah cierto, para probar lo mucho que sabía sobre aikido, a pesar de solo tener el rango más principiante del arte marcial (que se llama Quinto Kyu por cierto; recordó en su mente. ¿Vieron lo mucho que ella sabe sobre el tema?).
La adulta joven de pelo corto marrón y ojos de color verde cayó bruscamente al suelo al tropezar con una inesperada rama que no logró ver a tiempo. El dolor la recorrió desde el tobillo hasta la espalda baja, haciéndola soltar un quejido. Intentó levantarse pero no pudo, no podía enfocarse en otra cosa que no fuese el dolor que ahora arremetía contra su tobillo.
—Mierda, creo que me doblé el tobillo. —Masculló entre dientes, respirando pesadamente.
De pronto, sintió un gruñido que provenía de su costado derecho. Nashira observó el bonito paisaje del bosque nevado en busca de la fuente de tal sonido, solo para descubrir a un lobo gris claro que no parecía ser completamente un adulto observándola fijamente.
<<Lo que faltaba, un lobo que quiere comerme. Yupi, esto es lo que siempre quise hacer para mis vacaciones de invierno.>> Pensó irónica, suspirando algo harta ya de la situación.
Sin embargo, el lobo no parecía tener comportamientos violentos, si no que parecía... extrañamente cauto. ¿Acaso ese era el comportamiento normal de los lobos? Nashira no lo sabía y tampoco quería hacerlo, ahora su objetivo era otro.
Ella empezó a arrastrarse hacia una duna de nieve lo suficientemente grande como para poder ocultarla —o eso esperaba ella— en lo que los hombres enfocaban su atención en el animal. En otra situación le hubiera dado pena sacrificar al lobo (¡con lo bonito que era, joder!), pero considerando que en ese momento debía adaptarse a las reglas de la naturaleza —cazar o ser cazado—, debía pensar en ella y su supervivencia primero.
Algo la sorprendió enormemente. El lobo se acercó y la olfateó, por lo que Nashira se quedó quieta y sin hacer ningún movimiento brusco; por temor de asustarlo y que por eso la atacase. Parece que la adulta joven le cayó bien al animal, porque este le agarró de la manga con el hocico y con suavidad y empezó a tironearla hacia la duna de nieve suavemente.
Justo cuando Nashira distinguió la figura de los hombres a lo lejos, el lobo logró ocultarla detrás de la luna. Logró ver a otro lobo que se acercaba, que le pareció que también era gris, o eso creyó, ya que notó también que su vista se estaba oscureciendo; ya que se estaba desmayando. Algo que se entendía porque la chica sintió muchas cosas en un solo día, y se desplomó por tantos estímulos.
Cuando despertó, notó que estaba en una cueva y que algo suave y calentito parecía estar cubriéndola del frío; y que era de color rojo carmesí. Pronto, cuando se sentó con lentitud, descubrió que era una capa con capucha. Se la puso sobre los hombros, y luego intentó levantarse con la misma lentitud con la que se sentó. Aprovechando el envión hacia el frente, se apoyó en la pared y comenzó a caminar hacia afuera apoyándose contra la pared de roca.
En el exterior, se encontró a dos lobos grises acostados sobre la nieve, y acurrucados el uno con el otro; y Nashira supuso que era para darse más calor. Uno de ellos se estiró adormilado, y en ese momento notó la presencia de la humana. Por ello, se levantó, haciendo que el otro lobo que estaba encima suyo se cayese al suelo y se despertara; y se acercó para olfatearla de nuevo. El segundo lobo se acercó y le gruñó molesto al primero y soltó un mordisco al aire, luego olfateó él también a Nashira. Ambos acariciaron bruscamente las manos de la adulta joven con sus cabezas.
Nashira se sorprendió enormemente, porque no se esperaba que tales animales salvajes se comportaran como unos domésticos. Igual no se quejó, ya que los lobos eran su animal favorito. Si son tan peligrosos, ¿por qué son tan adorables y abrazables?, se preguntó la muchacha.
Uno de los lobos —al que Nashira bautizó en su mente como Aslan— se separó para buscar unos palos que le tiró a sus pies. La muchacha lo miró notablemente confundida. ¿Acaso quería jugar?
Aslan volvió a acercarle los palos, y le movió la cola alegremente. El otro lobo —bautizado como Aramis— le tocó suavemente la pierna, cerca del tobillo lastimado. Una oleada de dolor le recorrió la pierna, así que se sentó para descansar. Ambos volvieron a acercarle los palos y a tocarle la pierna cerca del tobillo respectivamente, y ahí Nashira comprendió lo que querían los lobos.
—Quieren que haga una tablilla, ¿verdad?
Los lobos ladraron, como si estuvieran diciendo que sí.
Nashira no tenía experiencia haciendo tablillas, pero sí tenía alguna noción de cómo se hacían. Primero, usó la nieve —lo más limpio que tenía a mano— para limpiar y desinflamar la herida, luego se arrancó un pedazo de tela de la capa para poder sostener los palos y evitar que se movieran al moverse ella, y luego a su creación la extendió un poco por arriba y abajo del tobillo para impedir su movimiento. Se ató algunos nudos con la fuerza necesaria para que no se desarmara la tablilla, y luego con cuidado se levantó, apoyando gran parte de su peso en la pierna buena.
—Bueno, van a tener que ayudarme a llegar a una civilización humana. —Les pidió Nashira a los lobos.
Ambos animales gruñeron felices ante tal idea, y se pusieron cada uno a su lado. Empezaron a caminar lentamente, y Nashira se dio cuenta de que pasaron varias horas por la posición del sol. Finalmente lograron llegar a la civilización humana, cuando el sol se estaba ocultando.
—Bueno, acá será el adiós, supongo... —Habló.
Los dos lobos se frotaron contra las piernas y la instaron a salir del bosque. Nashira se agachó como pudo y les acarició la cabeza. Luego, al levantarse, notó a algunas personas de su pueblo quienes la miraron sorprendida. Los lobos se adentraron al bosque, y Nashira como pudo se acercó a sus vecinos quienes la recibieron aliviados en sus brazos.
Nashira se dio la vuelta para saludar a los lobos por última vez con su mano, solo para verlos al lado de una figura con capucha roja, la cual apenas se le veía el rostro. Luego, cada quien se fue por su lado, una con muchas incógnitas de cabeza. Al menos, pudo descubrir cómo terminaron las vidas de esos dos malhechores, y que la chica que decidió salvar se encontraba bien.
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La Señora de los Lobos
Short StoryCuando los animales son más humanos y compasivos que los propios humanos...