Capítulo 39

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La noche fue tan maravillosa como dolorosa. No hicimos más que abrazarnos y dormir. Quizá aquello si era algo bastante gay... pero poco nos importaba, nuestra propia sexualidad era de las pocas cosas que no nos interesaba solucionar en este momento. Dormimos muy pocas horas, dado que el vuelo de Phillip salía a las 9 de la mañana, lo que hacía que tuviese que levantarse a las cinco de la madrugada. Obviamente lo acompañaría.

Al recibir la noticia, Amber había llegado por la noche, mientras nosotros ya estábamos durmiendo. Había pasado esos días con Mafer y, aunque por la mañana tuvimos momentos para hablar, no fui capaz de preguntarle por ella. Debía dejarla ir, pasar nuestros duelos de forma individual.

Los llevé al aeropuerto y los acompañé durante las horas que les quedaban antes de que el vuelo saliera. Se sentía una atmósfera de tristeza, en parte debido por nuestra despedida pero principalmente por la preocupación por la salud de la madre de Phillip.

Cada minuto que pasaba hacía que todo fuera peor. Phillip conversaba con su familia sobre su llegada a Chile mientras que Amber y yo tratábamos de mantener una conversación amena.

 — Será un viaje pesado —dije en un momento en que nos quedamos sin nada que decir, ella me miró con una sonrisa ladina.

— Sí, más por que él querrá llegar lo más rápido posible —miraba a Phillip dar vueltas en sí mismo mientras conversaba por teléfono—. Supe que... algo pasó entre ustedes dos.

Ella lo sabía. El miedo comenzó a inundarme por completo. Aunque era obvio que ella lo supiese (podía ser por Mafer o porque el mismo Phillip le hubiese dicho algo en algún momento) pero el terror que tenía sobre lo que ella pudiera pensar era horroroso. Me encogí sobre mí mismo en cuanto ella dijo eso y pareció notarlo de inmediato.

— Emm... pues sí, osea... no mucho, es decir... —me trababa al hablar. Que pendejo. Las palabras no salían con coherencia y eso me hacía enrojecer, más aún al recordar lo intensos que habían sido estos días—. ¿Qui-Quién te contó?

Soltó una pequeña carcajada muy adorable. 

— Antes de venir, el Feli me contó por lo que estaba pasando... —lo sabía, sabía que ella estaba enterada de lo que Phillip estaba viviendo- y lo he estado acompañando estos días con sus problemas —miraba a Phillip reírse con algo que su hermano le había dicho estando al teléfono, podía notar el cariño en sus ojos brillantes—. Cuando Mafer me contó que habían roto fue inesperado... o sea, weón, ¡ustedes llevaban años juntos! Para mí era algo impensable y se lo dije a Felipe muchas veces —me encogí aún más de una forma avergonzada—. No sé mucho más, ha estado muy misterioso con todo, por eso te pregunto a ti.

Fue en aquel momento que ella me miró expectante. Yo la miré, luego dirigí mi vista hacia el castaño de sudadera naranja que seguía hablando por celular.

— El día en que salieron con Mafer y regresaron comiendo helado, Phillip se me declaró. Fue... bastante intenso —recordar ese día era extraño. Todo había salido bien, pero seguía sintiéndose como un trago amargo— y yo comencé a darle forma a un sentimiento que llevaba algún tiempo escondiendo. O sea, no mames, ¿quién se plantea la idea de que te guste tu mejor amigo de otro país y que, además, es hombre? —ella también ser rio por mi expresión—. Tenía un enredo en la cabeza muy cagado.

Volví a dirigir mi vista a Phillip. Una sonrisa se me formó de forma instantánea y el pecho se me llenó de una sensación cálida y agradable.

— Él y yo tratamos de estar juntos una vez —admitió entonces. Voltee a verla, yo ya sabía aquella historia, pero escucharlo por parte de Amber sería interesante—. Él me gustó desde el día en que lo conocí y cuando por fin aceptó ser mi pololo, yo no podía estar más feliz —su enorme sonrisa fue transformándose de a poco en una mueca triste—, pero él, por muy dulce y lindo que era, siempre me trató como a una amiga. Era doloroso que la persona a la que tanto amaba, no tuviera esos sentimientos por mí y no dejaba de preguntarme el porqué, a él no le gustaba nadie más... y entonces —me miró finalmente, otra vez sonriendo—, le gustaste tú. Y fue ahí que todo cobró sentido. Yo no le gustaba porque no me quisiera, si no, porque no le gustan las mujeres.

Quedé un poco en shock. Siempre había pensado en Phillip como un hombre heterosexual, pero ahora que Amber me decía eso, comenzaba a recordar las múltiples ocasiones en las cuales se fijaba mucho más en los personajes masculinos que en los femeninos.

— Quizá si le gustaron en algún tiempo o quizá solo fue porque era lo que debía gustarle, no lo sé —siguió hablando ella—, pero ni él quiere admitir que le gustan los hombres. Que me admitiera lo mucho que le gustabas tú fue impresionante, porque no puedo imaginar lo doloroso que debió ser para él darse cuenta —mi rostro de sorpresa no pudo esconderse, no había pensado en lo difícil que tuvo que ser para Phillip darse cuenta que yo le atraía, más aún sabiendo que tenía novia—. Entonces... -hizo una pausa, quitando el ambiente pesado que se había formado-, ¿están pololeando? ¿están saliendo?

Su pregunta hizo que nuevamente el rubor inundara mis mejillas sin poder evitarlo. Miré al piso mientras jugaba con mis dedos de forma nerviosa.

— No... no somos novios —admití—, pero... es difícil pasar de estar tantos años con una chica a darte cuenta que te gusta tu mejor amigo —era algo que me comía la cabeza durante estos días—. No me considero gay... me gustan las mujeres —la miré, estaba seguro que se podía ver en mis ojos la confusión que tenía encima—, además, ¿Y si lo nuestro sale mal? ¿Si alguien se entera y nos destruyen los comentarios? No... no sé si puedo con algo así.

— Oye —sentí su mano ponerse en mi espalda y vi como sonreía de forma amena—, todas las parejas tienen problemas, lo importante es que se resuelvan desde el amor y respeto que se tienen. Además, puedes ser bisexual perfectamente —en algún momento me lo había planteado, pero no estaba del todo seguro. ¿Yo, bisexual?— y, así como mucha gente les tirará malos comentarios, otros muchos los apoyarán. Entonces, todo esto un día acabará y te quedarás con él, los comentarios pasarán y ustedes seguirán.

Sus palabras fueron como un balde de agua fría sobre la cabeza. Creo que, muy en el fondo, sabía que ella tenía razón y que yo lo sabía, que ya me había respondido a mi mismo muchas de las interrogantes que me había planteado, pero que alguien más lo dijese era lo que necesitaba.

— Cuida a mi amigo, por favor. Quiérelo como yo lo hubiese hecho —podía notar la tristeza en su voz. Le sonreí mientras tomaba su mano y asentía.

— ¡Que conversación más larga! —el tan mencionado por fin había colgado la llamada y llegaba hacia nosotros—. Uy, ¿Qué chucha pasó que tienen esas caras llorosas?

Solo nos reímos. En aquel momento, la voz que indicaba que quienes tomaban el vuelo hacia Chile debían abordar, hacía presencia. El tiempo había llegado; la tan dolorosa separación estaba por llegar.

Nos dirigimos a la sala de embarque donde ellos se alejarían de mí, dejándome demasiado solo. Me despedí primeramente de Amber, dándole un gran abrazo y las gracias por la charla de hace rato, que fue un respiro de aire fresco. Ella me prometió que cuidaría de Felipe en su estadía en Chile. Confiaba en ella.

Y entonces, Phillip quedó de pie frente a mí. Su rostro demostraba toda la tristeza que tenía encima, esperábamos estar juntos al menos tres semanas más, pero las cosas a veces solo suceden. Lo agarré por la manga de su sudadera y lo acerqué a mí, dándole el abrazo más doloroso y triste que le podría haber dado, sentía que en cualquier momento me largaría a llorar, pero habían sido demasiadas lágrimas en muy pocos días.

— No sabes lo mucho que voy a echarte de menos —lo oí decir en un murmullo. Yo también lo extrañaría, demasiado—, y ahora que más podía comenzar a disfrutarte.

Me reí, había sido un comentario en doble sentido del que él también carcajeo. Pero sabía muy bien a que se refería, la idea de poder querernos sin que se sintiera como algo malo, algo prohibido, era maravilloso. Tenía muchas ganas de vivir con él las cosas que suelen hacer las personas cuando están comenzando una relación, con esos sentimientos de adolescente recién enamorado.

— Ya nos veremos Pili, te hablaré todos los días con aún más razón —lo apreté aún más contra mi cuerpo. Quizá nos viésemos muy patéticos, pero nos importaba bastante poco—. Gracias por decirme lo que sientes.

La voz volvió a sonar, recordando la ultima oportunidad de abordar, pero no quería soltarlo, no quería. Quería volver con él a mi casa y no dejarlo ir nunca.

— Tengo que irme, Missa... —sabía que no quería soltarme tampoco, estaba mintiendo.

— No quiero soltarte —admití con vergüenza y tristeza—, quédate por favor. Quédate un momento más... unos segundos más —le rogaba, jamás le había rogado algo así a alguien—. Te lo suplico... quédate un momento más y ya.

Quédate un momento más y ya | Mr. PhissaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora