"Me estoy desaguando."
Cuando abrí los ojos, todo estaba oscuro, y hacía mucho frío, tanto que me sentí temblar, aún debajo de todas estás cobijas, me sentía temblar, estaba acostada, con mis esposos, así que me giré y me pegue a un cuerpo, no sabía a cual, solo estaba buscando calor, buscando dejar de temblar. Unos brazos me recibieron, y yo me quedé ahí, recibiendo el calor que necesitaba mi cuerpo, sentí un beso en mi frente, y un fuerte abrazo. Sí, así quería estar siempre. Era mi esposo de cabello rojo, mi esposo amable, el qué me abrazaba, me decía cosas bonitas y me daba besos en la frente, mi esposo que si me quería. Y no pasó mucho para que volviera a dormir. No, en sus brazos siempre caía rendida.
Sentí a mi bebé moverse, y me pegue más a él, sentía mis pies fríos, y él estaba tan caliente.
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Escuchaba susurros, personas hablando bajo, y volví a moverme en la cama, solo para sentir qué estaba vacía, y fría, muy fría, no había nadie, y había mucha luz ya... ¿y había mucha luz?, abrí los ojos asustada, solo para confirmar que si, ya era de día, y yo seguía durmiendo, aún así cuando yo debería de estar haciendo los quehaceres. ¿Y mis esposos?
Mire a mi alrededor para ver muchas personas en el aposento, y entre ellas estaba la Reina, sentada frente a la enorme cama, me terminé de sentar asustada, de verdad que no se cómo paso, si yo siempre me despertaba bien de mañana, ¿Qué me pasó?
-Buenos días, tierna durmiente.- dijo la reina, a la vez que todos los ojos se posaban en mi. Me sentía tan pequeña.- ¿Cómo amaneces?- volvió a decir. Tenía una sonrisa grande y hermosa en la cara.
-Bien.- susurré, que tonta era.
-No tienes que apenarte, es algo muy normal en el embarazo. Y más en tú caso.- susurró lo último, quizás para que yo no lo escuchará, o para que no lo escucharan los demás.- Pero no importa, te traje algo, bueno, no a ti, al bebé. Traje cosas para el bebé.- dijo, con una sonrisa, mientras hizo un ademán, y una de las tantas chicas que había en el aposento traia consigo un pequeño saco, color amarillo, y con algo azul enfrente, un saco muy limpio.- Ven, acércate,- dijo a la vez que comenzaba a sacar algunas cosas del saco.
Me acerqué despacio, gateando encima de la gran y cómoda cama, de esa de la cual, no quería dejar de estar. Cuando estuve lo suficientemente cerca me detuve, solo para ver algunas pequeñas ropitas de diferentes colores, tomé una entre mis manos, la que más llamó mi atención, y la analicé, fue una color azul, cómo los ojos de mi esposo de cabello rojo, solo que esta era más clara, y tenía algunas cosas en ellas, no sabría decir que era, porque nunca lo había visto, ¿eso era para mi bebé?
-¿Por qué es tan pequeña?- susurré, si, mire las ropas con extrañeza, esas eran ropas muy pequeñas, y raras, nunca había visto una. ¿Cómo se usaría una?, ¡Si hasta me cabía en las dos manos!
Al levantar la cara de la pequeña ropa que tenía, a la reina. Me encontré con una mirada de incredulidad, que fue reemplazada rápidamente por una de confución, sus ojos verdes me analizaban, de arriba abajo, buscando algo, que no sabía que era, y me preocupaba que encontrará algo mal en mi.
-¿Cómo?, ¿ella no sabe?,- dijo mientras miraba a la dirección donde estaban mis esposos, en una esquina sentados y vi a mi esposo de cabello rojo negar con la cabeza, ¿qué no sabía que cosa?, ¿y quién?-Dios mío, esto es peor de lo que pensé.- susurró para así misma, porque no miraba a nadie, si no que miraba una de las tantas ropas regadas en la cama.
-¿Pasa algo malo?- susurré despacio, con miedo de que ella se enojara como su hijo y me lastimara. No sabría que esperar de ella, de nadie la verdad.
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El pecado de ser mujer.
Historical Fiction-Madre, ¿por qué ellos si pueden salir y yo no?, ¿por qué nosotras no?- susurré mientras escuchaba el sonido que siempre sonaba cuando "ellos" salían, salían por esa... ¿esa? ¿Por dónde ellos salían?, y... ¿a dónde iban?, ¿qué era eso?, era un miste...