¿Cómo podía ser tan bella? Allí dormida sobre sábanas blancas, con su rubio cabello apuntando en todas direcciones, sus párpados moviéndose ligeramente... ¿con qué estaría soñando?
Se sentía el hombre más afortunado del planeta: podía ver a aquella hermosa mujer dormir cada noche. Sentir su respiración suave y rítmica, ver esos pequeños espasmos en su cuerpo en los momentos más profundos de su sueño. ¿Qué más podía pedir? Aquella imagen era todo lo que necesitaba para ser feliz.
Él no necesitaba dormir. Desde pequeño había aprendido a sobrevivir con la mínima cantidad de sueño que su cuerpo requería.
Dormir, en su infancia, era un lujo, un gusto de fin de semana cuando su padrastro no estaba en casa.
Dormir era algo que solo podía anhelar, algo elevado y divino.
Él, como simple mortal. no merecía ese lujo. Ella, como la diosa que era, merecía ser venerada en su sueño. Así que no la acompañaba, sino que la miraba dormir, noche tras noche, tratando de memorizar cada vuelta, cada tic involuntario de sus extremidades, cada suspiro o murmullo incoherente.
Nada dura para siempre, y si aquello terminaba alguna vez, no quería olvidar esas imágenes de su amada dormida.
El reloj despertador de la mesa de luz marcaba las seis y cincuenta de la mañana. En diez minutos ella se levantaría, prepararía su desayuno y luego se iría a trabajar. No volvería a verla hasta la noche, por lo que trató de disfrutar esos últimos minutos de felicidad.
A tres minutos de que se hicieran las siete, se levantó de la silla, miró a su amada por última vez, abrió la ventana y salió sigilosamente por el patio de atrás.
¡Qué suerte que su vecina no tuviera trancas en su ventana!
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Antología de relatos macabros
HorrorAntología de cuentos macabros, extraños, oscuros, inspirados por mi pasión por Edgar Allan Poe y sus legendarios cuentos de terror. Estas historias exploran todo tipo de temas: parálisis del sueño, miedos, amor y muerte, obsesión, entre otros.