Hazlo

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"Hazlo"

Hacía ya dos meses que venía oyendo la misma palabra en su cabeza. Estaba seguro de que no era su propia vos la que lo decía; la misma era de una persona desconocida. Pero estaba ahí, dentro de su mente, fuerte y clara.

"Hazlo"

A veces sonaba decidida y autoritaria. Otras veces, sonaba como una súplica, pero siempre era la misma palabra y la misma voz, joven y masculina.

Él siempre había sido un cobarde en todos los ámbitos de su vida. Tomar decisiones era un suplicio y la ansiedad y el miedo al fracaso siempre terminaban paralizándolo.

"Hazlo"

Al parecer, su subconsciente se había cansado de su actitud y estaba intentando darle un mensaje, o por lo menos eso le había dicho su psicólogo.

Así fue como comenzó a cambiar su vida. Veía todo desde una nueva perspectiva mucho más positiva: "si mi subconsciente cree que puedo hacerlo, es porque puedo hacerlo" pensaba, y una nueva valentía reemplazó los miedos y dudas que antes lo entumecían.

Lo primero que hizo fue anotarse a ese curso de cocina que siempre quiso hacer y nunca tuvo el valor debido a las críticas de su padre. Con un hermano abogado y una hermana arquitecta, él quedaba relegado al puesto de hijo fracasado, con sueños minimalistas.

"Hazlo"

Ya no se dejaría detener por la mirada despectiva de su padre ni por la sombra de sus perfectos hermanos.

Esa voz, que en un principio era desconocida y escalofriante, ahora se le figuraba como su salvación. Aquel joven que hablaba en su interior era su mejor amigo.

Muchas fueron las veces en las que intentó conectar la voz a un rostro; ¿sería de algún famoso? ¿Algún amigo de la juventud? ¿Algún actor de un comercial? Luego de un tiempo, dejó de importarle. Lo que realmente tenía importancia era que estaba allí. Esa voz representaba una nueva característica en su personalidad: el valor, la valentía, las ganas de vivir una vida plena.

Cada vez que oía ese "Hazlo" retumbar en su cabeza, él tomaba la decisión de hacer algo positivo, lo que fuera. Había invitado a salir a la chica que le gustaba, había comenzado a hacer deporte, también se había acercado a su familia para enmendar los problemas que los mantenían apartados. Su vida mejoraba a cada "Hazlo" que la voz emitía en su cabeza. Cada vez que su inconsciente le hablaba, una sonrisa se dibujaba en su rostro mientras pensaba en qué podía utilizar ese nuevo impulso de valentía.

Jamás se había sentido tan lleno de vida, tan realizado y feliz. Todo marchaba como en una película.

Lo único que despertaba cierta preocupación en él era el tono de la voz. A veces sonaba desesperado, como si estuviera suplicando. En esas ocasiones, sentía que debía hacer algo realmente osado, del tipo de cosas que uno escribe en la lista de "Diez cosas que se deben hacer antes de morir".

Pronto se acostumbró a los cambios de la voz, atribuyéndole diferentes niveles de importancia según se presentara.

Pero las cosas cambiaron drásticamente en una noche cualquiera, cuando menos se lo esperaba.

"Hazlo, hazlo, hazlo, hazlo, ¡HAZLO DE UNA VEZ!"

El grito lo despertó de un sueño profundo y tranquilo. Era la primera vez que la voz le decía algo más que "hazlo", y era también la primera vez que le gritaba con tanta violencia. Jamás había escuchado ese tono de voz.

"Hazlo, hazlo, hazlo, hazlo, por amor a Dios, maldito cobarde, solo hazlo"

La voz seguía suplicando a gritos en su cabeza, claramente enojado y, por primera vez, sintió con toda seguridad que no era él quien hablaba. Aquella voz no era de su subconsciente. Venía desde fuera. Por extraño y alocado que sonara, alguien más estaba hablando en su mente. Podía sentir mucho más que simples palabras. Sentía la desesperación y la tristeza de esa otra persona. Sentía también su determinación, y la sensación de estar acorralado, de no tener otra opción.

Un impulso incontrolable lo llevó a salir de la cama. Se precipitó hacia la salida del edificio en una carrera desenfrenada. No sabía por qué, pero algo le decía que esa persona estaba afuera. Podía sentir el frío que el sentía cuando el viento golpeaba su cuerpo, y como las lágrimas se congelaban en sus mejillas. Podía sentir los espasmos que el gélido aire de esa noche de invierno provocaba en la misteriosa voz que vivió en su mente por dos meses, brindándole una vida maravillosa.

"Hazlo, hazlo, hazlo, maldito cobarde. Termina con esto de una vez Y SALTA"

Todo tuvo sentido luego de escuchar esas palabras, pero ya era demasiado tarde. En el momento en que cruzaba la puerta que daba a la calle, el cuerpo de un joven muchacho cayó desde el cielo e impactó en la vereda, justo delante de sus ojos. Su muerte fue instantánea. Sin poder despegar los ojos de la figura inerte del muchacho, la verdad lo golpeó como un balde de agua fría: por dos meses estuvo escuchando las súplicas desesperadas de un suicida, y las confundió con sus propias súplicas por cambiar su modo de vida.

Han pasado dos meses desde ese trágico episodio y aún hoy, encerrado en una institución para enfermos mentales, sigue escuchando la voz del joven... así como los pensamientos de cada paciente del manicomio. Los doctores lo describen como "altamente sensible a las emociones ajenas", las enfermeras murmuran entre ellas palabras como "telepatía" y "conexión mental" cada vez que lo ven tapándose fuertemente los oídos.

El ruido es demasiado fuerte.

"Hazlo", escucha... pero esta vez, es su propia boca la que lo dice.

Antología de relatos macabrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora