7- Inquietud interna

4.5K 437 207
                                    

No es la primera vez que hago esto, pero aún así siento que con él será la primera vez, porque es diferente. Es delirantemente placentero verlo gritar y retorcerse de terror debajo de mi cuerpo, me hace sentir invencible. Sus gritos son murmullos agradables para mis oídos. Su piel es suave y dulce para mi lengua, al igual que su sangre, la cual puedo identificar y oler fácilmente circulando alrededor de su carne. Tengo tantas ganas de morderlo, de probar más de él, arrancarle el cuello y comérmelo entero. Pero también deseo hacerlo mío. Profanarlo y tenerlo solo para mí por toda la eternidad.

Esto no está bien. Yo nunca dejo a mis presas con sangre viva. Me estoy obsesionando con Rubén, pero no me importa. Ahora solo quiero probarlo y nada más. Tal vez cuando lo haga podré matarlo de una buena vez sin sentirme tan extraño.

Agarro la sábana roja de la cama y la desgarro con mis colmillos sin soltarle las muñecas. No me importa... tengo miles de estas sábanas. Con el pedazo de tela en mi mano amarro sus muñecas a la cabecera de la cama, dejándolo completamente inmóvil.

-¡Por favor! ¡Déjame! ¡Haré lo que quieras pero no me hagas esto!- grita una vez más, llorando y suplicando que lo deje ir. Trata de moverse y de escapar pero mis piernas aprisionan las suyas haciendo que sus intenciones sean imposibles. Relamo mis labios humedeciéndolos más de lo normal y luego los dirijo a su torso desnudo una vez más. Su cuerpo me llama al igual que su sangre. Comienzo a mordisquear con fuerza la piel cercana a sus costillas sin poder controlarme, al lo que él suelta un grito que suena asustado y adolorido. Un poco de sangre se escapa de entre las heridas creadas, así que me permito saborear aquello, sintiendo como mi miembro se despierta bajo mis pantalones al instante en que la sangre hace contacto con mi lengua inquieta. Su pecho sube y baja agitadamente, y a veces se detiene como si contuviera el aire. Me estremezco de placer al notar aquello.

-Me pones más que cualquier otro humano... deberías sentirte halagado por eso.- sonrío bajando sus pantalones, a lo que él solloza con más fuerza. En verdad está aterrado y eso me conmueve un poco. Parece que está sufriendo por algo más que yo no puedo ver. Tal vez me estoy pasando... pero en verdad quiero su cuerpo más que otra cosa en estos momentos.

-¡Miguel, te lo suplico!- grita una vez más forcejeando sus muñecas. Pero en mis planes no está detenerme. Si supiera lo que causa en mí cuando dice mi nombre... Ahora solo queda su bóxer, puedo ver el bulto bajo ellos que a diferencia del mío, está tranquilo.

-Quédate quieto o te dolerá más.- hablo tratando de que se tranquilice. Pero eso solo lo empeora. Sin prestarle atención, bajo su prenda interior, dejándolo totalmente expuesto. Y entonces me rindo. Ya no puedo detenerme por más que lo quiera. Llevo uno de mis dedos a mi boca, humedeciéndolo con mi saliva y luego lo llevo a su pequeña entrada, penetrándole bruscamente para que se acostumbre más rápido. Es extraño que haga esto, pero si no lo hago no creo que resista mucho después. Tampoco quiero romperlo... tal vez un poco.

-¡Aaah! ¡P-Paara! ¡Miguel!- sus gritos desgarradores solo incrementan el placer que siento. Sin dejar de sacar y meter el dedo en su entrada estrecha, me acerco y apoyo mis colmillos en su cuello palpitante, cosa que parece estremecerlo. Si sigo así, no podré controlarme y terminaré mordiéndolo otra vez, por lo que me alejo y opto por devorar sus labios fuertemente cerrados. Los lamo con mi lengua y los muerdo suavemente, tirando de ellos y callando sus gritos desesperados. ¿Cómo es posible que este chico me atraiga tanto?

Meto el segundo dedo en su entrada sin nada de delicadeza, y consigo como respuesta un alarido de dolor. En verdad está sufriendo y una voz en mi cabeza me dice que detenga todo esto, pero mi instinto gana por mucho. Al ver que parece quedarse sin aire me separo de sus labios, observando como respira agitadamente. Abre sus ojitos verdes y me mira suplicando con su visión aguada, pidiéndome que me detenga en silencio. Pero no puedo. Ya no puedo esperar más. Al diablo el auto control. Saco mis dedos y abro sus piernas de un jalón mientras el chilla y pide ayuda inútilmente. Me despojo respirando con fuerza de mis prendas inferiores, y luego me posiciono sobre él una vez más.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora