one shot

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Se comentaba en los pasillos que el nuevo pibe era raro. Y lo que se comentaba en los pasillos, en menos de una hora, lo sabía todo el colegio. Así fue siempre, pero se intensificó en los últimos dos años.

Agustín estaba en la biblioteca leyendo un libro, ni siquiera le interesaba de qué se trataba. Había sonado el timbre hacía un ratito, pero se quedaba boludeando, haciendo tiempo antes de volver al aula. Era el tercer recreo de un lunes, tenían clases con el viejo choto de economía política. Dos horas.

Los profesores siempre lo retaban por llegar tarde, pero prefería mil veces eso, que tener que soportar al grupito de boludos que lo jodían todo el día.

—Otra vez tarde Giay, ¿me puede decir dónde se metió? –pronunció con un vozarrón insufrible.

—Estaba en el baño –dijo rápido sentándose en su lugar, delante de todos en la última fila de bancos. El peor lugar.

—Mentira profe, estaba chamuyándose al kiosquero –la voz grave sonó en el silencio mortal y unas risas empezaron a retumbar por el salón.

—Basta Barco, compórtese –comentó el profesor, mientras seguía–. Giay, ya estamos grandes, último año por favor. Si vuelve a repetirse...

—Ya sé, ya sé, va a llamar a mi mamá –soltó hinchado los huevos. Siempre lo mismo.

El profesor se dio vuelta y empezó a escribir cosas en el pizarrón a las que no le dio bola mientras hablaba sin parar. A veces se preguntaba si la vida lo odiaba, porque aunque no creía en el karma, mucho menos en las energías ni en esas cosas astrales que no entendía, comenzaba a sospechar que el universo tenía algo en su contra. O que alguien lo mufó, como cuando se le cayó ese espejito a los 8 años, o pasó por debajo de las escaleras en una construcción.

—Qué pasa boludito –sintió el golpe molesto en su cabeza con un objeto que no identificó, tomó una respiración honda e ignoró al imbécil que tenía atrás–. ¿Sos sordo tarado? Te estoy hablando.

El castaño se giró con mala cara, y procedió a agarrarse un huevo izquierdo siendo algo sutil. No era supersticioso, pero el colorado yeta que se sentaba detrás de él, no solamente podría reencarnar en la definición de mala leche, sino también, en su peor pesadilla.

Conoció a Valentín Barco en quinto de secundaria, el año pasado. Agustín hasta ese momento, era un chico relativamente feliz, y estaba conforme con su vida en Santa Fe, no tenía ninguna queja. Pero como se dijo antes, la suerte nunca estuvo con él, y fue cuando los problemas arrancaron. Su vieja y su viejo se empezaron a llevar mal por razones desconocidas, la tensión en la familia crecía y las peleas eran todos los días. Evidentemente terminó en un horrible divorcio para nada pacífico, bastante traumante. El hermano mayor se había ido de casa lavándose las manos del quilombo. Agus y su hermanito chiquito, al ser los menores, quedaron a la expectativa de qué corno iba a pasar con ellos. Se determinó que su mamá se hacía cargo de la completa tenencia de ambos, y en algún momento sin consultarles se tomó la decisión de que los tres iban a mudarse a Buenos Aires para empezar una nueva vida desde cero.

El castaño no quería mudarse. Si le preguntaban, estaba conforme, tenía a sus amigos ahí y prácticamente toda una vida hecha. Su padre no tomó voz ni voto en el asunto, se borró. Así que dedujo que tuvo algo que ver en esa separación de causa desconocida, y efectivamente. Entendía a su vieja, él tampoco se quedaría al lado de un hombre que le había metido los cuernos pero, ¿era necesario la mudanza a otra provincia?

Así fue como, en un caluroso verano, Agustín Giay se mudó a Buenos Aires. Su nuevo hogar: una vieja casa de la abuela materna. Era chiquita pero de dos pisos con linda vista al tendedero de los vecinos que colgaban calzones de vieja. Lo anotaron en un colegio privado de doble turno y aunque no quería saber nada de su papá, extrañaba ver con él los partidos de San Lorenzo, su casa, sus amigos y otras cosas que nunca mencionó. Fue muy difícil adaptarse. Y cuando empezó quinto año, la modalidad era economía, no entendía un carajo y le chupaba un huevo el sistema de información contable, materia que había leído en el plan de estudios del colegio. Pero quedaba relativamente cerca de su casa, era privado, tenía buen nivel y lo recomendaban. A todos les era más conveniente (menos para Agus, claro).

Se comenta (agus giay x valen barco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora