10. Peor de lo esperado

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Era de mañana cuándo las voces dentro del monasterio parecieron inquietarse. Eclipse había tenido una buena noche, se sentía descansada a pesar de que aún era demasiado temprano para iniciar su día, tal vez podría dormir un poco más, pensó acurrucándose bajo la delgada sábana de algodón hasta que, entre el cotilleo de los monjes, comenzó a distinguir el nombre de la forastera.

"Necesitamos el equipo médico, es probable que Piandao requiera un par de suturas en la cara"

¡¿Suturas?! se enderezó de golpe ¿qué hora era? volteó a ver la luz del sol proyectada sobre el suelo para darse una idea. Las diez. ¿en qué lío se podría haber metido el viejo renegado tan temprano por la mañana? pensó con frustración. Recién se había distanciado del maestro fuego un par de días atrás y ya estaba creando problemas.

- Buenos días Eclipse. - La saludó un joven monje que pasaba por el pasillo.

- ¿Qué le pasó a Piandao? - Se adelantó a preguntar y el rostro del monje cambió de inmediato.

- Hubo un altercado entre él y la señorita Sato. - Resumió luciendo preocupado. La violencia no era para nada común en la isla y a los monjes aquello era algo que les parecía especialmente lamentable y triste.

Eclipse se mantuvo en silencio por un momento al recordar lo rápido que Asami había sido capaz de moverse con el cuerpo ardiendo en fiebre. Solo podía imaginarse lo que era capaz de hacer encontrándose sana y sin ningún impedimento. - Gracias. - Respondió pesarosa mientras alcanzaba la muleta con las manos y se posicionaba para ponerse de pie.

- ¿Sabes a dónde los llevaron? - Añadió antes de que el monje continuara su camino.

- Piandao está en el patio del templo. La señorita Sato está en la entrada hablando con Gyatso. - El joven respondió para luego despedirse con una pequeña reverencia.

Eclipse decidió ir a ver a Piandao primero, escuchar que su rostro podría necesitar suturas la hacía imaginarse lo peor así que se encaminó a través de los pasillos de roca pulida hasta ver la amplia salida hacia el patio en dónde Laghima se encontraba limpiando y atendiendo el rostro del maestro fuego quien no dejaba de maldecir y bufar cada vez que la tela empapada con un concentrado de hierbas medicinales tocaba su piel.

- Ya está bien, con quitarme la sangre de encima basta. - Renegó intentando mover la cabeza hacia un lado.

- No podemos arriesgarnos a que se infecten tus heridas. - Laghima respondió con calma y sin perder la concentración.

- ¡Por todos los espíritus! - Eclipse exclamó al ver la cara inflamada del maestro fuego.

- Esto no es nada. - Bufó sonando de lo más tranquilo.

- ¡Tienes toda la cara gorda como un pez globo! - Recalcó observando el labio reventado, la cortada sobre el pómulo y el ojo inflamado hasta el punto de haberse cerrado casi por completo.

- Dejas de hablarme por dos días y ahora vienes a pretender estar interesada en lo que me suceda. - Reclamó Piandao mientras Laghima procedía a suturar la cortada.

- Tengo cosas que pensar. - Suspiró bajando la mirada. - Todo este tiempo te pedí que me contaras sobre mi vida antes de perder la memoria y no lo hiciste. - Endureció la mirada antes de volver a enfrentarse a los ojos de Piandao.

- ¿Para decirte que en toda la isla no existía nadie que te conociera de verdad? - Gruñó antes de quejarse con el monje quien tiraba del hilo que serviría para cerrarle la piel.

- Lo siento. - Laghima murmuró sin detenerse o mostrarse demasiado aflijido por el dolor del hombre al que atendía.

- ¡Para tener la oportunidad de entender todo lo que estoy intentando entender hoy! - Aclaró ella con tono molesto. - Me salvaste la vida, eso es un hecho. - Murmuró.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora