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Bedelia Du Maurier se sirvió una copa de vino, pero solo un poco, lo suficiente para considerarse adecuado. Observó la botella medio llena y vació el resto del contenido en la copa, casi desbordándola. Satisfecha, se dirigió hacia la acogedora sala de estar, sosteniendo la copa en su mano.

Desde hacía unos meses, había tomado la decisión de mudarse a Canadá, donde podría encontrar paz y soledad en una pequeña casa en las montañas. Al asomarse por la ventana, contempló la nieve cayendo suavemente, cubriendo todo a su alcance con su manto blanco.

A pesar de estar lejos, incluso cuando nadie sabía exactamente dónde se encontraba, Bedelia seguía atormentada por el temor, sintiendo miedo incluso de su propia sombra.

El recuerdo de la última vez que vio a Hannibal Lecter seguía atormentando a Bedelia. Lo tenía grabado en su mente como si hubiera ocurrido ayer, y prácticamente lo revivía todas las noches en sus pesadillas. La cicatriz en su cabeza también era un doloroso recordatorio de aquel día.

Aquella noche había vuelto a su casa en Baltimore y fue atacada después de amenazar a Hannibal Lecter con una pistola. Cuando despertó en el suelo de su propia casa, sangrando y con un fuerte dolor de cabeza, lo primero que vio fue a Hannibal Lecter acariciando la mejilla de un inconsciente Will Graham, mostrando un gesto de cariño que nunca había esperado presenciar por parte del siniestro hombre.

—Te ayudé a encubrir el incidente con tu paciente. Ahora, tú me ayudarás. Dirás que viste con tus propios ojos cómo asesinaba a Will Graham y me llevaba su cuerpo —le había dicho, prometiendo volver por ella si no convencía a la policía.

Bedelia sabía que las promesas de Hannibal siempre se cumplían y aunque el FBI la protegiera, Hannibal encontraría una manera de matarla si así lo deseaba.

Cargando a Graham con una ternura impropia de él, se lo llevó utilizando el auto de Bedelia para su huida. Desde entonces, no volvió a verlo; se desvaneció en el aire junto a Graham.

Podría haber ayudado a Graham si hubiera querido, Hannibal estaba desarmado y concentrado totalmente en Will. Podría haberlo golpeado con la misma estatuilla con la que ella había sido golpeada; aunque se encontraba débil, su formación en medicina le había enseñado que un golpe bien dado en el lugar correcto podría derribar a cualquier ser humano.

Pero no lo ayudó, simplemente se limitó a observar cómo Lecter se alejaba con Graham inconsciente.

Permitió que el monstruo se llevara a su presa, al objeto de su obsesión.

A pesar de haber empatizado con Graham y haberle expresado que creía en sus sospechas sobre Hannibal, decidió entregarlo como ofrenda con tal de que el monstruo bajo la piel de Hannibal la dejara tranquila.

Así, en su soledad, Bedelia se refugiaba en el vino para escapar de la sombra de Hannibal Lecter.

Al asomarse nuevamente a la ventana, decidió cerrar las cortinas; se sentía observada, desnuda, cazada. Como si hubiera algo al acecho, esperando saltar sobre ella y capturarla. 

Se permitió calmarse, repitiéndose una vez más que era imposible que Hannibal la encontrara.

No obstante, cuando el teléfono sonó, se sobresaltó y suspiró pesadamente. Debía de ser el FBI, o el propio Jack Crawford. Las autoridades la habían estado interrogando repetidamente, sin importar cuántas veces reiterara su testimonio. Incluso la habían hecho viajar a Maryland para testificar sobre lo que había presenciado el día en que Lecter y Graham desaparecieron. 

Solo le habían permitido irse con la advertencia de que la llamarían cuando idearan más preguntas que hacerle. Aunque el número que aparecía en el teléfono era desconocido, no era inusual. Las oficinas del FBI la habían llamado en numerosas ocasiones utilizando números no registrados, por lo que decidió contestar.

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