CAPITULO 1. SAIR.
1.0Cuando me encontraba planeando esto supe de inmediato que la primera historia que debías conocer era la de Sair, ese amigo nuevo que te mencioné antes. Pero primero tienes que entender como llegamos a conocernos.
Tras casarme con Elías, mi amigo y alfa destinado, nos mudamos juntos a la que fuera la casa de mis sueños cuando era pequeño; una gran casa blanca, con habitaciones suficientes para que pudieran entrar en ellas los hijos que deseaba desde que me enlacé con él. Un bello jardín frontal adornado con flores y un jardín trasero tan amplio que tenía un par de árboles que daba cada uno flores de un color distinto. Y lo mejor de todo es que no estábamos lejos de la sociedad, como la vieja casa en la que crecí. Donde debíamos trasladarnos en auto con dos horas de anticipación para llegar al centro.
Era todo lo que quería. Aunque no pasó mucho antes de verme completamente solo: Elías regresó a trabajar una semana después de la boda, según me explicó el hombre que dejó a cargo no pudo con toda la presión que ejercían sobre él los socios; en realidad el pobre se estaba esforzando por cumplir con todo, pero en su voz se escuchaba el estrés y cansancio que no podía quitarse de encima. Elías tan paranoico como siempre, estaba convencido que si no regresaba cuanto antes todo se iría por la borda.
Se disculpó conmigo a lo largo del domingo y el lunes a primera hora lo tuve en la puerta vistiendo su traje, dándome un beso en la frente y prometiendo regresar a la hora de la cena.
Ese fue el primer día que estuve solo en toda mi vida. Desde que nací siempre hubo alguien acompañándome, así que eso era nuevo para mí. Se suponía que mis padres enviarían personal para trabajar en la casa, una ama de llaves, un cocinero, un mayordomo y más, pero sus contrataciones estaban tardando demasiado. Tiempo después me daría cuenta que la verdadera razón por la que no llegó nadie en las primeras semanas fue porque mis padres estaban "entrenandolos" para enmascarar todo como los que trabajaban en casa.
La primera semana fue muy aburrida sin compañía, extrañaba muchísimo a mi esposo cada vez que se iba, pero no podía ir con él. No me lo permitía. Decía que era porque lo distraería, pero no estoy seguro de cuanto era verdad. Así dedique mis días a tocar el violín, preparar la cena para cuando él llegara y mantener todo limpio. Me habían enseñado que a pesar de tener personas trabajando en casa, debíamos ser capaces de cuidar de nosotros y de nuestros seres queridos; además había desarrollado un gusto particular por la cocina, incluso logré superar las habilidades culinarias de mi padre.
Por suerte ese mismo fin de semana Elías llegó con un pequeño perro, cría de border collie, tan hermoso que no pude resistirme a abrazarlo. En palabras de Elias: "él tiene el trabajo de quedarse contigo y acompañarte siempre que yo no pueda estar a tu lado". Estaba muy feliz. Bromee con él diciéndole que entonces lo llamaría "Elias". De inmediato y con una divertida cara de resignación, me dijo que si eso era lo que yo deseaba, él estaba de acuerdo. Me encantaba burlarme de él, pero claro que no le pondría el nombre de mi esposo a un perro, así que lo nombré Palette.
Justo como dijo Elias, Palette se convirtió en mi más grande compañía. Dormía entre nosotros cada noche, por la mañana seguía a Elias a todos lados en la casa hasta que se despedía de nosotros y luego me acompañaba en todo momento. Había escuchado que los cachorros de perro eran algo desastrosos, pero Palette era el perro más obediente que ví jamas. Un día estábamos aburridos sentados en la sala y quise premiarlo, así decidí llevarlo al parque.
Elias me había dicho que el día que saliera de la casa no podía hacerlo solo, pero decidí ignorar esa postura porque Palette me acompañaría. Así que le puse una correa y salimos rumbo al parque.
El parque no estaba lejos de la casa, lo había visto mientras íbamos a la casa. Al pasar pude ver a muchas familias pasando el domingo juntos. Pero a la que llegamos no había casi nadie, quizá por la hora que era.
Di un par de vueltas junto a Palette antes de buscar una banca donde pudiéramos descansar un poco. Cerca de la entrada al parque vimos a un omega masculino sentado con su atención al cielo. Otra de las cosas que aprendí de mi familia, era a no hablar con nadie fuera de casa si no había una tercera persona que fuera de parte de mi familia, pero me moría de ganas de hablar con otra persona. Pienso que Palette me entiende, pero no me podía responder y esperar hasta las seis para hablar con mi esposo era una tortura.
Ignorando toda la inseguridad que me causaba acercarme a alguien nuevo fui a su lado. Lo saludé antes de sentarme y él respondió de vuelta con una sonrisa cansada. Pude sentir de inmediato que algo no andaba bien, pero eso lejos de alejarme me intrigó.
—Mucho gusto, me llamo Aran —me presenté con todos los nervios recorriendo mi cuerpo.
Él me volteó a ver un poco confundido, pero aún así me respondió.
—Igualmente, yo soy Sair —me dijo y extendió su mano para que la estrechara— es un perro muy lindo.
—Gracias, se llama Palette. Es el regalo más hermoso que me ha dado mi esposo.
—¿Estas casado? —preguntó.
—Sí —respondí mostrándole el anillo en mi mano— Recién, apenas han pasado tres semanas.
Él miró de nuevo a mi anillo y me dijo
—Y vienes solo, porque tu esposo está trabajando.
—Sí, ¿el tuyo también?
De inmediato hice la pregunta y de inmediato bajó la mirada.
—No, yo no estoy casado —me respondió regresando a sus labios una ligera sonrisa, aunque se veía algo incómoda.
—Oh, ¿entonces tienes a alguien especial? —insistí en saber.
—No, soy solo yo, estoy solo —vi como sus labios comenzaron a temblar y volvió sus ojos al cielo.
Pude notar que estaba triste, no solo era distracción lo que se podía ver en sus ojos, la tristeza mantenía sus ojos cristalinos y su cuerpo hacía abajo. Me dediqué a observarlo por un momento, su ropa se veía desgastada, su cabello despeinado y aunque en su cuello se veía una marca, en sus manos no había anillo. Pensé que quizá su esposo había fallecido y por eso se veía tan deprimido. Fue lógico para mi si es que estaba marcado.
—Lo siento, perdona si pregunté algo que no debía, no he tenido mucho contacto humano desde hace un mes.
—Ja, ja, ja —su risa me tranquilizó— ¿Un mes?
—Tradición de la familia de mi esposo, además con los preparativos finales de la boda nadie me hacía caso.
El ambiente entre los dos se sintió más tranquilo. Durante la hora siguiente tuvimos una conversación banal sobre el clima, algunas recetas y demás tonterías. Al ver que eran las dos me tuve que despedir de él, claro deseando volver a verlo.
Y por la noche al llegar a casa mi esposo, me aseguré que me permitiera regresar al parque, le prometí que me cuidaría y él accedió aunque lleno de dudas.Todos los días que nos reuníamos eran iguales, él esperando en la banca, Palette y yo acercándonos y nosotros platicando de todo lo que se nos ocurría. Eran días tranquilos, pero todo lo en apariencia sereno acababa en algún momento.
Fue un lunes cuando vi a Sair romper en llanto y todo comenzó con la pregunta: ¿Vienes todos los días al parque?
—¿Vienes todos los días al parque? —Pregunté cuando nos quedamos sin temas de plática.
—Sí, no tengo a donde más ir. —dijo con una sonrisa triste— Paso toda la mañana buscando trabajo y después de que todos me digan que no vengo aquí a sentarme solo... bueno, ya no me siento solo —Sair tomó mi mano— ¿Y que hay de ti? ¿Vas a venir todos los días?
—Sí, siempre que pueda lo haré
—¿A tu esposo no le molesta? —su pregunta me resultó curiosa, pero no extraña.
—No, me dijo que lo que sea que yo quiera estará bien.
—Debe ser un alfa muy considerado —asentí con la cabeza y una sonrisa y ví sus ojos cristalizarse— Que hermoso que te amen tanto.
Quería preguntarle más sobre lo que me decía, pero no estaba seguro de como lo tomaría. Aún así me carcomía la duda sobre su porque buscaba trabajo, si tenía una marca debía significar que estaba casado: ¿Su esposo no podía mantenerlo? ¿Qué tan mal debía ganar un alfa para tener a su esposo buscando trabajo todos los días?
—¿Tu esposo es considerado? —pregunté, provocando que me volteara a ver con sorpresa.
—Yo no estoy casado, ah bueno, lo estuve, pero mi esposo falleció. Por eso mi marca está desapareciendo.
Cada vez que Sair hablaba forzaba una sonrisa y a partir de ese momento parecía más incómoda que sincera.
—¿Y no dejó herencia? —insistí— ¿Por qué deberías buscar trabajo?
—Él si dejó herencia, pero fue para su madre. Busco trabajo porque estoy completamente solo —entonces se quebró. No me di cuenta de lo que había provocado— Busco trabajo porque no tengo nada, pero nadie quiere a un omega sin pareja cuya marca está desapareciendo y acaba de salir de la cárcel. Cada día es más difícil, vivo de la caridad de una pareja de ancianos que me permite dormir y comer en su casa porque les recuerdo a su hijo fallecido —Comenzó a sollozar entre palabras— Pero no quiero abusar de su confianza, ellos no tienen porque cargar conmigo y ya no tengo idea de que hacer. No tengo oportunidad en esta vida. ¿Por qué yo no pude encontrar un amor como el tuyo? ¿O seguir con los planes que mi padre tenía para mi?
Con la mente totalmente en blanco, paralizado por no poder responder tomé su mano y él me abrazó, apoyó su cabeza en mi hombro y lloró por horas. Su cuerpo era más delgado de lo que aparentaba con la ropa. Mientras lo tenía doblado sobre mi, alcancé a ver mejor su cuello, era verdad que su marca no era como la mía, algunas de las lineas creadas por los dientes del que fue su alfa apenas eran visibles. De vez en cuando usaba la manga de mi suéter para limpiar sus lágrimas, mi ropa terminó húmeda y para la última hora ahí sentados no ayudaban mucho a mantener sus mejillas secas.
Cuando Sair dejó de llorar lo primero que hizo fue disculparse conmigo. A la vez me agradeció, nadie lo había abrazado de esa forma tan cariñosa en un tiempo. Luego se levantó y se despidió de mí prometiendo que nos veríamos al día siguiente.
Algo me dice que de no haber dicho nada, al día siguiente cuando nos encontráramos Sair fingiría que nada pasó. Años después tras seguir siendo amigos, estoy completamente seguro que así habría sido.
Antes de que se alejara le pedí que se detuviera, no estaba seguro de que haría, pero le prometí que lo ayudaría, que tuviera fe en mí.
Él me dio las gracias y se fue. Era la primera vez que él se iba antes que yo. Tomé a Palette y regresé a casa. Tenía muchas dudas. No sabía si las marcas podían desaparecer, si los omegas para trabajar necesitaban estar marcados y sobre todo, si un omega podía ir a la cárcel.
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Los Omegas de Aran
Narrativa generaleAclaración: todas las historias que leerás son completamente reales, transcritas tal cual me fueron contadas. No obstante, si buscas a alguna de las personas aquí nombradas, encontraras que ninguna existe, los nombres que se mencionan han sido cambi...