Complicado.

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Ella estaba observándose a sí misma delante del espejo. Su cabello rizado pelirrojo estaba muy descuidado. Quizá en otros tiempos se habría vuelto loca tratando de encontrar algún remedio, pero ahora su cabello no era la mayor de sus preocupaciones.

La boda sí lo era.

Su estómago se apretó con ligeras nauseas al imaginarlo. Para ser sincera, siempre había querido casarse, pero cuando se sintiera lista y con alguien a quien amara. Ahora no podía pensar en nadie que cumpliera con ese requisito.

Las acciones de Nando la habían dejado en cama llorando por días enteros, pero ahora, cuando buscaba dentro de ese espacio en sí misma, no encontraba nada más que un extraño vacío. Y eso estaba bien, los duelos rápidos eran algo a lo que estaba acostumbrada, y para ser sincera no tenía tiempo para estar llorando por Fernando. Eso tampoco estaba en su lista de prioridades.

Recuperar su fortuna sí lo era.

Necesitaba a alguien con quien casarse.

Pero tenía que ser alguien en quien pudiera confiar lo suficiente para que este pudiera entregarle hasta el último centavo, y después dejarle hacer con ello lo que quisiera. Necesitaba ser alguien dispuesto a entender que todo ese asunto sería solo un movimiento estratégico y nada tenía que ver con el corazón.

-Señorita Teodora.

Una voz femenina del otro lado de la puerta la sacó de sus pensamientos. Acomodó un par de rizos detrás de sus orejas y entonces les permitió pasar.

-Siento molestarla, señorita.

-Estaba por salir, no te preocupes. ¿Qué pasa?

-Es solo que es día de paga, y sus números no van lo suficientemente bien como para pagar a tanta gente por mucho tiempo. Sé que no le gusta hacer esto, pero como su ama de llaves recomendaría que hiciéramos recorte de personal.

Teodora mantuvo su expresión neutra, aunque por dentro una ola de impotencia la golpeó con fuerza. Regresó su atención al espejo y se observó a sí misma. Su padre no habría dudado ni un segundo en despedir a cuantas personas fuera necesario, aunque eso implicara redoblar el trabajo de los que lo conservaran. Era poco considerado con quienes trabajaban en la casona, no le importaba demasiado si los despedidos dependían del dinero de ese trabajo para mantener a sus familias. Su padre haría los sacrificios necesarios para salvar la casona.

Pero ella no era su papá.

Porque había una línea que no cruzaría en cuanto a lo que se podía o no sacrificar.

-No, no despidiéremos a nadie. Recorta los gastos lo más posible, por favor.

-Señorita, hicimos eso hace tres semanas.

-Recórtalos más, raciona la cantidad de velas y limita los gastos en comida, no quiero banquetes.

La mujer hizo pequeños los labios, si las cosas seguían así terminarían dando de comer frijoles con queso, pero comentar eso excedía los límites de su trabajo, así que asintió a secas.

-Sí señorita.

La mujer hizo una pequeña referencia y salió sin decir más.

Hasta el momento había sido un peón más, algo con los que los nobles se habían divertido, pero eso se había acabo en el mismo instante en que lo descubrió, ahora, tenía que empezar a acomodar las fichas de su tablero.

...

Había pétalos amarillos, rojos, naranjas, azules y morados. Algunos eran más largos que otros, unos cuantos eran más suaves al tacto, y solo un par más eran de olores intensos, pero al final, todos eran hermosos.

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora