21. V E I N T I U N O

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Gia Nowell

17 de noviembre, 2020
HORA: 22:06

No lo había conseguido.

Era imposible que en la caja fuerte no hubiera absolutamente nada incriminatorio hacia Roger, lo conocía desde más tiempo del que podía recordar, había estado casada con él por más de una década, había oído hablar de sus chanchullos, de sus trueques, sabía que no era precisamente la personificación de la honradez, entonces ¿como es posible que no hayan pruebas? Ni en la caja fuerte, ni en la computadora ni... No, es imposible.

Mis pensamientos me llevaron a un pequeño espacio ya olvidado en lo más recondito de mi mente. A pesar de todo, sabía que Roger me amaba, o al menos, confiaba en mi, éramos cómplices, amantes, confidentes...

Fuera la espesa lluvia caía a raudales, la neblina te impedía ver más allá de tu propia nariz y el frío no tardaría mas de dos segundos en calarte los huesos. Dentro de esa habitación, ardiamos. La ropa siempre fue un estorbo cuando estábamos los dos solos, nuestras manos eran como imanes contra un metal que no podíamos reservar para nosotros mismos, la pasión nos consumía como mismo el fuego consumía la leña dentro de la chimenea y los gemidos inundaban la habitación.

Dicen que una aventura es más divertida si huele a peligro y, al menos puedo confirmar, que el sexo mientras era "la otra" era demasiado increíble, lo suficiente como para mantenerme ahí aferrada a esos momentos de lujuria.

Cuando el cuerpo de Roger calló sobre el mío mis manos se fueron directas a su pelo negro, sabía lo mucho que eso le gustaba. De fondo solo se escuchaban nuestras respiraciones y el chisporroteo del fuego, hasta que él rompió el silencio.

- ¿Cual crees tú que sea el lugar más seguro del mundo? -preguntó.

Fruncí el ceño y detuve mi caricia, él levantó sus ojos y los fijó en mi.

- No lo sé -respondí- ¿Una caja fuerte?

Roger sonrió, llevó sus labios a mi mejilla dejando un beso ahí y luego sus manos trazaron caricias en el mismo lugar.

- A veces eres tan inocente que me enterneces.

- ¿Cual es el lugar más seguro de la tierra? -repetí su pregunta y su sonrisa se volvió mucho más pronunciada.

- Lo acabas de decir, la tierra.

Yo fruncí todavía más el ceño, no entendía exactamente a qué se refería, la tierra era un lugar demasiado extenso.

- Imagina esto, un agujero en un lugar específico, ¿quien buscaría algo ahí?

- ¿Que lugar? La tierra tiene muchos lugares, ¿como recordarás exactamente dónde está ese agujero?

- Porque sería un lugar especial, uno al que siempre volvería y al que nadie más iría... un lugar que a nadie le resulte interesante pero donde yo me sienta seguro.

- Dijiste que el único lugar donde te sentías seguro era en los brazos de tu mamá.

Él sonrió.

- Cuando quieres eres muy inteligente.

Fue entonces cuando caí en cuenta de lo que no había caído aquella noche.

Estiré mi brazo hasta dar con mi teléfono y envié un mensaje.

Necesito tu ayuda.

Su respuesta no tardó en llegar, lo que me indicaba que estaba despierta, para mi alivio. Le pedí que me encontrara en un lugar dentro de media hora, esa vez su respuesta tardó más en llegar por lo que envié otro mensaje.

Te explico cuando en persona.

Crucé los dedos cuando presioné enviar y suspiré aliviada cuando contesto un simple ok. Con cuidado de no despertar a Roger me levanté de la cama y salí de la habitación, a penas y pude coger un suéter y las llaves de uno de los coches para no despertarle, bajé al garaje y me escabullí. Llevaba años sin conducir, aparentemente iba a tener que volver a hacerlo, para mi suerte el coche era automático así que solo debía preocuparme por acelerar y frenar.

Llegar al lugar del mensaje no fue difícil, claro que lo más difícil estaba por llegar todavía. Apagué el coche y me puse el suéter, posiblemente me congelaria ahí fuera debido que estaba usando un pijama antes de salir de casa, pero valía la pena.

Me sentía como en misión imposible cuando me encontré con mi cómplice y le pedí hacer un escalón con sus manos para impulsarme y saltar la valla.

- ¿Me puedes explicar de una vez que hacemos en el cementerio a las once de la noche? -cuestionó Audrey.

Miré a mi hijastra, había hecho que saliera de la clínica en mitad de la noche y viniera al cementerio, merecía una explicación.

- Digamos que ayudamos a tu hermana. Tenemos que encontrar las herramientas de los enterradores.

- ¿Vamos a...?

- Si, si, vamos a profanar una tumba, ahora haz silencio o nos van a pillar.

Por suerte Audrey no hizo más preguntas y me siguió hasta esa caseta donde estaban las herramientas, parecía el paraíso de un psicópata, todo lleno de herramientas y en esa total oscuridad y silencio. Tragué saliva y agarré algo para hacer palanca y una pala, luego le pedí a Audrey que me siguiera. Sabía exactamente a donde ir, habia venido miles de veces con Audrey y cuando finalmente llegamos la oí soltar una maldición.

- No, no, no, no. Te volviste loca, Gia.

- Esto es necesario, Aud.

- ¿Necesario para qué cojones? Me traes al cementerio y me haces profanar tumbas y no me dices para qué.

- Te dije que vamos a ayudar a tus hermanos. Cuando salgamos de aquí te explico mejor.

Aud suspiró, posiblemente resignándose y tomó la palanca de mis manos poniéndola contra el mármol y empujando para moverlo y poder tener acceso a la tierra debajo. Entre las dos lo corrimos, luego solo quedó cavar hasta dar con el ataúd.

- Perdóname -pedí mirando al cielo antes de tomar la palanca y abrir el ataúd.

Tuve que apartar la mirada al ver el cuerpo casi descompuesto al completo carcomido por los gusanos. Audrey detrás de mi ahogó un grito, aunque no apartó la mirada.

- ¿Que es eso? -cuestionó haciéndome volver a mirar al lugar que decía para ver una antigua carpeta abrazadas por los brazos del esqueleto.

- Lo que estábamos buscando.

Saqué mi teléfono pidiéndole a Audrey que alumbrara y tome la carpeta, uno de los brazos del cuerpo estuvo a punto de desprenderse cuando tiré haciéndome gritar a mi. Inspiré hondo y abrí la carpeta para comprobar que dentro estaba justo lo que estaba buscando.

Lo siguiente fue dejar todo exactamente como estaba y salir de aquel lugar, antes de hacerlo eché una última mirada a la tumba fijándome en las palabras grabadas en la lápida.

«Grace C. Howard

1936 - 2008

La mejor de las madres
Tu hijo Roger no te olvida»

Suspiré y seguí a Audrey fuera del cementerio, de camino a la clínica le expliqué todo y luego volví a casa con los papeles debajo del suéter. Cuando crucé la puerta eran aproximadamente las tres de la mañana, escondí los papeles y tomé una ducha antes de volver a meterme en la cama, esperaría hasta el último momento para usar esa arma, dejaría que pensara que ganó para luego quitarle esa ilusión de golpe, era lo menos que se merecía y le enseñaría a no jugar con las personas como si fuéramos títeres.

Antes de apoyar la cabeza en la almohada miré a mi futuro ex marido y susurré unas palabras.

- Descansa Roger, esta será la ultima noche que vas a dormir tranquilo.

El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora