22. V E I N T I D Ó S

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Reunete conmigo en la sacristía lo antes posible

El mensaje enviado por Gia hace que mi corazón palpite con fuerzas, algo con tanta urgencia solo puede significar que ella lo encontró, encontró lo que buscaba, tiene algo para cancelar toda esta mierda, para que Roger libere a mi madre, para poder pasar el año nuevo en Inglaterra con Riven como él me pidió, para ya no tener que fingir que tengo arcadas cada vez que veo al hombre que debería quererme y protegerme por sobre todas las cosas pero que, en su lugar, me vende como a una yegua de cria.

— Joder Kiki, debería matarte —gruñé Leslie al ser incapaz de cubrir todas las marcas que Riven dejó a propósito en mi cuello y clavículas, también en mi barbilla y... en más lugares de mi cuerpo—, a los dos ¿Cómo dejas que te marque así?

— Tampoco es algo que se planee —me apoya Cynthia—, no es como si hubiese sido intencional, solo te miras y los ves.

Me callo el hecho de que él si lo hizo intencional porque, según mi novio, si iba a casarme lo iba a hacer, pero mi futuro marido iba a ver con sus propios ojos que yo nunca iba a ser de él.

— Niki tiene razón —me excuso llamando a mi hermana por el diminutivo de su segundo nombre por primera vez, ambas me miran sorprendidas, me encojo de hombros y aparto la mano de Leslie de mi cuello donde intentaba cubrir las marcas.

»Tengo que llegar a la sacristía, rápido.

— ¿Como se supone que vas a llegar a la sacristía sin pasar por la puerta principal? —cuestionó Les— ¿Y para qué coño quieres ir a la sacristía?

— ¿No pensarás emborracharte, verdad? —secundó Cynthia viéndome con el ceño fruncido.

Suspiré, no tenía tiempo para contarles.

— Solamente debo ver a Gia allí.

Eso pronunció el ceño de Leslie, pero finalmente suspiró y apartó su mano de mi, Cynthia soltó el pomposo vestido blanco y me pasó un albornoz con el que cubrí mi ropa interior y las tres salimos de esa habitación directas a la iglesia. Cynthia estacionó de la parte atrás del lugar y entre las dos me ayudaron a colarme por una de las ventanas. Caí sobre la mesa del despacho de alguien, les hice una seña y salí de la oficina en busca de la sacristía.

Me sentía como en una película de espías abriendo con desesperación todas las puertas. Incluso descubrí a una novicia en pleno acto lascivo con algún joven párroco, pero decidí ignorarlo y seguir en busca de la sacristía. Como en las películas, fue la última puerta que abrí.

Gianna ya estaba allí, luciendo tan perfecta como siempre con un vestido azul eléctrico y el cabello recogido en una trenza al mejor estilo Frozen. Pareció respirar aliviada cuando me vio.

— Aquí está todo, les he hecho copia por si acaso —dijo nada más verme.

— ¿Qué hay exactamente ahí? —cuestioné acercándome y cerrando la puerta del lugar. Posiblemente esté mal, pero cogí el vino de las comuniones y me empiné de la botella mientras me acercaba a ella.

— La Contabilidad B del partido, número de cuentas en paraísos fiscales, también algo de un chanchullo empresarial con un tal Farid Rizik y... bueno cosas.

— ¿Qué clase de cosas?

— Trata de blancas.

— Mierda —exclamé, aunque no se me hacía tan raro, si lo hacía con sus propios hijos ¿por qué no iba a hacerlo con personas que no conoce?

— Venta de niños robados —prosiguió— y tráfico de personas.

— Y yo pensando que era un cabron de mierda —me reí—, resulta que es todavía peor de lo que yo me imaginaba.

El Diario de Kaylee (Libro #1: Los Hermanos Ryder) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora