ENSORDECEDORES LATIDOS {47}

42 3 0
                                    

{Capítulo 47}

SIGH

—No creas que no voy a analizarte de arriba a abajo solo por ser mi nieta. —Encontré un atisbo divertido en sus palabras. Esta alzó la barbilla y me miró por encima del hombro. Se encontraba sentada sobre la mesa del jurado. Con ella como única encargada del mismo.

—No lo dudaba, abuela —contesté apretando los labios y rodando los ojos, apoyándome con cuidado en la misma mesa.

—Haces bien.

En ese breve silencio me quedé algo... perdida, mirando hacia el vacío escenario. Para los duetos, mis abuelos habían escogido el pequeño escenario que teníamos en el descampado que quedaba detrás de la escuela.

Eso era una presión extra, debido a que estaba abierto a todo el público. No de forma literal, ya que estaban las típicas vallas metálicas para eventos que acotaban el espacio, rodeándolo por completo, pero lo suficientemente cerca del escenario como para que sintiese una fuerte presión en el pecho. La fecha de los duetos era bien conocida por muchos. Solían venir de muchos lugares, puesto que en los duetos estaba lo mejor de lo mejor. Cada dueto se celebraba en un día diferente, por lo que la gente incluso pagaba un hotel para quedarse toda la semana en la ciudad y disfrutar de los pequeños conciertos de forma gratuita.

Y de artistas no conocidos los cuales en unos años tendrían el suficiente potencial como para convertirse en auténticas estrellas. Y los que venían a verlo, lo sabían a la perfección.

Era un día importante. Ya que en el dueto Thunder se jugaba su estancia aquí, en cambio a mí, por salir con él, también se me analizaba de cerca. Con suerte, los productores de música también se acercarían a vernos. Por si alguien les llamaba la atención.

Todo ello no hizo más que empeorar mis nervios. Que se habían mantenido por unos segundos bajo control para mandarle ese mensaje de voz a Xander. Tras ello, toda seguridad había abandonado mi persona.

Estaba temblando.

—¿Alguna vez te he contado cómo conocí a tu abuelo? —Esa pregunta me devolvió a la tierra casi de un tirón. Como si mi abuela hubiese notado mi creciente nerviosismo.

Me giré para sentarme sobre la mesa y no darle la espalda.

—No que yo recuerde. ¿Pero él... también cantaba, verdad? —inquirí inocente. Lo sabía a la perfección, pero jamás me habían hablado mucho de ello. Y el tema me resultaba de sumo interés.

—Y tanto que lo hacía —contestó ella alzando las comisuras de sus labios. Sus ojos habían adquirieron un brillo peculiar—. Me bastó con escuchar su voz para enamorarme perdidamente de él.

La mera declaración hizo que el corazón se me encogiese.

—Si eso no es amor, entonces qué lo es... —murmuré muy bajito, mirando de nuevo hacia el escenario.

Intenté imaginar a mi abuela entre el público, reacia a gritar como lo hacía el resto. Ello despertó la curiosidad de mi abuelo, además de la indiscutible belleza de mi abuela. Por lo que, en uno de los descansos de su actuación, obligó a todo su equipo a que la encontrasen. Pero los de su equipo dijeron que no podían hacer eso.

Esto fue el suficiente incentivo para él como para que cuando volvió al escenario, iracundo y dispuesto a dar con ella fuese como fuese, estuvo más atento al público que a su propia voz. Desentonó en varios momentos, pero no le importó, él solo quería encontrarla. A aquella mujer que le había mirado con indiferencia para después sonreírle ladeando media sonrisa torcida.

Eléctricos suspirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora