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La primera vez que Mile conoció a su minino fue de suma casualidad, él jamás se esperó que luego de trotar por toda la vereda cerca del río se encontrará una caja vieja y abandonada con chillidos dentro.

Ese día, había salido en una mañana, dónde no tenía responsabilidades con el trabajo, básicamente un día libre para él. Mile amaba el ejercicio y más cuando podía trotar tranquilamente escuchando música con sus audífonos inalambricos.
Observó la hora en su móvil y eran las seis de la mañana, había dormido por lo tanto unas cuatro horas e incluso menos, jamás fue bueno para conciliar el sueño y menos cuando es el ceo de una gran empresa como la suya, con responsabilidades de aquí por allá, teniendo un secretario molestoso y reuniones por doquier. Estaba aburrido de la misma rutina, lo odiaba.

Al llegar hasta el baño, se miró en el espejo, su torso desnudo se demostraba a través del espejo que reflejaba toda su figura, Mile siempre dormia sin ropa, para él le era más cómodo de esa manera. Abrió la llave del fregadero y con sus manos lavó su cara con el agua potable cobrando todos sus sentidos y dejando de estar adormilado, debajo de sus ojos aún podía ver unas ojeras marcadas por el insomnio. Seguramente su salud estaba en la mierda, tomando café todos los días y fumando tabaco a todas horas para calmarse en las mañanas «un desayuno muy nutritivo» se dijo con sarcasmo.

Se arregló el cabello y se vistió con ropa deportiva Adidas que encajaba a la perfección en toda la longitud de su cuerpo, marcando sus músculos, específicamente sus pectorales mayores, sus bíceps y su recto abdominal. Él aún se mantenía en forma a pesar de no presentarse en un gimnasio desde hace mucho tiempo por su agotador trabajo.

"¿Porque siento que hoy algo pasará...?" Suspiró tomando desde su nevera una energética, se mantuvo pensativo y con sensaciones en el pecho, aún con la duda en su mente.
No le dió vuelta atrás y salió de su penthouse, bajó el gigantesco edificio y fue recibido por Tong, el recepciones.

"Buenos días, señor" le saluda como siempre, con una sonrisa y unos ojos amables, siempre muy amistoso y un poco chismoso, en algunas ocasiones cuando llegaba de madrugada, Tong se encontraba con los ojos entre cerrados y apunto de dormir y cuando Mile llega desde la empresa, su sueño se acaba y se levanta de la silla suponiendo como si estuviese haciendo algo, aunque el empresario sabe muy bien que estaba por quedarse dormido, tampoco es que le importara, y cuando está esperando por el ascensor, el joven muchacho comienza a hablarle de los vecinos del piso diez, del Señor Tremblay y su amante caliente, cómo también de su mujer que trae a su profesor de tenis a horas muy altas de la noche, un chiste total que Mile odia escuchar...bueno, algunas veces se entretiene.

"Buen día, Tong" Dice cordial, aunque siempre serio. Salió del edificio y comenzó a trotar con sus piernas en constante movimiento, sintiendo el olor de la ciudad a través de sus fosas nasales que captaban el caldo del aroma entre el río, los árboles y el smog generado por la ciudad, todo en uno mismo.
Con el tiempo pasado, su cuerpo cada vez se sentía más cansado, pero aún así, no se detuvo de trotar, sólo a unas cuantas distancias más tomaba una cantidad generosa de energética y a la vez miraba en su reloj inteligente su ritmo cardíaco, el marca pasos y el tiempo que había estado recorriendo a la orilla del río, tan sólo más de treinta minutos, luego de ello continuaba con su ejercicio. Miró el cielo aún trotando, las nubes estaban muy presentes allí y el sol no se observaba, el cielo estaba grisáceo y de pronto, una gota cayó en su mejilla. Estaba por llover.

"Bien. Hora de irse" aunque deseaba continuar trotando, no quería tener un resfriado que interrumpirá con su futuro trabajo. Mile pensaba que debía irse tal vez trotando al edificio, quizás la lluvia aún no comenzara en este tiempo, pero cuando más gotas cayeron a su cuerpo, supo que lo mejor era esperar un taxi.
Y la lluvia había comenzado fuertemente.
Corrió hasta quedar debajo de un techo que le protegiera de las miles de gotas. Con jadeos y el cabello mojado junto con su ropa las gotas de lluvia caían y chocaban contra el techo fuera de un restaurante cerrado. Estaba un tanto oscuro.

"¡Miau!"

»¿Mmh? ¿Y eso?« Quizás tal vez no era nada, pero ese sonido se escucha un poco borroso y agudo ¿Qué era?

"Miau ¡Miau!" Parecían lloriqueos cerca de ese pequeño callejón sin salida, Mile miró hasta dentro buscando ese sonido, no sabía de dónde provenía "miau míau, miau..." Y los maullidos eran más constantes, como si lo estuviesen llamando. Caminó siguiendo el sonido de los maullidos y llegó a una caja, una vieja y abandonada caja entre abierta, abrió el cartón mojado por la lluvia y dentro estaba un tierno gatito anaranjado, muy peludito y pequeño, estaba delgado, seguramente desnutrido sin comida y agua.
Pobrecito. "¿Miau?" Maulló el gatito pequeño cuando fue tomado por las manos de Mile. El humano miró al animal fijamente y pido ver en su pelaje sucio unas cuantas pulgas.

"Debería llevarte a un veterinario y dejarte allí" A Mile, no le gustaba los animales, mucho menos los gatos, los encontraba tan...¿Cómo decirlos? Como si fuesen un saco de pulgas que dejaba pelos por todos lados.
Si lo dijera en público seguramente le caería comentarios de odio y una corporación amantes de los gatos, y su reputacion bajaría.
Blah, que se joda la gente, tampoco trabajó toda su vida para recibir críticas de ese estilo.

"Miau" el gatito bebé habló en su idioma, mirando con los estrellados al humano que tenía al frente, completamente enamorado.
Y los ojos de Mile se encontraron con los tiernos ojitos del gatito que lo miraba con completa adoración, unos ojitos muy tiernos que le derritieron el alma.

«¿Por qué mierda es tierno este jodido gato?»

"Voy a contactar con un Uber para ir a una veterinaria" llamó a través de la aplicación de uber para ir al hospital de animales más cercano que tenía, uno muy cerca de donde se encontraba y con alto prestigio. Mientras iba de camino al lugar, dejó al gatito bebé en su regazo, este estaba acostadito y apapachado contra su abdomen "oye gato, no te acostumbres" le dijo, pero el animal no le hizo ningún caso, incluso, se mantuvo más cerca, calentito a su lado, era tan diminuto, como una pelotita peluda y suave.
Y Mile soltó una sonrisa, una muy diminuta.

El mimoso gatito de Mile Donde viven las historias. Descúbrelo ahora