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 Dos semanas después.

Habían pasado dos semanas, dos semanas en las que no supe de Eduin, y Sara seguía excusándose de no poder visitarme con los chicos, aunque me visitó de manera individual y, con su presencia, confirmé que había algo más detrás de esas excusas. Pero preferí no incomodar con mis preguntas, ya que ella se había vuelto más presente en mi día a día. Dos semanas en las que mi relación con mi madre había avanzado, la relación con mi padre empezaba a sanar luego de visitarlo entre semana, y mi amistad con Lucas se había vuelto un poco más continua.

En ese tiempo, había ido a la iglesia ya unas cuantas veces, incluso conviví en una ocasión con los nuevos creyentes, grupo en el cual me sentía más cómoda que en el de los pródigos.

En esos momentos estaba en una videollamada con Sara, quien me acompañaba parloteando mientras yo empacaba las cosas que me llevaría a casa de mi padre ese fin de semana largo, pues el lunes no habría docencia.

—Igual si no pasas todo el tiempo con tu padre, podríamos ir a la plaza— insistió con el mismo tema.

—¿Por qué estás tan insistente en que vayamos a la plaza este fin?— pregunté deteniéndome con una ceja enarcada frente a la pantalla del celular.

—Mi papá me aumentó la mesada— murmuró emocionada.

—Ya lo vi venir— confesé.

—Bueno, ¿qué dices?

—Vale, podemos ir— concedí.

Antes de que pudiese hablar, se escuchó una voz del otro lado llamando su atención; lo reconocí como Matías, pues otras veces había interrumpido las llamadas.

—Me da igual lo que hagas mientras no me incluyas, yo ya tengo planes— refutó Sara mirando fuera de la pantalla.

—Mentirosa, no tienes nada que hacer— acusó la voz de su hermano a lo lejos.

—Iré con Jade a la plaza, y pienso pasar el fin con ella— le sacó la lengua.

—Jade, ¿vendrá?— cuestionó, y ella asintió.

—Se quedará en casa de su padre.— explicó ella. Me molestaba que le diera tantas explicaciones de lo que haría o no. Se escuchó una puerta azotarse, a lo que Sara reaccionó segundos después —No, Matías, no te atrevas— gritó —Jade, te hablo luego— no esperó mi respuesta y colgó la llamada.

Terminé de organizar mi maleta, la cual era un poco más grande que la que utilicé la última vez, pero no demasiado; contaba con usar una que otra prenda del armario que tenía a mi disposición.

Me dejé caer en la cama y tomé el celular para enviar un mensaje.

: ¿En qué andas?

Istlucas: Acabo de salir del ensayo para mañana, ¿tienes algún plan :)?

: No, solo aburrimiento.

Istlucas: Escucha esta canción:

Con eso, envió el link de un video de YouTube, el cual reproduje casi al instante.

La canción empezó mientras llegaba hasta mi tocador para peinar mi pelo.

Istlucas: Llegué, ¿qué te pareció?

: Nada mal.

Istlucas: ¿Qué haces ahora?

: Peino mi pelo.

Istlucas: ¿Te plancharás el pelo?

Encuentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora