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La Noche de las Bestias

El sol se filtraba entre las copas de los árboles del Bosque Dorado, bañando el lugar en una cálida luz dorada. Mientras una fiera se paseaba con gracia por el sendero, sumida en sus pensamientos. A lo lejos, escuchó el trinar de los pájaros y el murmullo del arroyo cercano.

De repente, una figura se materializó frente a ella, su demonio personal, quien emergió de las sombras con una sonrisa maliciosa en su rostro.
— Mi querida reina, ¿tan perdida estabas en tus pensamientos que no notaste mi presencia?— cuestionó el demonio.
— Zederick, —fruncio el ceño ante su presencia— no me sorprende verte aquí. Siempre te las arreglas para aparecer cuando menos te espero.
Su acompañante rió— Solo cumplo mi deber de estar al tanto de tu seguridad, querida. Aunque debo admitir que también disfruto de jugar con tus emociones.
— Qué amable de tu parte.— murmuró con sarcasmo— Pero tengo asuntos más importantes de los que ocuparme. ¿Has sabido algo sobre los rumores que te pedí investigar en las fronteras del reino?

— Ugh, sí, he estado investigando el asunto. Parece que algunos de los que están incursionando en nuestras tierras son humanos, pero no parecen representar una amenaza significativa.
— No debemos subestimar a nadie. Es importante que estemos alerta y tomemos las precauciones necesarias para proteger a nuestro pueblo, Zed
Zed asintió —Claro, mi Lady. Seguiré vigilando la situación de cerca, tu encárgate de tu reunión y los preparativos de la festividad.
— Gracias, ahora con permiso, llego tarde a con los demás.

«...»

Graviel atravesó gran parte de bosque hasta llegar a un área más iluminada, se trataba de un círculo perfecto de árboles, bastante amplio con un roble inmenso en uno de sus lados, decorado con panales de abejas y madrigueras de conejo, en el círculo se encontraban sus compañeros esperándola.

— Veo que las fieras no son puntuales —rió la Sucubo que colgaba de una larga tela rosa sujetada a las ramas de árbol, mientras se mecía sentada.
— Nuestro querido rey de los elfos tampoco ha llegado por lo que veo— destacó Graviel, tratando de sacar la atención de su tardía llegada, después de todo fue por Zed, pero él no podía asumir la culpa ya que se encontraba alejado del corazón del bosque, y aún si estuviera ahí no admitiría nada
— Dulzura, no espero menos de un incompetente como el rey de los elfos, deberia ser el rey de los idiotas.
— Cory, déjalo en paz, ya llegará —Jaspe, en algún momento, había aparecido desde el interior del roble, era un nigromante y no había adaptado una forma física, así que solo podíamos percibir las sombras que le envolvían moviéndose en dirección a la Sucubo.
El demonio resopló —no me dejas decir sus verdades-
Por su parte Margoth, un fauno con adorables orejitas de capybara, se había acercado a la fiera para observar la situación junto a ella, y esperar juntos a qué el elfo llegara.

pasó el rato y éste llegó, Margoth suspiró ante su llegada y sacó unas monedas de su bolso, había apostado con la fiera sobre cuanto tardaría en llegar, mala elección, pero ya terminada la espera, los cinco comenzaron los preparativos y la organización para la Noche de las Bestias.

«...»

El Reino de Graviel se extendía ante ella, una tierra misteriosa y oscura que parecía sacada de un sueño retorcido. Sus calles empedradas estaban bordeadas de altos árboles retorcidos y enmarañados que se entrelazaban formando arcos, algunas flores se asomaban cada primavera, lo cual lo embellecia de cierta forma. Un aura de magia flotaba en el aire, tejiendo murmuros y secretos en cada rincón del reino.
Zed y Graviel caminaban juntos por el camino empedrado, sus sombras alargándose y fundiéndose con las de los árboles a su alrededor. La luna brillaba débilmente entre las ramas, y un susurro suave se escuchaba en el viento, como si la propia naturaleza estuviera susurrando secretos a sus soberanos.
— Graviel, querida, me encanta cómo este reino refleja tu esencia. Tu trabajo éstos años sin duda ha dado frutos— comentó Zed con una sonrisa traviesa, admirando el entorno con sus ojos negros penetrantes.
Graviel asintió con una mirada orgullosa. — Ha tomado tiempo, pero estoy orgullosa de haber levantado el encanto de mis tierras, de la ceniza que dejó mi familia—.
El demonio divagó un momento antes de notar que ya se encontraban cerca de las altas torres, —Querida, está todo listo para la celebración de la Noche de las Bestias, ¿verdad?
— Por supuesto, cariño, ¿cómo se te ocurre que estaría dando un paseo sin haber acabado todo antes?
Mientras hablaban, dos figuras se acercaban a lo lejos. Eran un viejo amigo junto a un misterioso encapuchado. Lysan, con su cabello rizado y ojos púrpura, caminaba con determinación, mientras que su acompañante lo seguía con aura insegura.
— Graviel, Zed, cuando tiempo ha pasado— saludó Lysan, inclinando levemente la cabeza.
Graviel se encontraba anonadada, no esperaba ver a Lysan, por lo general el elfo evitaba los eventos tan concurridos incluso cuando era su cumpleaños, más bien se reunían de manera privada a tomar el té —Que sorpresa verte, Lysan, ¿que te hizo decidir venir al baile?— Zed se había mantenido al margen solo saludando con un movimiento de cabeza.
— No suenas muy emocionada de verme, y yo que creía nuestro cumpleaños te había fascinado el año que asistí al baile.—
Oh, ese era un dato interesante, Graviel y Lysandro habían nacido bajo el mismo eclipse de octubre, en reinos totalmente alejados, y en algún punto de sus vidas habían coincidido, lo cual era sorprendente.
— Todo lo contrario, solo estoy más sorprendida, pero es una alegría que hayas venido, y más que nos encontraramos aquí, en el salón habría sido sumamente difícil dar con el otro— los ojos de ambos brillaban durante la conversación
— Estoy de acuerdo, aún que planeaba permanecer en tu reino hasta dar contigo, descuida.
entre sonrisas y tonteos se hizo presente el carraspeo de una garganta, sorprendentemente no se trataba de Zed, él se encontraba mirando la nada y pensando en quién sabe qué, ni siquiera lo había perturbado el molesto sonido. No, este venía del encapuchado junto a ellos, aquel que Graviel había ignorado desde que llegó junto a Lysan.
— Ah, disculpa, mucho gusto ¿tú...? —aguardó a escuchar un nombre, en lo que el encapuchado se retiró la tela dejando su identidad al descubierto— ¿Bastian? — Graviel parecía más confundida que sorprendida, su mirada fue a Lysan, buscando respuestas,— Los humanos no deberían venir a la noche de las bestias—  sentenció Graviel— menos un ex cazador.
Con eso último fulminó a Bastian con sus ojos verdes, no aprobaba su presencia ahí, un humano, en la noche donde bestias de todos los reinos se reunían a festejar, no era seguro para él ni estaba segura de que fuera seguro para sus invitados, que idea más insensata la de venir.
— Yo también te extrañé, princesa—comento fingiendo no haber Sido brutalmente desplazado— y aún que no me quejo de verte, tampoco me fascina tu fiestita, pero el deber era mayor.

Graviel fingió demencia y siguió con los ojos sobre Lys, esperando una respuesta.

—Creo... —dudó un momento antes de tragar saliva— Creo que deberíamos dejar la explicaciones para después del evento, si te parece bien, puedo encargarme de cuidar a Bastian en una de las torres, o quedarme en el pueblo con los otros humanos, y cuando amanezca mañana te diré todo.

Estaba colmada, toda su tarde había sido agitada por los preparativos con su corte para que las cosas sean perfectas, su cabeza comenzó a maquinar cuál era la opción más sensata para éste detalle, hasta que Zed salió de su trance e intervino.

—No, yo me encargaré de llevarlo a una torre, tú —miró a Lysan—iras al baile como todos los demás invitados, y tú —sus ojos fueron a Bastian, Zed era más alto, y no le simpatizaban los humanos, así que solo le habló con indiferencia —te quedarás dónde te diga, y no saldrás en toda la noche a menos que quieras que tú siguiente suite sea la mazmorra, ¿entendido?

ambos asintieron, y así continuaron su camino a las grandes torres, ya iluminadas y con invitados en las cercanías.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2023 ⏰

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