capítulo 2 : Gran Hermano.

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Dedicado a DannaPSM8.

-No me gusta.

-A nadie le gusta, Mikey.

-¡Él es nuestro hermano, por el amor de Dios!

-Lo sabemos , Mikey, pero ¿qué quieres hacer? ¿Esposarlo a la cama? Si lo atamos, nunca confiará en nosotros.

Las duras palabras silenciaron a la tortuga naranja y casi se olvidó de que se suponía que estaba fingiendo que estaba dormido. Inhaló justo a tiempo para no perder el ritmo.

-Ya es bastante malo que tuviéramos que noquearlo, Mikey

agregó Donatello, esta vez mucho más suavemente.

Sí, lo recordó. Todavía le dolía la cabeza, aunque eso podría deberse a todos los pensamientos caóticos que pasaban por su mente.

Escuchó atentamente, pero ahora estaban en silencio. Al darse cuenta de que no escuchará nada más, rápidamente consideró sus opciones. Podría fingir que está dormido hasta que se vayan, pero algo le decía que no harían eso. Eso significaba que tenía que abrir los ojos, porque no importaba lo bueno que fuera, ni siquiera él podía encontrar la manera de salir de un lugar nuevo sin ver.

-muchachos.

Reconoció a Raphael solo unos pasos a su izquierda.

-Creo que se está despertando.

Bueno, eso resolvió su dilema.

Lentamente abrió los ojos, parpadeando rápidamente para ahuyentar el brillo inesperado. Se movió, tratando de sentir algunos grilletes pero no había nada que lo detuviera, tal como había dicho Donatello. Levantó la cabeza, tratando de mapear su entorno lo más rápido posible.

Lo primero que notó fue un techo alto cubierto de tuberías. Estaba seguro de que podía esconderse allí, lo cual era bueno.

La segunda cosa de la que se dio cuenta fue que estaba acostado sobre algo blando. No solo recogió mantas o sacos viejos en la parte trasera de un camión, sino que había un colchón real debajo de él.

El impacto ni siquiera pasó y estaba mirando a su alrededor de nuevo. Estaba en una habitación grande, probablemente el dormitorio de alguien, según los muebles. La habitación estaba limpia y organizada. No había muchas cosas, pero las que estaban aquí se veían bien cuidadas y domésticas. Se sentía acogedor, familiar.

-Con cuidado, Leonardo

escuchó decir a alguien nuevo. Movió la cabeza, sentándose bruscamente, sus dedos temblando. No porque el dueño de la voz fuera una rata mutante gris oscuro, sino porque fue él quien lo derribó.

-Estás a salvo aquí, hijo mío.

¿Esperar qué? ¿Hijo?

-¿Dónde estoy?

preguntó secamente.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?

Rafael cruzó los brazos sobre el plastrón.

-Te lo dijimos. Eres nuestro hermano.

Y luego lucharon contra él, le trajeron humanos y lo noquearon. Miró a la tortuga de máscara roja, con la esperanza de poder escuchar las palabras no pronunciadas.

-¿Dónde estoy?

el Repitió.

-Estás en casa, Leo

susurró Mikey.

-En nuestra guarida. Está es tu habitación.

Eso le hizo mirar a su alrededor una vez más. Todo era extraño y desconocido.

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