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El ardor del alcohol recorrió mi espalda como un fuego helado, provocando que me estremeciera de forma involuntaria

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El ardor del alcohol recorrió mi espalda como un fuego helado, provocando que me estremeciera de forma involuntaria.

Cerré los ojos con fuerza, luchando por contener el sufrimiento que aquella sensación causaba, mientras apretaba los labios con fuerza para no emitir algún quejido.

Satoshi mantenía su semblante serio y concentrado, pasando con cuidado el algodón empapado en alcohol por la zona afectada de mi espalda, que se encontraba enrojecida y dolorida.

Nunca había conocido está faceta de Satoshi...

— ¿Ya? —pregunté en voz baja, sin atreverme a abrir los ojos.

El azabache hizo un gesto negativo con la cabeza y buscó entre los suministros de primeros auxilios una pomada para reducir el dolor.

Con habilidad, abrió el frasco y tomó una cantidad generosa de pomada, extendiéndola sobre mi espalda con dos de sus dedos, cubriendo la zona afectada por completo.

— Creo que eso es demasiado... —comenté, mirándolo de reojo.

Satoshi me interrumpió con un suave "Shh..." y me miró con determinación.

— Yo soy el médico aquí... sé lo que hago —dijo, dejando el frasco de pomada a un lado y comenzando a envolver mi espalda con una venda—. ¿Así está bien? —preguntó mientras ajustaba la venda.

Asentí con la cabeza, sintiendo un alivio gradual en mi espalda. Con cuidado, abrí los ojos lentamente y alcancé mi camisa.

— Lamento... —comenzó a disculparse, pero lo interrumpí con amabilidad.

— Fue un accidente —dije mientras me ponía la camisa—. Gracias por preocuparte por mi lesión —añadí, dedicándole una sonrisa sincera.

Las mejillas del azabache se tiñeron de un tono carmesí mientras asentía y guardaba los medicamentos en el botiquín.

El sol emergió triunfante una vez más, pintando el paisaje del bosque con su resplandor dorado.

Tras la tormenta de la noche anterior, el entorno se había transformado en un espectáculo de contrastes.

Las hojas de los árboles, antes secas y polvorientas, ahora lucían frescas y limpias, con gotas de lluvia reposando en sus bordes como pequeñas joyas líquidas.

El aroma del bosque se había vuelto húmedo y embriagador, mezclando la tierra mojada con la fragancia de la vegetación.

El suelo, ahora estaba cubierto de lodo, creando un terreno resbaladizo. Las pisadas de algunos Pokémon que pasaban por el lugar, dejaban huellas profundas en el fango, recordatorios de la tormenta que había azotado la región.

Los rayos del sol se filtraban a través de las montañas circundantes, creando un juego de luces y sombras en el bosque.

Las hojas mojadas brillaban con el reflejo dorado, como si el propio sol se hubiera quedado atrapado en cada gota de lluvia.

Un Amor Eterno | Trilogía 3 | Satogou Donde viven las historias. Descúbrelo ahora