Debí huir al conocer tal tentación. Tan bueno parecía que no podía ser cierto. Sigo sin comprender cómo después de tantas caídas sigo sin ver un abismo; pero lo tuyo fue diferente, no fuiste algo en lo que caí, tú me atrajiste y me atrapaste. Cuando me di cuenta ya tenías todo lo que habías venido a buscar.
Sigo sin saber cómo tus ojos me veían, ¿como un juguete o un pasatiempo?, ¿te daba pena?, ¿disfrutabas o solo fingías?, ¿cómo se te ocurrió ese apodo con el que me llamabas? Me pregunto si te divertías rompiendo los sueños que yo mismo te contaba. Sigo recordando esos hoyuelos que dibujabas en mi cara que ni yo reconocía después de tanto tiempo.
Puede que no te acuerdes, pero tuviste mi corazón en tus manos mientras yo confiaba en ti. Parece que para ti solo era un trofeo. En tantos pedazos se rompió que aunque uniera todos nunca volvería a ser igual. No sabía que cuando te lo entregué este se haría tan efímero como tu interés. Nunca sabrás el dolor que me causaste porque es tan inefable que ni yo lo sé con certeza. Ya solo quedan pequeñas cicatrices doloridas de lo que un día fueron miles de heridas.
Aprendí que esos hilos rojos no eran nada más que leyendas y que si de verdad existieran no habría encontrado aún el otro extremo. Aprendí que correr hace escoger el camino erróneo y que un atajo a veces es un puente que con soplo de viento se derrumba.
Ojalá pudiera empeñar todo el tiempo que perdí a tu lado. Muchas gotas derramaron el vaso, pero tú fuiste una de las pocas que derramó la lágrima. Espero que sepas que eso fue lo único especial que me diste.