011- Peccatorum

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¡ADVERTENCIAS!
Hay uso de sustancias (algo muy parecido al LSD específicamente) y material sexual gráfico (bj)

—¿Esto es todo?— imperó la rubia con evidente molestia, manteniendo el mentón sobre la palma de la mano, sosteniéndose por el codo firmemente sujeto a la mesa, cuya superficie al contacto con el spandex creaba la perfecta barrera contra el molesto movimiento paulatino—. ¿No hacen nada más para pasar el rato aquí más que mirarse unos a otros?

—Nope— Hobie contestó. La simpleza de su tono evocó cierta inconformidad en la muchacha.

Miguel había optado por dejarla rondar por ahí tras una llamada urgente por parte de Lyla. Según él, eran temas que debía tratar antes de ser su niñero. Sin más que un brazalete azul con la promesa de mantenerla estable y aceptada entre los miembros de La Sociedad Arácnida, se marchó. Michelle se lo habría tomado con ligereza, bastándole un par de minutos para apaciguar la creciente incomodidad al andar entre las siluetas desconocidas. Mantuvo un perfil bajo entre las llamativas miradas entre el columbrado espacio de la cafetería. Sin embargo, en menos de lo que pensó, un rostro familiar se apareció junto a un hombre vestido completamente de negro, que en sus manos llevaba siempre un cubo rubik.

Hobie, sin mayor palabrería, se explayó junto a la rubia, presentándole a su acompañante sin más que un gesto descuidado al meter las manos por los bolsillos de los mullidos pantalones, estirándose contra del asiento al notar la imperante necesidad de algo más allá de los confinamientos ofrecidos por el mandamás del sitio. Entrecerró los ojos al observarla quietamente, logrando así que Noir, centrado en su cubo sirviese de distracción momentánea ante el escaneo breve.

—La diversión es un estado momentáneo en comparación con la satisfacción del deber— Noir comentó, centrado completamente en sus turbios colores monocromáticos al mover ávidamente los dedos entre los surcos del objeto.

Michelle rebuznó.

—Otro loco hablando del deber— rodó los ojos, resoplando las hebras de su campo visual. Aún escrutando sus alrededores con cautela, casi dibujando un gigantesco croquis del lugar sin siquiera mencionar una palabra sobre el asunto.

Torció los labios en una mueca, alebrestando el innegable estado aburrido colgándose por sus hombros entre palabras compartidas sobre la pequeña mesa de tono claro. Necesitaba más que eso. Su interior anhelaba esa chispa caótica capaz de encender su mirada. Ahí no lo sentiría, de eso estaba más que segura.

—Aquí no hay más que esto— comentó el moreno a su lado, chasqueando la lengua vivazmente—. Pero detrás de todas estas paredes de control, hay algo que ciertamente puedo ofrecerle a una mente tan desbocada como la tuya, Michelle.

Ella giró su atención a él, frunciendo el entrecejo antes de reflejar un haz de curiosidad traspasando sus irises como una estrella fugaz.

—Suena a que estás ofreciéndome romper las reglas— esbozó una ladina sonrisa, inclinando su cuerpo hacia el suyo, dedicándose a escuchar antes de evaluar, y posteriormente, decidir. Aún no sabía a qué extremo podría confiar en alguien que perteneciera a la causa de Miguel—. Sigue hablando.

Hobie encogió los hombros, lanzándole una mirada cómplice al que hacía frente de ambos. Pretendiendo ignorar la insubordinación que estaba por tomar lugar si ese tema de conversación proseguía.

—Hay un sitio fuera de aquí. Es básicamente el edén de los fenómenos. Cualquiera con un token puede entrar— explicó, buscando ese fragor en el azul de la mirada femenina—. Sucede que tengo uno, así que tengo derecho a invitar a quién yo quiera.

—¿Cualquiera tiene acceso a los tokens?

Él negó, dejando salir una ligera risotada, rascándose la nuca.

HYPNOTIC | MIGUEL O'HARADonde viven las historias. Descúbrelo ahora