𓇊Capítulo 45𓇊

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Alice

Reparo la ropa que Adel escogió para mí.

—Siento que tenemos ideas diferentes sobre escapadas —hablo tomando los tenis que ha dispuesto para completar el estilo deportivo.

—Te aseguro que esta te va a gustar —me extiende una gorra.

—No voy a usar eso.

—Al lugar donde iremos debemos estar camuflados —explica y me niego.

—Tengo una mejor idea —pongo mis manos por detrás de su cuello y cuando cierra los ojos para inclinarse intercambió el color de nuestros cabellos.

No puedo evitar la carcajada al tener los mechones de cabello ya rubio entre mis dedos.

—Te ves guapísima —opina ignorando su color de cabello, no parece disgustarle.

Y es que no tendría por qué, el rubio resulta resalta el color de sus ojos haciéndolo más tierno.

—Me veo como la villana ahora —me acomodo el cabello frente al espejo.

—Sí, ¿ese es el juego que te gusta, Alice?, ¿ser la mala? —aprisiona mi cuerpo haciendo que por primera vez me siento intimidada y nerviosa.

Joder. Se supone que soy dominante.

—No es un juego para mí —intento que las palabras no tiemblen.

—Bien por mí —agrega, voltea mi rostro agarrándome por el cuello para tomar el beso que le negué antes.

Cada vez que sobreanalizo la situación pierde más sentido, mis hipótesis del porqué se siente tan arrasador cada beso. No creo en las estupideces de que estamos hechos para encajar con otro cambiante, más teniendo en cuenta todas nuestras diferencias y lo mucho que distamos hasta ahora.

—¿Una feria? —me inquieto al llegar al destino que Adel preparó.

Estamos en uno de los reinos de Rainbow, más específico el reino de la constante feria.

—¿Cómo el lugar más turístico de Eternidad, es el sitio perfecto para una escapada? —expreso confundida y me gano su burla.

—Es simple, aquí podemos ser nosotros —suelta y me toma la mano para iniciar el recorrido.

No entendí su determinación hasta que empezamos a pasar entre casetas y actividades.

Adel tomaba todos los dulces que yo medio miraba, no parecía molesto o preocupado por lo que el azúcar hará con mi magia.

Él, por su lado, aceptaba todo reto expuesto en carteles de publicidad, gastaba en varios tickets hasta ganar algunos juguetes que llenara su alma infantil. La euforia del momento me gana siguiendo sus pasos, hasta incluso ganarle un precioso conejo de lana a una nena que lo miraba con añoranza, sin una pizca de culpa.

—Eso fue muy de villana —se ríe Adel mientras nos alejamos.

El azúcar nos sube al tope de los juegos de riesgo, nos tiramos en un tobogán gravitacional, estando metidos en una bolsa de dormir y la comida se devuelve de mi estómago al final, pero no recibo burla hasta que yo misma me río por lo débil que soy.

—¿Lo hacemos de nuevo? —señala el tobogán y lo golpeó.

—Se suponía que vomitara cuando ya mi cuerpo no pudiera más con veneno u otra sustancia, no por un tobogán —fijo molestia.

—Acéptalo, esto es más divertido.

Lo ignoro revisando la hora. ¿Dos de la tarde? ¿En qué momento?

Eternidad es ÉpicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora