Capítulo 1

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Yo crecí viendo a la patrulla mágica defender la ciudad.

A mis 12 años solía ver a aquellos chicos en la pantalla destruir monstruo tras monstruo para luego deshacer todos los daños causados en Ciudad Ranúnculo con la fuerza de su amistad.

Y cada día yo rezaba con fuerza a todos los dioses que me convirtieran en uno de ellos, quería vestir un vistoso traje expansivo y gritar mi nombre al presentarme.

Por supuesto nada de eso sucedió nunca, pero eso no impidió que yo siguiera elevando mis plegarias día con día y noche tras noche para que LA LLAMADA llegara a mí un día, incluso hasta el último día de la patrulla.

Había algo muy especial en ver a cinco adolescentes enfundados en llamativos trajes volar por la ciudad, aun cuando yo lo hacía desde la seguridad de mi casa, a través de la pantalla de la televisión de la sala.

Porque claro, mis padres jamás me hubiesen dejado asistir a las peligrosas concentraciones de gente que se reunían alrededor de la zona de peligro para ver el espectáculo en primera fila.

Era casi un ritual para mí, en cuanto sonaban las cuatro notas musicales que anunciaban una emergencia en la ciudad, ya fuese en la radio de la escuela o en alguna televisión de mi hogar, yo corría expectante para verlos en acción.

No importaba que mi padre estuviese gritándole a una mujer en otra habitación, que mis hermanos encontrarán nuevas formas de lastimarme o que mis compañeros en la escuela me humillaran hasta las lágrimas.

Si yo veía ese arcoíris multicolor revolotear entre edificios la esperanza invadía mi cuerpo y era como si todos los problemas del mundo desaparecieran.

Ya fueran los monstruos oscuros y gigantes que atacaban los distritos de Ciudad Ranúnculo o aquellos que tenía más cerca de casa y con formas familiares, sabía que algún día desaparecerían.

La patrulla mágica se encargaba de lagartos furiosos o enormes plantas venenosas y aunque no podían eliminar las injusticias o aquellos males cotidianos de los ciudadanos, siempre traían un poco de paz a mi vida.

-Scarlett, Rust, Amber, Emmerald y Zafir- se oía rugir en el cielo de la ciudad, las voces infantiles de cinco adolescentes llenaban de furor a Ciudad Ranúnculo.

-Y Almos el secreto- susurraba por lo bajo frente a la pantalla para que nadie más escuchara mis fantasías. Como deseaba estar entre ellos y gritar mi nombre por todo lo alto con orgullo.

-¡ALMOS!- con mi puño en alto y lágrimas en los ojos. En vez de ello tenía que conformarme con alzar un poco mi mano cerrada fuertemente, como si estuviera evitando que mi voluntad explotara en mil colores ahí en mi misma sala.

Pero así como la patrulla mágica llegó, un día desapareció sin dejar rastro.

Después de cuatro años de defender Ciudad Ranúnculo de toda clase de rarezas oscuras, aquellos niños desaparecieron. Las enormes armas carmesíes o las flechas cerúleas dejaron de volar por los cielos.

Un invierno los monstruos dejaron de aparecer y con ellos los arcoíris de esperanza, nunca se supo que rostros se encontraban detrás de aquellos coloridos antifaces y la gente siguió adelante.

Claro que las primeras semanas, después de cero actividades sísmicas y nada de cielos nublados, la gente aún se preguntaba si los monstruos seguirían apareciendo, pero con el paso del tiempo la ciudad simplemente aceptó que tanto sus salvadores como sus verdugos no regresarían y pronto los héroes multicolores fueron olvidados.

La era de la patrulla mágica había terminado.

Yo también seguí adelante con mi vida.

El siguiente verano hui de casa, a punto de cumplir los 17 años un día simplemente me harte de todo ello, tome la foto de mi madre y no volví a aquel lugar que solía llamar hogar, tiempo después comprendí que mi verdadero hogar era ahí donde fuera yo, ahí donde estuviera aquella instantánea.

Crecí, viví en algunos albergues, logre terminar mis estudios con apoyo del gobierno de la ciudad e incluso hice una carrera decente como diseñador gráfico para un periódico local, no era mucho pero me permitía pagar un techo sobre mi cabeza y la comida del día siguiente.

Físicamente distaba mucho de mi yo niño de 12 años, larguirucho y escuálido. Ahora tenía una barriguilla abultada y dolores de espalda constantes.

Los días pasaban uno tras otro y yo solo podía observar las nubes. Mi ánimo seguía ahí, con el Almos joven, enterrado en algún lugar debajo de mi amargura, pero ahí a fin de cuentas y yo solo esperaba que algo sucediera para salir de ese estupor, para salir de aquella casa mental con fantasmas en forma de mi padre, hermanos y compañeros de escuela.

Por eso, cuando un día mientras recorría mi camino habitual por el parque hacía mi apartamento y sentí un intenso retumbar en el suelo, mi corazón dio un vuelco tan grande dentro de mi pecho que hizo que cayera de espaldas sobre las piedras.

-¡Scarlett, el primero de la patrulla mágica está aquí! Y salvaré Ciudad Ranúnculo

Si aquella sacudida ya había causado una gran impresión en mí, la voz infantil que acompañaba a la figura roja que flotaba en el cielo terminó llevarse mi conciencia para dejarme en una oscuridad total y de acuerdo a los otros transeúntes, con una sonrisa enorme en el rostro.


LA PATRULLA MÁGICA

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