-El desyuno está listo, mis señores.
Era la tercera vez que llamaban a la puerta. Y a pesar de que escuchaba bien cada palabra, no tenía ganas de levantarse, porque el calor que sentía era arrullador. No recordaba la última vez que había dormido así, pero en ese momento, no quería pensarlo. De nueva cuenta los golpes la hicieron retorcerse ligeramente. Poco a poco, fue perdiendo la batalla contra el sueño, y terminó abriendo los ojos con un toque somnoliento. De repente se hizo consiente del aroma a rocío que la rodeaba, y entonces, sus mejillas se tiñeron de rojo.
Estaba enredada entre los brazos de Beto. Quien dormía plácidamente sin caer en cuenta de la posición comprometedora en la que estaban. Comenzando por el hecho de ella había reclamado el pecho del joven como almohada. Sus piernas estaban enredadas debajo de ellas cobijas, y Beto parecía haber bien recibido la cercanía, porque estaba medio abrazando a la joven.
Tenía que quitarse de ahí antes de que él se diera cuenta, porque ya de por sí todo era incómodo entre ambos, y él actuaba raro la mayor parte del tiempo, su situación actual no iba a hacer eso más ameno. Así que se alejó un poco de él, solo para detenerse apenas unos centímetros cuando vio su rostro.
Estaba sereno, con respiraciones profundas y lentas, los labios ligeramente abiertos, el cabello ligeramente despeinado por la almohada. Un par de mechones caían sobre su frente alborotados. Cabellos de ese extraño color azulado. Desde que lo conoció le pareció particular ese detalle. En una primera instancia pensó en que era sólo cabello MUY oscuro. Había escuchado de ese tipo de personas, pero no parecía negro, solo azul. Aunque ¿qué sabía ella? Esos colores raros de cabello parecían ser la constante en los amigos de Leo, y eso la incluía a ella.
Pecas, él no tenía pecas. Ni una sola, ese detalle vergonzoso que muchos habían insultado, y sin embargo, las suyas le habían parecido adorables. Un extraño retortijón se asentó en su pecho, y eso la dejó sin aliento. Sólo un par de personas habían notado sus pecas, y todas ellas habían elogiado su capacidad para maquillarse y que no se notaran las manchas. Él no. Para él eran bonitas, y no sólo eso, las había contado. No estaba segura de si ella misma lo había hecho alguna vez, pero ahora el chico bajo ella lo sabía.
Entonces los toques en la puerta regresaron, más violentos que la última vez, y el ruido hizo que Beto se retorciera.
El corazón de la pelirroja casi se detiene con ello. No se lo pensó más, porque si él se hacía consiente de su posición, seguramente lo poco que habían avanzado la noche anterior se iría por el caño. Se levantó tan rápido como pudo y corrió en dirección al baño. Ni siquiera se molestó en voltear hacia atrás.
Cerró la puerta de golpe a sus espaldas, y ya ahí, esperó hasta que sintió que la carrera de su corazón se calmaba. Una vez estuvo segura de que estaba respirando, dio un par de pasos en dirección al espejo. Se recargó contra el mostrador para ver más de cerca las pocas pecas esparcidas por sus mejillas y su nariz. 12, él había tenido razón. Ni una más, ni una menos. Pasó sus dedos por encima de ellas, como si temiera que desaparecieran después de tocarlas. Porque por primera vez en su vida, sus pecas se sentían reales.
Notó el color rojo que comenzaba a subir por su rostro, pero antes de que la invadiera por completo, metió la cabeza completa a un balde con agua. Estuvo ahí abajo hasta que sus pulmones comenzaron a doler, y solo entonces, salió a respirar. El color se había ido, igual que cualquier otra cosa rara que estuviera pasando dentro de sí misma.
Cepilló su cabello, mientras tomaba nota mental de tomar un baño en la próxima posada. Una vez estuvo segura de que su cabello no parecía nido de pájaro, regresó al tocador y se dispuso a tomar un poco de polvo blanquecino para cubrir las manchitas. Sin embargo, se detuvo, había perdido la cuenta de cuántas veces había pedido a Dios que la librara de esas manchas que no le provocaban más que burlas y comentarios despectivos, pero hoy se veían diferentes. Se sentían más como ella. Ese día, contrario a todas los anteriores, pintarlas por encima y ocultarlas no parecía... correcto.
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Hilo de Sangre. Primera Lección.
FanfictionParte 2 de "Hilo de Sangre". Esta vez nuestro grupo de amigos llega a España con la intención de encontrar al papá de Kika, pero en medio de un escenario tan complejo no se puede confiar en cualquiera, y eso es algo que los miembros del equipo tendr...