Capítulo 29

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No sabía si había algún ser celestial o fuerza que guiará la vida, pero Twilight estaba empezando a sentirse agradecido por los maravillosos momentos que estaba viviendo

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No sabía si había algún ser celestial o fuerza que guiará la vida, pero Twilight estaba empezando a sentirse agradecido por los maravillosos momentos que estaba viviendo. Por ejemplo, aquella mañana en la que fue despertado con besos en distintas partes de su rostro.

—Buenos días, Loid —le susurró Yor, besando su frente después de que se despertara.

Al escuchar el nombre que ella eligió para él, Loid se sintió reconfortado y se dejó caer de nuevo en la cama, llevando a Yor consigo en el proceso.

—Buenos días —respondió, con una sonrisa tonta en el rostro—. ¿Por qué tanto amor? —preguntó, acomodando su cuerpo para que Yor pudiera descansar la cabeza sobre su pecho.

—Oh, nada en particular —comentó Yor. Normalmente, no pasaban mucho tiempo en la cama porque Anya quería jugar, apenas se despertaba. Así que se conformaban con un pequeño desayuno y luego salían a divertirse—. ¿No puede una esposa dar un poco de su amor?

—Sí, pero es difícil imaginarlo con la hija que tenemos.

—Esa hija está esperando para repartir pasteles de nueces con su papá.

—¡Ah, es cierto! —exclamó Twilight, abandonando la comodidad de la cama en un instante.

Yor, como siempre, observaba en silencio. Los pantalones manchados de pintura de la habitación de Anya y la camisa gastada añadían un toque de caos, contrastando con la imagen ordenada de Twilight. Era una prueba más del cambio radical que habían experimentado desde que llegaron a Woodlots.

Cuando Twilight terminó de vestirse, una sencilla sonrisa se dibujó en su rostro mientras se volvía hacia su esposa.

—Que tengas un buen día, Yor. Estaremos de vuelta en un par de horas.

—Igualmente. Estaré aquí —dijo ella—. Aunque quizás vaya a buscar algunos frutos con Bond.

Twilight estaba a punto de decir algo, pero otro llamado de su hija lo interrumpió, así que le dio un beso en la frente a Yor antes de bajar. En la planta baja, Anya esperaba en la puerta con un carrito lleno de pasteles y una expresión enfadada.

—¿Por qué estaban coqueteando? —protestó Anya—. El panadero se enojará.

—El panadero no se enojará —aseguró Loid—. Además, ¿por qué estás tan impaciente?

—¡Porque hoy nos darán nuestra foto! —exclamó la chica con alegría.

Loid asintió, recordando. Para ganar dinero, había convencido al panadero del pueblo para que lo contratara a cambio de una receta especial. Sus pasteles de nueces, elaborados con los frutos de su árbol, tuvieron tanto éxito que incluso fueron mencionados en una entrevista, con una fotografía familiar incluida.

—Esa fotografía lucirá genial sobre la chimenea —dijo Loid con una sonrisa mientras colocaba su mano sobre la cabeza de su hija—. Vamos, tenemos cosas que hacer.

Era domingo, el día en que el tren hacía una parada en Woodlots y transportaba las pocas mercancías que aún se comercializaban hacia el resto de Ostania. Además, también llevaba un periódico local, aunque no era algo que pudiera llamar la atención en Berlint.

Sin embargo, lo hizo, porque alguien mostró interés en una entrevista y en las personas de la fotografía.

Nota de la autora: Espero que la estén pasando bien, a partir de acá podemos decir que entramos en la total recta final, ¿están emocionados?

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Nota de la autora: Espero que la estén pasando bien, a partir de acá podemos decir que entramos en la total recta final, ¿están emocionados?

Ciao.

Creo que hay algoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora