Erkin creció en altura como su hermano Badulf, pero había una gran diferencia entre ellos dos, él no disfrutaba de pasar mucho tiempo en la naturaleza, relatar poemas, ni ayudaba a su madre en nada. En él existía sin negarlo para todo el que lo conociera, una chispa de maldad, que ya en sus primeros años de vida, comenzó a notarse. Por lo general, hacía el mal por diversión, cazaba en exceso, torturaba a los animales sacándoles las vísceras y coleccionando sus huesos, comía en exceso sin importarle si su familia tenía o no para comer. Hacía bromas pesadas, le hablaba mal a su madre diciéndole "Bruja apestosa" y a pesar de que recibía correctivos físicos y castigos, por parte de su madre, realmente no lo corregían en lo absoluto, parecía ser peor, era incontrolable. Un alma oscura y una bestia estaba en su interior y la manifestaba con cada acción que hacía, sin arrepentimiento en lo absoluto, y sin la más minima empatía por los demás. Nunca recibía cariño de su madre, porque era una constante decepción y ella siempre se lo decía: "Eres igual que tu padre"
A pesar de que se parecía a su padre en muchos aspectos, él también recibía maltratos de su parte. Badulf lo defendía de los ataques de su padre, recibiendo en muchos casos los golpes en su lugar, pero luego de terminar con él, volvía a golpearlo. Simplemente, ninguno de los dos tenía escapatoria, pero aun así Badulf siempre intentó protegerlo, aunque esto significara sufrir por los dos.
Lo que era aun peor para Erkin, era que Exsan lo obligaba a ver cuando abusaba de su madre. Esto lo llevó a querer repetir lo mismo. Quién sabe porque lo haría, quizá buscaba el reconocimiento de su malvado padre, o era simplemente por satisfacción propia. Después de todo, sólo estaba siendo lo que era, un demonio, eso es lo que se esperaba de él, pero ese reconocimiento nunca llegaba. Quizá era una forma inconsciente de verlo como algo normal, cuando veía aquellas escenas, ciertamente estaba paralizado, porque sabía que si se movía de ahí, recibiría una golpiza, tampoco podía taparse los ojos. No podía sentir respeto por su madre, la veía como una figura débil, incapaz de defenderse a sí misma y, por lo tanto, incapaz de defender a sus hijos. Exsan era para él la figura de autoridad, el fuerte dominando al más débil.
— Así es como se debe tratar a los débiles — Le decía el demonio a su hijo, para ese entonces de tan solo 8 años de edad, mientras se orinaba encima del miedo.
Fue un lamentable día oscuro, a sus 18 años, en el que decidió raptar a una joven muchacha pueblerina humana que caminaba sola por el bosque, no sin antes engañarla, ya que la vio llorando en el lago. La muchacha había perdido a su amado, porque la había traicionado con otra. Percibió su olor a la distancia, cargaba consigo una gran pena, olía como una presa dulce. Él se acercó a ella, con malas intenciones, fingiendo consolarla y prestarle un hombro para llorar, pero realmente sus intenciones con la muchacha eran otras. Le ofreció una rosa roja, la joven impresionada y encantada por este gesto caballeroso, sin importarle su apariencia, la aceptó, sentenciándose así misma a una pesadilla que tristemente, le costaría la vida. Él parecía un noble caballero de otro mundo, un ángel que la salvaría de todas sus penas, pero era un lobo disfrazado de oveja. Dejó ver sus afilados dientes en una sonrisa y repitió así lo que por años había visto con sus oscuros ojos.
— Realmente es cierto que son fáciles de engañar...JAJAJAJA — Reía, luego de su cometido atroz.
Había leído cientos de libros e historias sobre príncipes azules y las mujeres se veían encantadas por ellos ¿Por qué no fingir ser uno para atraerlas hacia una brutal y despiadada trampa?
Badulf, al enterarse y encontrar el cuerpo nefasto de la mujer, totalmente bañado en sangre, no hizo más que darle una golpiza, una de las más grandes golpizas que recibiría en toda su inmortal existencia. Pero... ¿Eso le devolvería la vida a esa pobre e inocente humana? La respuesta estaba tan clara, con tan sólo hacerla, tan clara como el agua.
— ¡No somos monstruos! ¡No somos lo que todos dicen que somos! ¡No somos lo que él es! — Le decía, furioso, mientras lo golpeaba y bañaba sus manos con sangre negra azulada. Sentía que era como pegarle a su padre. Pero a pesar de que lo golpeaba, Erkin no se atrevía a levantarle la mano a su hermano mayor, nunca tenía las agallas para hacerlo.
Su hermano Dustin, que había nacido casi al mismo tiempo que Erkin, tuvo que verse obligado a separarlos, tras ver la nefasta escena. Era un joven serio, pero duro cuando debía serlo, dispuesto a no ver sufrir a sus hermanos ni a su madre, de ningún modo.
— ¡Basta! Se comportan ambos como él — Les dijo — Ella ya está muerta, lo menos que podemos hacer es darle un entierro digno y nuestra madre no puede por nada del mundo enterarse de esto.
— Esa maldita bruja es la culpable de que todos suframos y quieren protegerla, son aún más hipócritas que la iglesia — Les dijo Erkin, mientras les daba la espalda y se iba molesto — No pienso enterrar a esa puta — Escupió en el suelo — Se lo merecía, todas las mujeres se lo merecen — Se fue, dejando su punto de vista sobre como veía el mundo.
— Es como él ¿Qué vamos a hacer? — Le preguntó Dustin a Badulf, preocupado — No podremos siempre cubrir sus maleficios.
— Lo sé... Sólo, enterremos a la muchacha y regresemos a casa, nuestra madre debe estar preguntándose en dónde estamos — Le respondió, resignado y apenado por todo. Estaba tan acostumbrado a las decepciones y la maldad, ya era algo común. Aún así, jamás espero algo tan horrible por parte de su hermano.
Enterraron a la joven, dejando rosas amarillas en su tumba y regresaron a casa.
Su madre los esperaba con la cena hecha, pero ellos no tenían apetito esa noche. Algo estaba tan mal con su hermano. Se culpaban, quizás algo habían hecho mal, pero entre tantas cuestiones, sus mentes se agotaron. Denise los notó preocupados y sin medir palabras les preguntó
— ¿Qué hizo Erkin ahora?
Los mitad demonios se miraron, debían guardar silencio por el bien de su madre, ya no querían causarle más daño del que ya recibía con su padre y con su desgraciado hijo, que al parecer había nacido con el gen de la maldad completamente desarrollado.
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S O L O S (Slenderman, Splendorman, Offenderman, Tenderman)
ParanormalEl tiempo no podrá curar jamás las viejas huellas de la infancia, esas que se quedan grabadas en lo más recóndito de nuestro interior. A veces quienes deberían protegernos y brindarnos afecto, son quienes nos dañan. Los fuertes, lo son por haber viv...